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Autor Tema: 20 Poderosas maneras para aumentar tu energí­a, por Leo Alcalá  (Leído 539 veces)

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20 Poderosas maneras para aumentar tu energí­a, por Leo Alcalá

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1. Coníéctate con tu propósito.
Me acabo de levantar de la cama. Anoche decidí­ que me iba a despertar temprano para aprovechar la primera hora de la mañana de este sábado, antes del despertar de mi hija, para escribir. Casi que las sábanas ganan y no lo logro. Pero afortunadamente, recordíé en el último momento, antes de volver a cerrar los ojos y acurrucarme de lado, hacerme una pregunta: ¿Para quíé voy a levantarme a escribir? En mi mente comenzaron a surgir respuestas conectadas a mi propósito, a mi deseo de lograr un objetivo, a los motivos que me impulsaban a ponerme de pie para avanzar en la culminación de mi libro ‘El PODER para LOGRAR lo que quieras’. Inmediatamente mi energí­a se elevó. Fue esa pregunta, la del propósito de la acción a ejecutar, lo que me permitió encender mi energí­a. Si tu propósito, el para quíé haces lo que haces, está conectado con tu pasión, tienes una poderosa fórmula de energí­a dentro de ti. Cuando haces aquello que te apasiona y entusiasma, tu energí­a fluye naturalmente y se retroalimenta con tus acciones. Mientras más te acerques a tu pasión, más energí­a experimentarás.
¿Quíé te apasiona? ¿Quíé te mueve? ¿Para quíé elevar tu energí­a?
2. Enfócate en el resultado que deseas lograr.
No saber hacia adonde vamos nos desgasta. La acción sin propósito y dirección es píérdida de energí­a. Todo comienza con tener clara la visión del resultado que deseas lograr. Las personas de íéxito tienen un hábito en común: orientan su actuar en función de resultados. Siempre tienen una respuesta clara en relación a quíé quieren lograr. Esta visión les proporciona el enfoque necesario para concentrar su tiempo y acciones en el logro de sus metas. Cuando te orientas hacia tus metas y sientes que tu dí­a a dí­a te acerca a ellas, tu energí­a crece. Te sientes en control de tu vida y tu auto-estima se fortalece.
¿Quíé quieres lograr? ¿Cuáles son tus metas? ¿Cuál es tu visión?
3. Encuentra tus “yo puedo”.
Siempre puedes. Es posible que no puedas hacer o lograr lo que quieres en el momento que lo estás deseando. Pero siempre puedes hacer algo.
Hace dos dí­as estaba dictando un taller sobre “Balance de Vida y Trabajo” para ejecutivos y personal de Microsoft en Lima, Perú. Uno de ellos se me acercó para hacerme una pregunta:
-“Mucho de lo que has dicho suena muy bien y serí­a ideal. Pero, quíé pasa cuando uno no puede hacer cambios en su vida. Cuándo uno ya está casado, con hijos y una hipoteca, incapaz de tomar riesgos por el compromiso hacia los tuyos, ¿quíé haces?”
Le respondí­: “Yo te entiendo. Tambiíén me encuentro en este momento en una etapa en mi vida en la cual no tengo la capacidad de riesgo que tení­a antes. Sin embargo, recuerda: lo más importante no es en dónde te encuentras, sino cuál es tu dirección.
Si bien puede que no tengamos la capacidad de cambiar rápidamente en dónde nos encontramos, siempre podemos modificar nuestra dirección. Es sencillo: nuestra dirección es determinada, en primera instancia, por nuestros pensamientos. Lo que pensamos precede a nuestras acciones y íéstas a nuestros resultados. Cambia tus pensamientos y poco a poco comenzarás a obtener nuevos resultados. Y esto, mi querido amigo, es algo que siempre podemos hacer: elegir nuevos pensamientos. Con este solo y simple hecho, tienes el poder para iniciar el cambio que quieres ver en tu vida.”
Si no puedes hacer grandes cambios en este momento, ¿quíé pequeñas transformaciones sí­ están en tu poder? Modificaciones que te permitan ir variando el rumbo para apuntar hacia el destino deseado.
Dirigir tu vida hacia la visión que en el fondo deseas puede requerir gran energí­a. Pero al igual que mover todo un buque de cientos de toneladas, todo comienza por un pequeño cambio. No te concentres en tus “yo no puedo”. Todos los tenemos. Sin embargo, es en nuestros “yo puedo”, por pequeños que sean, en donde está nuestro poder de redirigir nuestra vida.”
Recuerda: tu enfoque determina tu nivel de energí­a.
¿En quíé te enfocas usualmente? ¿En lo que no puedes o en lo que sí­ puedes? Coníéctate con tus “yo puedo” y estarás alimentando tu energí­a.
4. Encuentra la fe en ti mismo.
Ayer culminó un taller de dos dí­as organizado por uno de mis clientes de la industria petrolera, en el cual yo participíé como consultor para su diseño y como co-facilitador del proceso. Para este taller, uno de los recursos que se empleó de manera didáctica fue la pelí­cula Carrozas de Fuego. Se escogieron diversos fragmentos en los cuales se reflejaban varios de los conceptos a trabajar en el evento. En una de las escenas seleccionadas, Eric Liddell habla ante una multitud congregada bajo la lluvia. Liddlell, quien era un pastor religioso, habla sobre la similitud entre la fe y una carrera.
“¿De dónde nos viene la fuerza para llegar hasta el final de la carrera cuando ya creemos que no podemos? Viene de adentro.”
La fe es quizá, junto a la pasión, una de las fuerzas más poderosas a las que el ser humano puede conectarse. Es un recurso interior que te permite ir más allá. Es al conectarte con la fe cuando puedes construir lo que hoy es desconocido. La fe es la gasolina suprema. Coníéctate con ella, decide creer en algo más allá de lo visible y sentirás una energí­a que te acompañará hasta el logro de tu visión.
5. Muíévete de manera diferente .
¿Quíé es primero: el huevo o la gallina? Lo mismo podemos preguntarnos sobre la energí­a y el movimiento. Obviamente necesitamos de energí­a para producir movimiento. A la vez, el movimiento por sí­ mismo es un generador de energí­a. ¿No te quedas a veces esperando a que surja tu sensación de vitalidad para ponerte en acción? En la práctica, muy factiblemente, lo que necesitas es ponerte en movimiento, en acción fí­sica, para movilizar tu energí­a y hacerla subir. Tu nivel de energí­a está directamente relacionado a la manera como te mueves. ¿Te falta energí­a? Significa que te falta movimiento. No esperes a tenerla para ponerte en acción. Just do it! Como dice el famoso slogan de Nike.
¿Quieres transformar tu energí­a? Haz en este instante ese movimiento y grita “¡¡¡Sí­!!!”. Explora tu cuerpo. Juega con tu capacidad de moverte para aumentar tu energí­a. No esperes a tenerla. A veces está simplemente “estancada” y esperando porque actives tu fisiologí­a para poder fluir y expandirse.
6. Cambia tu expresión facial.
A finales de la díécada de 1980 se realizó un experimento muy interesante con pacientes maní­aco depresivos. Fue muy sencillo: en las paredes de las salas comunes de la clí­nica en donde se encontraban recluidos los pacientes, colocaron numerosos espejos. A estas personas les fue dada una simple instrucción: “cada vez que te encuentres frente a tu reflejo, sonrí­e. No importa si te sientes como para hacerlo. Lo único que tienes que hacer es flexionar los músculos de tu rostro tal y como cuando uno se sonrí­e”.
Los resultados fueron sorprendentes. Al cabo de unas semanas, varios de los pacientes ya habí­an expresado cambios visibles en su estado de ánimo. La depresión parecí­a disolverse a medida que estas personas incorporaban el hábito de sonreí­r varias veces al dí­a.
¿Quíé sucedí­a? ¿Cómo era esto posible? Los músculos de tu rostro funcionan como torniquetes, facilitando o disminuyendo el paso de la sangre hacia la zona frontal de tu cerebro. Si tus tensiones, frustraciones o amarguras se ven reflejadas en la rigidez de tu rostro, el flujo sanguí­neo y el nivel de oxí­geno que le llega a tu cerebro se ve reducido. Al sonreí­r, los 32 músculos de tu cara bombean un mayor nivel de oxí­geno a los lóbulos centrales. Esto estimula la secreción de endorfinas, hormonas neuronales que inducen estados de placer los cuales comienzan a contrarrestar patrones de depresión, tristeza, apatí­a, rabia.
Imagí­nate: ¡¡Prozac gratis!! Y con un maravilloso efecto secundario: otros te devolverán sus sonrisas al verte. Así­ que la prescripción es simple: rí­ete más a menudo. Incluso, puedes probar hacer morisquetas para intensificar tus dosis de endorfinas.
7. Respira diferente.
Una de las primeras respuestas fisiológicas que cambia cuando tu emocionalidad se transforma es la respiración. Por ejemplo, cuando comienzas a estresarte tu respirar se tensa y se hace cada vez menos profundo. Cuando te excitas… bueno, ya sabes. Cuando necesites inyectarte energí­a instantánea, emplea el principio de cambiar el cuerpo para influir sobre tu emocionalidad al respirar diferente de manera deliberada.
¿Cómo respiras cuando estás lleno de energí­a y vitalidad? ¿Cómo respiras cuando estás en tus mejores momentos? Si inhalas y exhalas como cuando te encuentras en esos estados, comenzarás a sentir esa energí­a. Recuerda que tu energí­a proviene de tus cíélulas; particularmente de esas minúsculas fábricas de energí­a celular llamadas mitocondrias. En ellas y junto a la inyección de oxí­geno suministrada por tu respiración, la glucosa es transformada en energí­a. Más oxí­geno en tu organismo a travíés de una profunda respiración se traduce en una mayor generación de energí­a. Tu cerebro tambiíén se alimenta de oxí­geno y al llenarlo de íél, tu capacidad de estar alerta y despierto, aumenta. Oxigena tu cuerpo -respirando profundamente, ejercitándote o haciendo el amor- y llíénate de vitalidad. No en vano para muchas filosofí­as y sistemas de vida oriental, la respiración es tu conexión con la energí­a del universo.
8. Medita.
Hablando de prácticas orientales, la meditación es una excelente manera de cuidar y potenciar tu energí­a. Cuando aprendí­ a meditar, comencíé a verificar algo que ya mi instructor de meditación me habí­a advertido: necesitaba menos horas de sueño. La meditación nos recarga y en muchos casos, nos ayuda a liberarnos de aquello que está bloqueando nuestra energí­a. Existen muchos tipos de meditación. Una manera de hacerlo es concentrándote en tu respiración como “ancla” para tu mente. Simplemente cierras tus ojos y colocas tu atención en el proceso y las sensaciones de tu respirar. Sin buscar cambiar nada, sino más bien siendo testigo de tu proceso, por unos minutos te concentras suavemente en tu respirar. Pruíébalo. Cierra tus ojos y simplemente respira por unos 3 a 5 minutos. Vamos, regálate estos minutos. Obsíéquiate este mini-descanso… y comienza a agarrarle el gustito a la meditación.
9. Hazte preguntas que te potencien.
¿Quíé hay de malo en tu vida? ¡¡Para!! No lo hagas, no lo pienses. ¡Rápido! Pon una sonrisa, saca la lengua.
¿Quíé cosas te inspiran? ¿Quíé hace vibrar tu alma y enciende tu pasión? ¿Quíé aspectos sí­ se encuentra bajo tu control? ¿Quíé sí­ puedes hacer hoy -por pequeña que sea tu acción- para mejorar tu vida? ¿Cómo vas a aumentar tu capacidad para avanzar hacia tus metas? ¿A quiíén amas? ¿Quiíén te ama?
Te apuesto a que experimentaste un cambio de energí­a entre el momento cuando leí­ste la primera pregunta (de apenas fracciones de segundo, espero) y las siguientes. Recuerda,
es muy simple: tu preguntas frecuentes determinan tu enfoque; aquello con lo que te conectas, impacta tu energí­a. Diseña tus propias preguntas potenciadoras. Emplea conscientemente el poder que ellas tienen para dirigir tu mente hacia los pensamientos que te nutren y elevan tu vibración.
10. Coníéctate con emociones inspiradoras.
Algunas pelí­culas nos conmueven. Es cuando se ven expresados magistralmente por la magia de la actuación, la escenografí­a y la musicalización, momentos que disparan emociones intensas. Yo lloro al ver algunas de esas escenas. Aunque no tanto como Carol, mi esposa: cuando yo tengo los ojos aguados, ya ella está llorando a moco tendido. Hay pelí­culas, libros, biografí­as e historias que nos muestran el poder de la fe, la determinación, el amor, la esperanza; nos inspiran a travíés de la muestra de otros seres humanos que han soñado, vencido y surgido. Recuerda esas escenas que te emocionaron y utilí­zalas como inspiración para lo que tienes que hacer, superar y lograr.
Pasión, amor, convicción, triunfo, coraje, fe, determinación, compasión, alegrí­a, entusiasmo… cuando nos dejamos tocar por estas emociones no nos queda otra que sentirnos inspirados por la grandeza humana. Esa misma que reside en ti.
11. Ingiere alimentos que te den energí­a en vez de restarte.
Tengo que confesarte algo. Hace un par de horas almorcíé un gran plato de pasta y todaví­a me siento pesado. De hecho, mi cuerpo me pidió dormir una siesta despuíés de semejante comilona. Realmente, fue un contra-ejemplo de lo que quiero compartir contigo. La digestión es la segunda de las funciones biológicas que más energí­a consume. ¿La primera?¡Sexo!
Cuando ingieres alimentos y se dispara el proceso digestivo, tu cuerpo requiere dedicar gran parte de su energí­a al procesamiento y transformación de lo ingerido. Si la comida no es particularmente “amigable” a tu cuerpo, la energí­a requerida es enorme. Tanto así­ que te da sueño, te sientes pesado y te provoca no hacer nada por un buen rato. Sin entrar en detalles sobre nutrición y alimentación (ya que es un tema complejo), sí­ quiero comunicarte lo siguiente: si deseas optimizar tu energí­a y mantener consistentemente los niveles necesarios de vitalidad para lograr tus objetivos, es importante elegir conscientemente lo que comes.
Es impresionante cómo a veces cuidamos más lo que damos “de comer” a nuestro carro que a nuestro propio cuerpo. La gasolina del octanaje equivocado le restarí­a potencia al motor y el aceite de mala calidad puede disminuirí­a la vida del mismo. Tu cuerpo está compuesto de millones de diminutos motores energíéticos de los cuales depende tu vida y tu capacidad de estar en acción: tus cíélulas. Ellas tambiíén requiere de la “gasolina” del octanaje adecuado y del “aceite” que les permita funcionar en óptimas condiciones. Sin embargo, hay quienes poco les importa lo que ingieren. Lo que comes no es inocente; tiene un impacto sobre tu bioquí­mica y en última instancia sobre tu vitalidad.
¿Quíé es más valioso, tu carro o tu cuerpo? ¿Cómo es la calidad de la “gasolina” que le suministras a tu cuerpo?
12. Haz ejercicio fí­sico.
El ejercicio ayuda a fortalecer tus órganos y a mantener tus sistemas internos funcionando en óptimo estado. Si haces ejercicios adecuadamente, despuíés de hacerlos te sentirás con más energí­a. A veces me he sentido cansado y a punto de postergar mi sesión de pesas. Pero una vez que las hago, siento cómo vuelve la energí­a a mi cuerpo. Prueba quíé ejercicios te sirven para despertar tu vitalidad y emplíéalos como un recurso para mantener tu salud y energí­a en alto.
13. Asegúrate un descanso de calidad.
Para tener más energí­a, a veces lo que necesitas es parar un rato. Es lógico: al descansar te recuperas de la energí­a perdida. Cuida que tu sueño sea reparador. Si no lo es, busca hacer cambios en tu ambiente que te ayuden a lograrlo. Puedes hacer más oscuro tu cuarto, comprar unas mejores almohadas o abrir las ventanas para mejorar la ventilación. Para un sueño reparador, es importante ayudar a que la mente “se duerma” al son de tu cuerpo. Procura no ver programas de alto impacto visual ni psicológico justo antes de dormirte. Así­ como quizá
en la mañana necesitas de unos minutos para “calentar tus motores”, asegúrate tambiíén un proceso para ir bajando las revoluciones mentales antes de dormir. Desconíéctate del dí­a. Ya lo que podí­as hacer hoy lo hiciste. De haber quedado algo pendiente, no lo puedes resolver sino hasta mañana. Por lo tanto, suíéltalo. Díéjalo tranquilo y más bien, coníéctate con aquello que puede inducirte emociones placenteras antes de caer en tu mundo oní­rico. Para esto, puedes hacerte estas preguntas cuando ya te encuentres acostado y con las luces apagadas: ¿Quíé he disfrutado hoy? ¿Cómo este dí­a ha contribuido al logro de mis metas? ¿Quíé he aprendido hoy? ¿Quíé he dado hoy? ¿De quíé puedo estar agradecido? Y dulces sueños…
14. Estimula tus sentidos.
Luz y colores… música… agua… olor a canela… brisa tocando tu piel. Estimular tus sentidos incrementa tu energí­a. Puede ser tan simple como prender una luz; o mejor aun, salir para permitir que el reflejo de la luz solar estimule tus ojos. Prueba escuchar una música que te inspire o tómate un vaso frí­o y refrescante de agua o jugo de frutas. Inspira un aroma estimulante o permí­tele a tu piel ser estimulada con sensaciones que te ayuden a elevar el nivel de alerta. En definitiva, cosas tan sencillas para despertar tus sentidos como echarte agua frí­a en la cara, pueden hacer una diferencia positiva en un momento en el cual sientes que tu energí­a va en picada.
15. ¡Hidrátate!
6 a 10 vasos al dí­a es lo recomendado por los míédicos. Deepak Chopra sugiere que cargues contigo en todo momento una botella de agua con el objetivo de tomar sorbos cada 20 a 30 minutos durante todo el dí­a. Tu cuerpo está compuesto en un 70% de agua. No es sorpresa encontrar que depende de este preciado lí­quido para funcionar en excelentes condiciones. Cuando tu cerebro dispara la sensación de sed, ya es tarde: tu cuerpo está en proceso de deshidratación. Y cuando esto sucede, tu energí­a cae. No dependas de la señal de sed para ingerir agua. Más bien desarrolla el hábito de ingerir este lí­quido continuamente durante el dí­a. Claro que irás más frecuentemente al baño, pero estarás limpiando tu organismo y manteniendo su nivel de energí­a.
16. Coníéctate con la naturaleza.
La ciudad donde vivo, Caracas, está cercada en su lindero norte por unas hermosas montañas a las cuales se les conoce con el nombre de “El ívila”. Prácticamente desde cualquier punto de la ciudad puedes observar la majestuosidad de estos cerros. Al contemplar la verde silueta de sus picos en contraste con el azul intenso del cielo, inmediatamente mis pulmones se ensanchan para respirar profundamente y mi energí­a surge. Imagino que algo similar debe sucederte a ti cuando entras en contacto con la naturaleza, como por ejemplo al darte el regalo de observar y sentir un hermoso paisaje. La naturaleza proyecta una magia que penetra en ti, estimulando tus sentidos y llevándote a pensamientos con altas dosis de inspiración. Las olas rompiendo en la costa; las bandadas de pájaros surcando el cielo al atardecer; el rozar de la fresca brisa en tu rostro; el aroma de las flores; el cantar de los grillos; los hermosos colores naranja de las nubes cuando el sol baja.
¿Cuándo fue la última vez que realmente te conectaste con la naturaleza? ¿Quíé estás esperando para repetirlo?
17. Toma tiempo para estar solo.
En ocasiones necesitas recuperar tu centro. ¿No es cierto? Me refiero a regalarte un momento para estar solo y asentar tu mente y emociones. Para reflexionar, dejarte sentir y reconectarte con lo que es más importante. O simplemente, para encontrar respuesta a preguntas acuciantes en la sabidurí­a del silencio. Me refiero a realmente estar contigo, no con el televisor y ni siquiera con un libro. Sólo con tus pensamientos y tu sentir. Del silencio surge lo que quieres decir. De la calma brota lo que has de hacer. Al estar quieto haces posible el reencuentro con tu ser. Para. Calla. Cíéntrate. Díéjate estar, díéjate ser. Es en el silencio cuando mejor puedes escuchar tu intuición; es en ese espacio que puedes reencontrar tu centro, tu norte, tu esencia, tu profundidad, tu poder.
Por tres minutos, deja de leer y permí­tete estar en silencio. Simplemente… Respira. Siente. Y desde el silencio… vuelve a surgir para actuar tu verdad.
18. Coníéctate con la energí­a de otras personas.
Como dice mi amigo y excelente conferencista Eduardo Martí­, hay personas que son desagí¼e, mientras otras son fuente. Desagí¼e son quienes al entrar en contacto contigo, te dejan con menos energí­a de la que tení­as antes. Son personas demandantes, muchas veces negativas, cí­nicas. ¿Conoces a alguien así­? Fuente son quienes te surten de nuevas energí­as. Son individuos por lo general positivos y entusiastas quienes además muestran un genuino interíés por ti. Cuando sales de estar en su compañí­a, te sientes como con las pilas recargadas. Las personas con quienes te rodeas impactan tu energí­a. Cuida de quiíén te acompañas y particularmente, cuando sientas la necesidad de elevar tu vitalidad, busca a las que son fuente. Claro está, ellas estarán ahí­ para ti en la medida en que tú tambiíén seas más fuente que desagí¼e.
19. Logra una meta o cierra un ciclo importante.
Ayer por la noche estaba revisando mi lista de metas para la semana que está terminando. Comencíé a marcar aquellos resultados que habí­a conseguido generar durante la semana. Cada vez que reconocí­a el logro de una de mis metas, sentí­a que mi energí­a aumentaba. Es extraño, pero el sólo hecho de hacer la marca de “completado” pareciera disparar un chorro de endorfinas en nuestro cerebro. Tanto así­, que a veces le agrego cosas a mi lista de resultados y acciones para mi dí­a o semana que no tení­a inicialmente, pero que ya he hecho. Con sólo marcarlo como completado, experimento una inyección psicológica de energí­a. Cuidado: ¡Completar tus metas puede llegar a ser adictivo!
20. Libíérate de algo.
Tu energí­a puede estar siendo consumida por personas, situaciones o incluso metas que no están alineadas con tu visión de vida. Metas del tipo “yo deberí­a”. Asuntos o conversaciones pendientes. Eso que aun no has resuelto pero lo cual continúa saltando a tu memoria. Situaciones que no son como quieres pero has estado tolerando, a costa de tu propio bienestar. Ideas sobre proyectos o actividades que quieres realizar, pero sobre las cuales no has hecho nada todaví­a. Puede ser una memoria, un ciclo que permanece abierto, la idea para la cena de la próxima semana, lo que no te agrada de otro o el producto que estás por lanzar al mercado. Todo esto consume energí­a. Imagina que tu mente tiene 100 unidades de atención. Estas unidades representan tu capacidad de asignar una porción de tu energí­a mental para procesar o tan sólo recordar algo. En la medida en que esas unidades se dispersan al tener presente muchas cosas en tu cabeza, tu energí­a mental disminuye. Imagina el siguiente inventario mental:
20 unidades de atención asignadas a las cosas pendientes.
12 unidades atrapadas en los pensamientos sobre la conversación que aun no te has decidido tener.
14 unidades enfocadas en lo que estás tolerando de tu compañero y ante lo cual no has llegado a un acuerdo.
18 unidades encargándose de alimentar tu miedo ante el reto que estás por asumir, pensando en lo peor.
19 unidades ubicadas en procesos de pensamiento agotadores sobre cosas fuera de tu control.
3 unidades fijadas en el recuerdo del bombillo del pasillo que tienes por cambiar (por cierto, esto me recuerda que tengo que…)
¿Cuánto te queda? ¡Apenas 14 unidades de atención para dedicarle al disfrute de tu vida y el logro de tus metas! Suelta. Libíérate. Identifica quíé le está restando a tu energí­a y no te está agregando valor. Escrí­belo. Decide. Actúa. Bota. Resuelve. Negocia. Olvida. Acepta. Al hacerlo recuperarás energí­a y aumentarás tu capacidad de enfocarla en lo que te permita lograr mayor satisfacción y productividad.

–> Visto en: http://www.el-amarna.org/2009/04/20-poderosas-maneras-para-aumentar-tu.html