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Autor Tema: Europa, un futuro con muchos abuelos y pocos nietos…  (Leído 100 veces)

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Europa, un futuro con muchos abuelos y pocos nietos…
« en: Junio 14, 2015, 12:59:03 pm »
Por… Roberto Savio




El Instituto para la Investigación Económica IFO publicó recientemente un informe sobre las proyecciones demográficas en Alemania, que confirma que su población está disminuyendo rápidamente.

Alemania ha perdido 1,5 millones de habitantes desde el último censo de 2011 y se estima que descenderá de 82,5 millones en 2003 a 66 millones en 2060, cuando Gran Bretaña (si aún existirá entonces como tal), será el paí­s más poblado en la Unión Europea (UE).

Entretanto, un estudio encomendado por la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, descubrió que 23 por ciento de los varones alemanes piensa que el tamaño ideal de la familia es “cero hijos”. Esto, a pesar de los 243.000 millones de euros que el gobierno gasta cada año en subsidios familiares.

El informe del IFO, con su sede en la ciudad alemana de Múnich, tambiíén calcula que, sin el aporte de los inmigrantes, el número de nacimientos anuales serí­a de solo 400.000, en un paí­s de 82 millones de habitantes.

El documento llega a la conclusión de que la disminución de los ingresos y la productividad debido al envejecimiento de la población es una grave amenaza para el futuro próximo.

Esto está sucediendo en el paí­s europeo que acoge el mayor número de inmigrantes, cerca de 10 millones. El año pasado, Alemania aceptó casi 700.000 inmigrantes. Sin embargo, aun con esa polí­tica relativamente abierta, su población está destinada a un descenso pronunciado.

A nivel europeo se observa la misma preocupante tendencia. De acuerdo con las proyecciones de población de Eurostat, la agencia de estadí­sticas de la UE, las estimaciones proyectadas para la población europea “no tienen precedentes en ninguna población humana”.

Señala que “mientras que en 1960 habí­a en promedio alrededor de tres jóvenes (0-14 años) por cada persona de edad avanzada (65 años o más), en 2060 podrí­a haber más de dos personas adultas mayores por cada joven. En otras palabras, a diferencia del pasado, más abuelos para menos nietos”.

A todo esto se debe añadir un documento sobre polí­ticas de migración publicado en 2014 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que afirma que “contrariamente a una creencia generalizada, los inmigrantes poco educados tienen una mejor situación fiscal –derivada de la diferencia entre sus contribuciones y los beneficios que reciben- que sus colegas nativos”.

“Los inmigrantes que tienen una posición fiscal menos favorable no es debido a una mayor dependencia de las prestaciones sociales, sino al hecho de que a menudo tienen salarios más bajos y por lo tanto un menor aporte contributivo. Los esfuerzos para una mejor integración de los inmigrantes deben ser vistos como una inversión, no como un coste”.

Por su parte, el gobierno británico reconoció que aunque los inmigrantes representan sólo ocho por ciento de la población, contribuyen con 10 por ciento al producto interno bruto (PIB) y que si la inmigración cesara, el crecimiento económico de Gran Bretaña serí­a de cerca de 0,5 por ciento más bajo durante los próximos dos años.

Ahora bien, lo llamativo es que esos datos interesan principalmente a los expertos, a pesar de que tienen implicaciones polí­ticas fundamentales. No los publican los medios de comunicación y ningún parlamentario –ni hablar de gobiernos- los ha utilizado para proponer reformas.

La sencilla razón es que en todos los paí­ses europeos han surgido partidos polí­ticos adversos a la inmigración, por lo general derechistas y contrarios al euro, sobre todo desde la crisis financiera de 2008, lo que ha convertido este tema en un tabú.

Se ha ignorado el análisis del Fondo de Población de las Naciones Unidas que considera que Europa dejará de ser competitiva en tan pocas díécadas, en parte debido a que su población envejecida significará una pesada carga para el sistema social, a menos que abra sus puertas a por lo menos 10 millones de personas.

En lugar de oponerse a los partidos populistas con una campaña basada en los hechos, los gobiernos europeos intentan neutralizarlos incorporando sus reclamos.

Despuíés de que el Partido por la Independencia de Gran Bretaña, contrario a los migrantes y al euro, lograse cuatro millones de votos en las elecciones de mayo de este año, el primer ministro, David Cameron, emprendió una campaña entre sus colegas europeos exigiendo que se le permita expulsar a los inmigrantes europeos si no encuentran trabajo en el plazo de seis meses, y entre otras cosas, anular sus derechos a los beneficios sociales.

Este es un ejemplo elocuente de la diferencia entre un estadista y un polí­tico. Un estadista hace lo que es bueno para su paí­s, aunque le cueste caro.

Cuando Helmut Kohl, canciller alemán entre 1982 y 1998, se mostró partidario de la integración europea y del euro, debió enfrentar una opinión pública muy hostil. Para los alemanes, su moneda, el sólido marco, era un sí­mbolo de estabilidad y confianza.

La idea de una nueva moneda compartida con pueblos considerados poco responsables revivió memorias de la hiperinflación en la República de Weimar (1919-1933).

Para hacer posible el euro, Kohl decidió aceptar que un no alemán, el holandíés WimDuisenberg, fuese el primer presidente del Banco Central Europeo.

Hoy en dí­a, la existencia de Pegida, una organización polí­tica alemana de extrema derecha y antiislamista, que cuenta unos pocos miles de miembros, es suficiente para paralizar a una polí­tica, la canciller íngela Merkel, que acabó por oponerse al acuerdo propuesto por la UE para compartir, mediante un sistema de cuotas a los inmigrantes que ingresan a Europa a travíés del Mediterráneo.

Su posición fue inmediatamente compartida por Francia. Gran Bretaña y Dinamarca pidieron ser excluidos, mientras que en varios estados de Europa central y oriental se registraron campañas de agitación contra los inmigrantes, ¡aunque estos son los paí­ses que aportan el grueso de la inmigración interna en Europa!

Pese a que estos datos y proyecciones son accesibles al público, la dura realidad es que Europa marcha hacia el declive, a menos que cambie de polí­tica y actúe para aumentar su población.



Suerte en sus vidas…


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