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Autor Tema: La coerción es mala para la economí­a...  (Leído 100 veces)

OCIN

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La coerción es mala para la economí­a...
« en: Julio 28, 2015, 08:10:39 pm »
Por...  Chris Edwards



Una caracterí­stica común de las polí­ticas económicas de la administración Obama es el uso de la coerción estatal. La Ley Obamacare para la salud obligó a los individuos a comprar un seguro de salud. Los aumentos de impuestos de la administración se hicieron de una porción mayor de las ganancias de millones de personas. Y las agencias federales están imponiendo una creciente cantidad de regulaciones laborales, ambientales y financieras a las empresas.

Los expertos en polí­ticas públicas que favorecen el mercado señalan los efectos negativos de cada intervención, pero la administración continúa concibiendo nuevas formas de tomar nuestro dinero, restringir lo que hacemos, y manipular la economí­a.

Los social demócratas o progresistas parecen no tener idea de por quíé las economí­as libres funcionan mejor que las economí­as basadas en la autoridad central. Ellos favorecen el uso de la fuerza centralizada aparentemente porque piensan que eso crea beneficios prácticos. Pero la coerción no es una forma práctica de ayudar a la economí­a —las regulaciones y los impuestos rara vez nos benefician. Algunas personas puede que ganen con esto, pero la gran mayorí­a de la gente pierde. La coerción suele destruir valor, no crearlo.

Hay por lo menos cuatro razones fundamentales por las que esto ocurre.

Primero, porque el gobierno utiliza la coerción, sus acciones están basadas en adivinanzas. Las regulaciones son ordenes desde arriba hacia abajo, no esfuerzos por encontrar un acuerdo común. El gasto depende de la tributación obligatoria, no del ingreso entregado voluntariamente por los clientes. De manera que las acciones del gobierno no reciben evaluación alguna acerca de si generan o no valor neto.

Compare esto con los mercados. Sabemos que los mercados generan valor porque están basados en intercambios voluntarios y mutuamente beneficiosos. La toma de decisiones en los mercados es un sistema ajustado a la realidad que es guiado por las preferencias individuales.

Considere la compra de aviones. En el sector privado, una aerolí­nea elige el número de aviones quíé comprar basándose en la demanda de vuelos aíéreos, que es derivada, a travíés del sistema de precios, de las decisiones realizadas en el mercado. En cambio, cuando el Pentágono compra aviones, no tiene un sistema de precios o una demanda medida como guí­a, así­ que sus decisiones se hacen a ciegas.

Segundo, las acciones estatales muchas veces destruyen valor porque crean ganadores y perdedores. Las regulaciones suprimen las decisiones personales e imponen reglas de la misma talla para todos. La cantidad de gasto federal destinado a cada programa es seleccionada para toda la nación, y por lo tanto difiere de la cantidad que serí­a favorecida por cada individuo.

En los mercados, la gente puede elegir la cantidad que desea comprar de cada í­tem, y pueden seguir una amplia gama de intereses, estilos de vida y carreras distintos. “La gran ventaja del mercado”, decí­a Milton Friedman, “es que permite una amplia diversidad”, mientras que “el atributo caracterí­stico de la acción a travíés de los canales polí­ticos es que suele requerir o hacer cumplir una conformidad sustancial”.

A los social demócratas les gusta utilizar la palabra “diversidad”, pero son los mercados libres los que realmente la proveen. Con su respaldo de un Estado grande, los social demócratas parecen creer que la gente puede beneficiarse mediante la limitación de sus decisiones personales. Pero con la sociedad cada vez más pluralista de EE.UU., tiene más sentido permitir las diversas soluciones de mercado, que seguir imponiendo reglas provenientes de Washington.

Tercero, las actividades estatales fracasan en crear valor porque el financiamiento viene de una fuente obligatoria: los impuestos. A diferencia de lo que ocurre en los mercados, las decisiones malas del gobierno no son castigadas y las polí­ticas fracasadas no son eliminadas porque el financiamiento no depende del desempeño. Los programas de poco valor pueden sobrevivir para siempre, y bloquean la reasignación de recursos a mejores fines.

En los mercados, la búsqueda de las ganancias alienta a las empresas a buscar mejores maneras de hacer las cosas. Las empresas buscan maximizar el valor para sí­ mismas, y acaban fomentando la economí­a. Esta es “la mano invisible” de Adam Smith. En el Estado, no hay una mano invisible, no hay guí­a que conduzca a quienes diseñan las polí­ticas hacia una dirección constructiva.

Cuarto, los programas estatales muchas veces fracasan en generar valor porque los impuestos que los financian crean un “peso muerto” o perjuicio económico. Los impuestos son obligatorios, y por eso inducen a las personas a evitarlos cambiando sus actividades de trabajo, inversión y consumo. Eso reduce la producción y los ingresos en general.

Consideremos lo que pasara si el gobierno impusiera un impuesto al vino. Eso transferirí­a dinero de los bebedores de vino a los programas estatales. Pero un costo adicional —el peso muerto— serí­a creado conforme la gente reduce su consumo de vino. La gente gozarí­a de menos vino y sufrirí­a de una reducción en su bienestar o felicidad.

El impuesto al vino ha bloqueado los intercambios mutuamente beneficiosos que de otra forma se darí­an, y por lo tanto ha perjudicado la economí­a. El tamaño del daño depende del tipo de impuesto, pero para el impuesto sobre la renta, los estudios empí­ricos demuestran que el peso muerto de elevar los impuestos por un dólar es de alrededor de 50 centavos.

Suponga que un filántropo gasta $10 millones en un programa caritativo que genera $12 millones de beneficios. Ese programa privado serí­a un íéxito. Pero un programa similar conducido por el gobierno serí­a un fracaso porque el financiamiento tributario crearí­a pesos muertos. El programa del gobierno costarí­a $10 millones directamente, más otros $5 millones en peso muerto, acarreando un costo total que es superior a los beneficios.

En pocas palabras, la coerción impone pesos muertos y crea ganadores y perdedores, lo cual es totalmente opuesto a los intercambios gana-gana que se dan en el mercado. Los polí­ticos podrán esperar que sus intervenciones creen más ganadores que perdedores, pero eso es un pensamiento deseoso porque sus decisiones están basadas en nada más y nada menos que adivinanzas.

Los social demócratas asumen que el Estado tiene una ventaja al momento de resolver los problemas de la sociedad porque es una institución tan poderosa. Pero porque usa la coerción para financiarse e imponer su voluntad, el Estado suele tomar malas decisiones, cementarlas, y arrastrar hacia abajo toda la economí­a.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...