Bilocaciones o bicorporeidad, el poder de estar en dos lugares a la vez
https://anareyessite.wordpress.com/2015/10/02/bilocaciones-o-bicorporeidad-el-poder-de-estar-en-dos-lugares-a-la-vez/Uno de los grandes superpoderes que sería realmente alucinante en cualquier ser humano es la capacidad de teletransporte o, lo que es mucho mejor, la capacidad de existir en dos lugares al mismo tiempo. Y aunque solo existe en leyendas urbanas, en la ciencia ficción o en relatos de personajes que se convirtieron en santos, el fenómeno tiene un tíérmino que lo define: bilocación.
La bilocación es la presencia simultánea de una persona en dos sitios diferentes. Este poder se ha atribuido a travíés de la historia a algunos seres humanos que fueron convertidos en santos por la iglesia católica. Se dice que Pío de Pietrelcina (padre Pío) tuvo esta habilidad, y de hecho varios testigos afirmaron haberlo visto en sitios diferentes al mismo tiempo en un estado de bilocación.
La historia de San Antonio es una de las más famosas. Al mismo tiempo que predicaba en Italia, en la ciudad de Padua, se dice que tambiíén se le vio en Lisboa, Portugal, encabezando la defensa en el juicio contra un padre acusado de asesinato en vías de ser sentenciado a muerte.
En “Historiasâ€, la obra del historiador griego Tácito, hay una interesante referencia al fenómeno que experimentó el emperador Vespasiano, el padre del general Tito, que invadió Jerusalíén y dispersó al pueblo judío durante varios siglos. Según Tácito, Vespasiano consultó a Basílides, un sabio egipcio, al interior de un templo en Alejandría. Posteriormente, el emperador certificó que en ese mismo instante el gran filósofo se encontraba a una distancia de 90 kilómetros.
La bilocación significa estar en dos sitios al mismo tiempo, y la bicorporeidad manifestarse con dos cuerpos en lugares distintos. Una muestra clara se puede ver a continuación, en la bilocación (una de tantas) de San Pío de Pieltrecina:
Cierto día, un oficial del Ejíército italiano se dirigió a la sacristía y, teniendo enfrente al padre Pio, dijo: “Sí, aquí está íél. No estoy equivocadoâ€. Se acercó al padre, se arrodilló y llorando le dijo: “Padre, gracias por salvarme de la muerteâ€. Despuíés, aquel hombre explicó lo sucedido a las personas que se encontraban allí: “Yo era capitán de infantería y un día, en el campo de batalla, en un momento terrible no muy lejos de mí, se apareció un fraile que indicó ‘Señor, alíéjese de este lugar’. Me dirigí hacia íél y en el momento en que me movía una granada estalló en el lugar donde había estado segundos antes. Aquella granada abrió un cráter en el suelo. Me volví para encontrar al fraile, pero se había idoâ€. Supuestamente San Pío había hecho bilocación y le salvó la vida al hombre.
Según el Espiritismo, la explicación de la bicorporeidad es: en el fenómeno de la bilocación es posible darse cuenta de la escisión y la persona dividida se traslada en espíritu hacia otra región que momentáneamente se encuentra relacionada con su objetivo. Una vez allí, con el apoyo de la espiritualidad, reviste su espíritu con ectoplasma, haciíéndolo visible, audible y tangible.
El cuerpo físico transitoriamente se vuelve inerte, mantenido en una especie de vida vegetativa por tenues hilos energíéticos que conforman al cordón de plata, como especifica la Biblia en el Antiguo Testamento. Una vez terminado el fenómeno, el espíritu regresa a su cuerpo adormecido y despierta de forma normal.
Incluso con los cuestionamientos de los no creyentes en referencia a la bilocación, no hay ninguna prueba contundente de que tal poder exista, y por ello se consideran como actos de fe. En casos como el del padre Pío, existieron testigos oculares, que lo describieron e incluso llegaron a dialogar con íél de forma simultánea.
Los testigos del la bilocación padre Pío.
La Sra. María fue una hija espiritual del padre Pío, ella declaró: “Cierta vez, durante la noche, me encontraba rezando con mi hermano cuando de repente íél se sintió con mucho sueño y despuíés se levantó violentamente tras haber recibido una cachetada. Mi hermano notó que la mano que lo abofeteó estaba cubierta con un guante. í‰l pensó que había sido el padre Pío y al día siguiente preguntó que si había ido hasta su casa para darle la cachetada. El padre Pio le respondió ‘¿esa es la forma correcta de orar?’. Con una cachetada, el padre Pio llamó la atención de mi hermano en la oraciónâ€.
El padre Alberto, que conoció al padre Pío en 1917 relató: “Vi al padre levantarse frente a una ventana mientras miraba en dirección a la montaña. Me acerquíé para besar su mano, pero íél ignoró mi presencia. Notíé que su brazo estaba rígido. En aquel momento escuchíé que le daba la absolución a alguien. Despuíés de un tiempo se sacudió como si hubiera despertado de un sueño. Me vio y dijo: ‘estabas aquí, no me di cuenta’. Algunos días despuíés llegó un telegrama desde Torino (Italia). En aquel telegrama alguien agradecía la superior del convento por haber enviado al padre Pío a Torino para ayudar a una persona que estaba agonizando. Entonces me quedó claro que el hombre estaba muriendo al mismo tiempo que el padre Pio le daba los santos oleos en San Giovanni Rotondo. Obviamente el superior del convento jamás envió al padre Pío a Torino, por lo que estuvo allí en bilocaciónâ€.
En 1946 una familia norteamericana viajó de Filadelfia a San Giovanni Rotondo para agradecer personalmente al padre Pío. Su hijo era un piloto de avión bombardero durante la Segunda Guerra Mundial, y el padre Pío lo había salvado en los cielos del Ocíéano Pacifico. El avión sobrevolaba muy cerca de una isla en dirección al aeropuerto donde aterrizaría despuíés de descargar las bombas. Pero la aeronave fue alcanzada por un avión caza japoníés. El avión – dijo el hijo – explotó antes de que la tripulación tuviera oportunidad de saltar con paracaídas. Solo yo tuve la suerte de salir con vida. Y hubiera impactado contra el suelo de no haber recibido la ayuda de un fraile que se apareció en el aire. Tenía una barba blanca, me tomó en sus brazos y me llevó suavemente hasta el aeropuerto. Ya pueden imaginar la sorpresa que esto me produjo, e incluso me dejó sin habla. Nadie creía en mí, pero gracias a que estaba allí todos tuvieron que hacerlo. Reconocí al fraile que salvó mi vida cuando, despuíés de algunos días de licencia, me enviaron a casa. Pude ver al fraile en las fotografías de mi madre. Ella me dijo que le había pedido al padre Pío que cuidara de mí.
Así como estos, existen muchos otros relatos que colocan al padre Pío en bilocación en diversas partes del mundo.
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