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Autor Tema: Bilocaciones o bicorporeidad, el poder de estar en dos lugares a la vez  (Leído 466 veces)

Scientia

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Bilocaciones o bicorporeidad, el poder de estar en dos lugares a la vez

https://anareyessite.wordpress.com/2015/10/02/bilocaciones-o-bicorporeidad-el-poder-de-estar-en-dos-lugares-a-la-vez/


Uno de los grandes superpoderes que serí­a realmente alucinante en cualquier ser humano es la capacidad de teletransporte o, lo que es mucho mejor, la capacidad de existir en dos lugares al mismo tiempo. Y aunque solo existe en leyendas urbanas, en la ciencia ficción o en relatos de personajes que se convirtieron en santos, el fenómeno tiene un tíérmino que lo define: bilocación.

La bilocación es la presencia simultánea de una persona en dos sitios diferentes. Este poder se ha atribuido a travíés de la historia a algunos seres humanos que fueron convertidos en santos por la iglesia católica. Se dice que Pí­o de Pietrelcina (padre Pí­o) tuvo esta habilidad, y de hecho varios testigos afirmaron haberlo visto en sitios diferentes al mismo tiempo en un estado de bilocación.

La historia de San Antonio es una de las más famosas. Al mismo tiempo que predicaba en Italia, en la ciudad de Padua, se dice que tambiíén se le vio en Lisboa, Portugal, encabezando la defensa en el juicio contra un padre acusado de asesinato en ví­as de ser sentenciado a muerte.

En “Historias”, la obra del historiador griego Tácito, hay una interesante referencia al fenómeno que experimentó el emperador Vespasiano, el padre del general Tito, que invadió Jerusalíén y dispersó al pueblo judí­o durante varios siglos. Según Tácito, Vespasiano consultó a Basí­lides, un sabio egipcio, al interior de un templo en Alejandrí­a. Posteriormente, el emperador certificó que en ese mismo instante el gran filósofo se encontraba a una distancia de 90 kilómetros.

La bilocación significa estar en dos sitios al mismo tiempo, y la bicorporeidad manifestarse con dos cuerpos en lugares distintos. Una muestra clara se puede ver a continuación, en la bilocación (una de tantas) de San Pí­o de Pieltrecina:

Cierto dí­a, un oficial del Ejíército italiano se dirigió a la sacristí­a y, teniendo enfrente al padre Pio, dijo: “Sí­, aquí­ está íél. No estoy equivocado”. Se acercó al padre, se arrodilló y llorando le dijo: “Padre, gracias por salvarme de la muerte”. Despuíés, aquel hombre explicó lo sucedido a las personas que se encontraban allí­: “Yo era capitán de infanterí­a y un dí­a, en el campo de batalla, en un momento terrible no muy lejos de mí­, se apareció un fraile que indicó ‘Señor, alíéjese de este lugar’. Me dirigí­ hacia íél y en el momento en que me moví­a una granada estalló en el lugar donde habí­a estado segundos antes. Aquella granada abrió un cráter en el suelo. Me volví­ para encontrar al fraile, pero se habí­a ido”. Supuestamente San Pí­o habí­a hecho bilocación y le salvó la vida al hombre.

Según el Espiritismo, la explicación de la bicorporeidad es: en el fenómeno de la bilocación es posible darse cuenta de la escisión y la persona dividida se traslada en espí­ritu hacia otra región que momentáneamente se encuentra relacionada con su objetivo. Una vez allí­, con el apoyo de la espiritualidad, reviste su espí­ritu con ectoplasma, haciíéndolo visible, audible y tangible.

El cuerpo fí­sico transitoriamente se vuelve inerte, mantenido en una especie de vida vegetativa por tenues hilos energíéticos que conforman al cordón de plata, como especifica la Biblia en el Antiguo Testamento. Una vez terminado el fenómeno, el espí­ritu regresa a su cuerpo adormecido y despierta de forma normal.

Incluso con los cuestionamientos de los no creyentes en referencia a la bilocación, no hay ninguna prueba contundente de que tal poder exista, y por ello se consideran como actos de fe. En casos como el del padre Pí­o, existieron testigos oculares, que lo describieron e incluso llegaron a dialogar con íél de forma simultánea.

 

Los testigos del la bilocación padre Pí­o.

La Sra. Marí­a fue una hija espiritual del padre Pí­o, ella declaró: “Cierta vez, durante la noche, me encontraba rezando con mi hermano cuando de repente íél se sintió con mucho sueño y despuíés se levantó violentamente tras haber recibido una cachetada. Mi hermano notó que la mano que lo abofeteó estaba cubierta con un guante. í‰l pensó que habí­a sido el padre Pí­o y al dí­a siguiente preguntó que si habí­a ido hasta su casa para darle la cachetada. El padre Pio le respondió ‘¿esa es la forma correcta de orar?’. Con una cachetada, el padre Pio llamó la atención de mi hermano en la oración”.

El padre Alberto, que conoció al padre Pí­o en 1917 relató: “Vi al padre levantarse frente a una ventana mientras miraba en dirección a la montaña. Me acerquíé para besar su mano, pero íél ignoró mi presencia. Notíé que su brazo estaba rí­gido. En aquel momento escuchíé que le daba la absolución a alguien. Despuíés de un tiempo se sacudió como si hubiera despertado de un sueño. Me vio y dijo: ‘estabas aquí­, no me di cuenta’. Algunos dí­as despuíés llegó un telegrama desde Torino (Italia). En aquel telegrama alguien agradecí­a la superior del convento por haber enviado al padre Pí­o a Torino para ayudar a una persona que estaba agonizando. Entonces me quedó claro que el hombre estaba muriendo al mismo tiempo que el padre Pio le daba los santos oleos en San Giovanni Rotondo. Obviamente el superior del convento jamás envió al padre Pí­o a Torino, por lo que estuvo allí­ en bilocación”.

En 1946 una familia norteamericana viajó de Filadelfia a San Giovanni Rotondo para agradecer personalmente al padre Pí­o. Su hijo era un piloto de avión bombardero durante la Segunda Guerra Mundial, y el padre Pí­o lo habí­a salvado en los cielos del Ocíéano Pacifico. El avión sobrevolaba muy cerca de una isla en dirección al aeropuerto donde aterrizarí­a despuíés de descargar las bombas. Pero la aeronave fue alcanzada por un avión caza japoníés. El avión – dijo el hijo – explotó antes de que la tripulación tuviera oportunidad de saltar con paracaí­das. Solo yo tuve la suerte de salir con vida. Y hubiera impactado contra el suelo de no haber recibido la ayuda de un fraile que se apareció en el aire. Tení­a una barba blanca, me tomó en sus brazos y me llevó suavemente hasta el aeropuerto. Ya pueden imaginar la sorpresa que esto me produjo, e incluso me dejó sin habla. Nadie creí­a en mí­, pero gracias a que estaba allí­ todos tuvieron que hacerlo. Reconocí­ al fraile que salvó mi vida cuando, despuíés de algunos dí­as de licencia, me enviaron a casa. Pude ver al fraile en las fotografí­as de mi madre. Ella me dijo que le habí­a pedido al padre Pí­o que cuidara de mí­.

Así­ como estos, existen muchos otros relatos que colocan al padre Pí­o en bilocación en diversas partes del mundo.

http://marcianosmx.com/bilocacion/