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Autor Tema: Los nuevos clichíés de la competencia corporativa...  (Leído 126 veces)

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Los nuevos clichíés de la competencia corporativa...
« en: Octubre 20, 2015, 12:58:14 pm »
Por...  Lucy Kellaway




Desde hace al menos dos díécadas, todos afirman que el mundo se vuelve más competitivo y pregonan tres "nuevas" reglas para lidiar con ello: síé paranoico, síé disruptivo y declara la guerra por el talento, pero ¿están en lo correcto?

En la portada del más reciente número de Harvard Business Review se puede leer en grandes letras “Las Nuevas Reglas de la Competencia”.

Debajo se encuentran tres viñetas, resaltadas en amarillo para aumentar el sentido de urgencia: Síé paranoico. Síé disruptivo contigo mismo. Declara la guerra por el talento.

Miríé el tí­tulo y busquíé el artí­culo dentro de la revista, escrito por tres personas muy conocidas de McKinsey. Al comenzar a leer me sentí­ un poco aburrida, pero luego comencíé a irritarme. Desde que comencíé a seguir estas cosas — hace más de 20 años — la gente ha estado asegurando que el mundo se está haciendo cada vez más competitivo.

Y durante la mayor parte de ese tiempo han estado pregonando estas mismas tres “nuevas” reglas para lidiar con esa situación. Si alguna de ellas fuera correcta, su falta de originalidad podrí­a no ser importante. Pero no lo son. Todas son incorrectas.

Consejo número uno — síé paranoico — se ha escuchado desde 1998 cuando Andy Grove escribió Only the Paranoid Survive (Sólo los Paranoicos Sobreviven). Era un gran tí­tulo para un libro, pero es un principio peligrosamente malo. Tengo la desdicha de conocer a alguien que sufre de un trastorno paranoico; tiene delirios, es muy susceptible, es desconfiado y tiene extrañas y espectaculares ideas sobre sí­ mismo.

Semejantes caracterí­sticas son poco atractivas y difí­ciles de conciliar en un ser humano, pero dentro de una compañí­a casi seguramente conducen a la bancarrota.

Posiblemente estoy siendo muy literal: seguramente al decir que las compañí­as deben ser paranoicas quieren decir que deben vigilar a la competencia. Eso está bien, pero es demasiado obvio para que valga la pena decirlo. No ha habido momento en que no haya sido una buena idea echarle un vistazo a los rivales de vez en cuando.

El siguiente consejo es síé disruptivo contigo mismo. Cuando yo era pequeña, ser disruptivo era algo malo según todo el mundo. “Lucy puede ser disruptiva en la clase” no era un buen reporte para mostrarles a los padres en casa. Desde que Clayton Christensen acuñó la frase “tecnologí­as disruptivas” en un artí­culo publicado en 1995, lo disruptivo se ha tomado como algo axiomáticamente bueno. Ahora cualquiera que escucha la palabra automáticamente piensa en Uber, y, por supuesto, se emociona.

Ser disruptivo es el clichíé del momento y nadie se atreve a cuestionarlo (excepto Jill Lepore en su brillante ensayo publicado en el New Yorker el año pasado). No hay nada mágico en ser disruptivo, señala en su ensayo. Muchas ideas disruptivas son un desastre, y muchas compañí­as que son exitosas no han sido disruptivas en lo absoluto. Ser disruptivo ni predice el futuro, ni explica el pasado. Lo único que hace es dejar a todos sin aliento.

Pero la perogrullada que más me molesta es la idea de que deberí­amos declarar la guerra por el talento. Ya hace casi 20 años que McKinsey renombró a la gente con el tíérmino “talento” y declaró la guerra por ellos.

Desde entonces, el mundo entero lo ha seguido. Los recursos humanos ya casi no existen; en cualquier parte que miremos, lo que vemos es talento.

Lo primero que no está bien en cuanto a la palabra es que es mentira. La mayor parte de las personas carecen de talento — son mediocres. Sin embargo, las compañí­as usualmente se refieren incluso a sus trabajadores más incapaces de esta forma poco sincera; Walmart ha abierto un “Centro de Talento” en Dallas para entrenar a la gente para empujar carritos y abastecer los anaqueles.

En lugar de hacer que todos se sientan bien consigo mismos, el talento deshumaniza de la misma forma en que lo hací­an los “recursos”, sólo que este último tíérmino lo hací­a abiertamente.

Sin embargo, lo peor es que conduce a metáforas sorprendentemente tristes e inadecuadas. En todas partes hay tuberí­as de talentos y estanques de talentos, con sus respectivas y desafortunadas implicaciones de que si se abre un grifo, la gente saldrá a chorros, o de que hay montones de gente inteligente nadando en un estanque. Pero como metáfora, la guerra por el talento se lleva el premio. Lo importante de una guerra es que siempre hay un enemigo, pero en este caso parece no haberlo.

En lugar de declarar la guerra por el talento, le estoy declarando la guerra al talento. Mi enemigo es todo aquel que use este tíérmino y mis armas son el sarcasmo y la racionalidad.

Mi nueva regla de competencia es la siguiente: contraten trabajadores competentes y cuí­denlos. Mi antigua regla de competencia era exactamente igual.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...