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Autor Tema: La teorí­a de las esferas de Dyson: ¿y si envolviíéramos el Sol en una gran cíºpul  (Leído 624 veces)

Scientia

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La teorí­a de las esferas de Dyson: ¿y si envolviíéramos el Sol en una gran cúpula?

El Sol es una gigantesca fuente de energí­a, pero desde la Tierra no podemos aprovechar todo su potencial: nos llega una minúscula fracción de su energí­a. ¿Podrí­amos llegar a aprovecharla toda?

Hace un par de semanas, internet se inundó con noticias sobre el descubrimiento de una supuesta “megaestructura extraterrestre” alrededor de una estrella que se encuentra a 1.500 años luz de distancia llamada KIC 8462852. Como siempre, la prensa estaba haciendo gala de tener el gatillo bastante flojo a la hora de hacer afirmaciones exageradas y seguramente a dí­a de hoy ya habríéis leí­do artí­culos más sensatos que explican que lo más probable es que las variaciones de luminosidad de la estrella en cuestión se deban a que está rodeada por un halo de polvo y cometas… Y no las piezas de un gigantesco puzzle aliení­gena.
Aun así­, una megaestructura extraterrestre no deja de ser un concepto interesante que nos permite ponernos en el lugar de una civilización mucho más avanzada que la nuestra, imaginar a quíé problemas podrí­amos enfrentarnos e intentar solucionarlos de manera conceptual llevando al lí­mite nuestros conocimientos sobre astronomí­a e ingenierí­a.
Así­ que supongamos que la civilización humana sigue avanzando durante los próximos miles de años. Confinados sobre la superficie de la Tierra, los recursos que tenemos a nuestra disposición se irán agotando a medida que la población crezca, la tecnologí­a avance y la demanda energíética se dispare. Ante este escenario llegará el momento en el que tendremos que buscar una fuente de energí­a alternativa para evitar el colapso de la sociedad.
El Sol, la fuente perfecta de energí­a
El Sol serí­a un candidato estupendo. Irradia una cantidad tremenda de energí­a las 24 horas del dí­a, 365 dí­as al año, no necesita mantenimiento y seguirá brillando de manera estable, como mí­nimo, durante 1.100 millones de años más. El problema es que desde la Tierra nunca podremos aprovechar todo su potencial: estando a 150 millones de kilómetros de distancia, la superficie de nuestro planeta tan sólo es alcanzada por una dos mil milloníésima parte de la energí­a que el sol emite. Eso no significa que nos recibamos poca energí­a, ojo: si cometiíéramos el disparate de cubrir por completo con placas solares cada pedazo de tierra firme de nuestro planeta tendrí­amos a nuestra disposición una cantidad de energí­a 5.000 veces mayor a la que producimos anualmente.
El concepto fue popularizado por el fí­sico y matemático Freeman Dyson en los 60, inspirado por las obras de ciencia-ficción de otros autores
Pero incluso esta cifra se quedarí­a pequeña si nuestra civilización avanzara lo suficiente. Llegado el momento, nos verí­amos obligados a idear nuevas maneras de aprovechar la radiación producida por nuestra estrella de la manera más eficiente posible. ¿Y quíé mejor manera de hacerlo que construir una gigantesca esfera hueca alrededor del sol que capture toda la energí­a que emite?
Esta idea no nos la ha chivado ningún viajero temporal del futuro. El concepto fue popularizado por el fí­sico y matemático Freeman Dyson en la díécada de 1960, inspirado por las obras de ciencia-ficción de otros autores, por lo que pasó a conocerse como esfera de Dyson.
Una idea teórica con muchos obstáculos
Pese a ser teóricamente posible, la construcción de una esfera de Dyson cae tan lejos de nuestro alcance tecnológico que resulta muy difí­cil imaginar los detalles de su fabricación. Lo que sí­ que podemos hacer es responder a algunas preguntas sobre los principios que gobernarí­an nuestra esfera.
Por ejemplo, ¿realmente se puede colocar una esfera hueca alrededor de una estrella? ¿Quíé pasarí­a desde el punto de vista gravitatorio?
Esfera de Dyson (Wikipedia)
Esfera de Dyson (Wikipedia)
En principio no habrí­a ningún problema. La influencia gravitacional neta de la esfera sobre la estrella de su interior serí­a nula porque, al ser una estructura simíétrica, tirarí­a de la estrella con la misma fuerza desde todas las direcciones por igual. Incluso aunque la estrella no estuviera colocada en el centro exacto de la esfera de Dyson, seguirí­a sin ser atraí­da con más fuerza en una dirección en concreto que en otra. Hablaba con más detalle sobre este tema en esta entrada en la que desmentí­a la teorí­a de la Tierra hueca.
Pero esto plantea un problema: al estar flotando libremente por el espacio respecto a la estrella, cualquier objeto que impactara contra la estructura podrí­a poner en movimiento la esfera de Dyson. Sin un sistema que corrigiera su velocidad de manera constante para mantenerla quieta, alguna de las paredes interiores de la esfera terminarí­a por chocar con la estrella y el proyecto más ambicioso de la humanidad terminarí­a convertido en un gigantesco anillo de chatarra dando vueltas alrededor del Sol.
¿De dónde saldrí­a el material?
Por suerte, podrí­amos evitar los problemas derivados del impacto de otros cuerpos celestes contra la esfera si antes de empezar a construir la esfera de Dyson limpiáramos el sistema solar de cometas y asteroides… Algo que tendremos que hacer de todos modos porque, ¿de dónde sacarí­amos suficiente material para construir una esfera de Dyson?
Una estructura de un tamaño tan colosal requerirí­a una cantidad inmensa de material. De hecho, aunque desmanteláramos casi por completo el sistema solar para fabricar una esfera de Dyson del tamaño de la órbita de la Tierra nos seguirí­a quedando una megaestructura bastante esmirriada. Combinando la masa de todos los planetas del sistema solar, los asteroides, Plutón y los demás objetos del cinturón de Kuiper, acumularí­amos suficiente material para dotar a nuestra esfera de unos 600 kilos de material por cada metro cuadrado.
Combinando la masa de todos los cuerpos del sistema solar acumularí­amos suficiente material para una esfera de 600 kilos de material por metro cuadrado
Y aquí­ viene la especulación, porque dependiendo del elemento que supongamos que corresponde a esos 600 kilos de material podremos dotar la esfera de un grosor mayor o menor. Por ejemplo, una esfera enteramente hecha de hierro tendrí­a unos 8 centí­metros de grosor. Con un material menos denso, como el diamante, ese grosor aumentarí­a hasta los 20 centí­metros.
En la vida real los planetas no están compuestos por un solo elemento, sino por una gran variedad de compuestos quí­micos. Es decir, que la civilización que intentara desmantelar los planetas de su propio sistema planetario tendrí­a que enfrentarse al reto de diseñar la esfera con una cantidad limitada de materiales distintos, algunos más resistentes o adecuados para la construcción que otros.
Las fuerzas que sufrirí­a la esfera
Y hablando de resistencia. ¿existe algún material capaz de soportar los esfuerzos a los que estarí­a sometida una esfera de Dyson?
Aunque la esfera de Dyson no ejercerí­a fuerza gravitatoria sobre la estrella, la gravedad de la estrella sí­ que intentarí­a atraer las paredes de la esfera hacia adentro, provocando fuerzas compresivas tremendas repartidas por toda la estructura podrí­an hacer que íésta implosionara y, de nuevo, terminase convertida en un anillo de escombros.

Ningún material conocido serí­a capaz aguantar esfuerzos de esa magnitud, pero existen soluciones futuristas que podrí­an ayudar a reducir el estríés al que estarí­a sometida la estructura como, por ejemplo, colocar una serie de vehí­culos muy masivos que dieran vueltas alrededor del interior de la esfera, de manera que podrí­an transferir su fuerza centrí­fuga a la estructura en dirección contraria a la gravedad de la estrella, evitando hasta cierto punto su compresión.
Como alternativa más realista, una civilización podrí­a optar por construir una esfera con una pared muy fina, una burbuja de Dyson que se mantuviera hinchada por la propia presión de radiación de la estrella. Otra opción serí­a dejar de lado el concepto de una esfera continua y construir un enjambre de Dyson alrededor de la estrella, una nube de pequeñas estaciones recolectoras que capturaran la energí­a y la mandaran allá donde se necesitara en otras partes del sistema solar mediante rayos láser.
Pero estas dos últimas opciones presentan un problema: no son lo suficientemente sólidas como para vivir en ellas.
¿Podrí­amos vivir en el interior de la esfera?
Parece una idea descabellada e innecesaria, pero enfoquíémoslo de esta manera: la superficie interior de una esfera de Dyson del diámetro de la órbita de terrestre tendrí­a una superficie 554 millones de veces mayor que la Tierra, así­ que serí­a un buen lugar al que recurrir si en el futuro tuviíéramos problemas de espacio. El problema es que el interior de la esfera tendrí­a que cumplir dos requisitos básicos para ser habitable: tener una temperatura decente y gravedad que mantenga los cuerpos de sus habitantes pegados al suelo.
Una esfera de Dyson de este tamaño capturarí­a de manera constante todo el calor emitido por el Sol hasta alcanzar una temperatura de unos 122ºC
Por un lado, una esfera de Dyson de este tamaño capturarí­a de manera constante todo el calor emitido por el Sol hasta que la estructura alcanzara una temperatura de unos 122ºC. O sea, que sin un sistema de refrigeración descomunal difí­cilmente podrí­amos esperar que una civilización avanzada llevara una vida normal en el interior de nuestra megaestructura.
El tema de la gravedad se podrí­a salvar si la esfera rotara con suficiente velocidad como para que apareciera una fuerza centrí­fuga en la dirección contraria a la atracción gravitatoria de la estrella central. Aunque solución tan sólo generarí­a una fuerza gravitatoria considerable en las zonas cercanas al ecuador de la esfera de Dyson, donde la fuerza centrí­fuga es mayor y, además, aumentarí­a aún más los esfuerzos ya de por sí­ inimaginables a los que estarí­a sometida la estructura.
¿Podrí­an existir esferas extraterrestres?
Dicho todo esto, ¿realmente hay alguna posibilidad de que encontremos las esferas de Dyson de otras civilizaciones inteligentes desperdigadas por el espacio?
En teorí­a, una civilización muy avanzada podrí­a construir una esfera de Dyson sin problemas. Y más si lo hiciera alrededor de una estrella pequeña, como una enana blanca.
¿Cómo de avanzada? No lo sabemos, pero la comunidad cientí­fica lo considera un escenario suficientemente realista como para que exista un programa que rastrea en el cielo en busca de señales de radiación infrarroja que tengan las marcas de haber sido emitidas por un objeto caliente compuesto por elementos pesados igual que lo harí­a una estructura de este calibre. Hasta ahora se han analizado unas 250.000 fuentes de emisión y entre ellas se han encontrado 17 señales “díébiles” o “ambiguas” que podrí­an corresponder al perfil que cabrí­a esperar de una esfera de Dyson. ¿Es posible que en el futuro alguna de esas señales revele que no estamos solos en el universo? No nos queda más remedio que esperar para salir de dudas.


https://www.youtube.com/watch?v=GrM3f7Bil5A
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