Estaba lloviendo en un pequeño pueblo, donde todos los habitantes estaban endeudados. A causa de la lluvia, llega al pequeño hotel del pueblo un turista y pone un billete de 100 euros en la mesa de recepción, mientras dice al dueño del hotel (que era el que estaba atendiendo el mostrador, ya que no podía permitirse contratar a alguien para el puesto de recepcionista):
- Quiero una habitación, estoy harto de conducir con esta lluvia. Supongo que habrá suficiente con estos 100 euros, ¿no?
Responde el director del hotel:
- Por supuesto, señor, y le sobrará más o menos, dependiendo de la habitación que escoja. Suba y elija la habitación que más le guste, ya que están todas disponibles y la llave esta en la puerta.
Muy bien, voy a echarle un vistazo a todas, para ver por cual me decido -responde el turista.
Mientras tanto el dueño del hotel coge el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. -Ahí tienes, creo que eran noventa y cinco euros lo que te debía, quíédate con la vuelta y gracias por haberme fiado.
Inmediatamente el carnicero coge el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos. -Toma, cóbrate los 100 euros que te debía.
El criador, a su vez, corre a pagar lo que le debe al proveedor de alimento para animales. -Bórrame los 98 euros que te adeudaba y no hace falta que me devuelvas el cambio, que no merece la pena.
El vendedor de alimento coge el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con la prostituta del pueblo, a la que debe el último servicio que le realizó (en tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a críédito) -Aquí tienes los 90 euros que te debo y 10 más de propina, ¡preciosa!.
La prostituta, sin perder el tiempo, coge el billete y sale corriendo hacia el hotel, a donde lleva siempre a sus clientes, y en donde debe las cinco últimas visitas efectuadas, a razón de 20 euros por visita. -Cóbrese las cinco visitas que le debo (le dice al dueño del hotel, que está tras el mostrador
de recepción, entregándole el billete de 100 euros)
Mientras tanto, había dejado de llover y el turista, despuíés de haber visto todas las habitaciones, sin ninguna prisa y con toda clase de parsimonia, baja a la recepción y dice:
- ¿Sabe quíé? Como ha dejado de llover, me lo he pensado mejor y me voy, que tengo prisa para llegar a mi casa.
- De acuerdo señor, dice el dueño del hotel, aquí tiene su billete y ya sabe que puede volver cuando quiera.
La historia, como ven, no tiene mayor trascendencia, pero. . . fíjense bien: nadie ha ganado, ni ha perdido un euro; sin embargo, ahora, el dueño del hotel, el carnicero, el criador de cerdos, el proveedor de alimentos para animales y la prostituta, han saldado el endeudamiento que se tenían entre todos ellos.