Por... Macario Schettino
Durante los últimos diez años, hemos escuchado cómo Brasil se convertiría en una potencia económica que junto con Rusia, India y China marcarían la primera mitad del siglo XXI. En buena medida, esto provino del acrónimo BRIC, formado por las iniciales de cada uno de ellos y que suena bien, además de dar la idea de construcción, por el similar sonido con "brick", ladrillo.
El anterior presidente de Brasil, Luiz Antonio da Silva, Lula, supo aprovechar esta propaganda que, sumada a las reformas que había realizado su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, efectivamente impulsó la economía brasileña por unos pocos años. Sin embargo, a partir de 2009 las cosas empezaron a tomar otra dirección, cuando la Gran Recesión mundial provocó que China tomara una mala decisión económica y anticipara su caída. China intentó evitar la recesión incrementado aún más la inversión, y con ello se metió en una espiral de deuda que ha provocado que la reducción de crecimiento fuese mucho más fuerte y rápida de lo que se esperaba.
Ahí fue cuando muchos se dieron cuenta de que Brasil era un espejismo. No crecía porque tuviera bases sólidas, sino porque le vendía a China lo mismo de siempre: commodities. Y cuando China dejó de comprar, Brasil dejó de crecer. Peor, ahora está metido en una recesión bastante seria (leo que tienen el peor desempeño en 80 años), tiene el compromiso de las Olimpiadas para el próximo año, y los escándalos de corrupción han llegado a la presidenta Dilma Rousseff, contra quien se ha iniciado un proceso de desafuero (impeachment).
La corrupción se empezó a hacer evidente conforme el dinero se hizo escaso y se notaron los faltantes. El proceso contra la presidenta, según entiendo, tiene que ver con el presupuesto de 2014, pero hay acusaciones mucho más serias contra ella y contra muchos políticos más (incluyendo Lula) por saquear a Petrobras para uso electoral. Un poco peor que el Pemexgate de hace 15 años de acá, pero no demasiado.
La comparación entre Míéxico y Brasil al respecto de la corrupción y de los instrumentos que cada uno tiene no nos es favorable. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, somos uno de los países latinoamericanos con peores indicadores de estado de Derecho, sólo superados por Bolivia y Venezuela en el World Justice Index, por ejemplo. En Brasil existe una forma de procesar al Presidente que acá no tenemos, y que deberíamos tener lo más pronto posible.
Pero lo que quiero enfatizar hoy es el tema económico. De 2010 para acá, Brasil ha tenido un desempeño económico peor que el de Míéxico, y es muy probable que esto continúe un par de años más, en lo que Brasil deja atrás su recesión, y luego siga por tal vez 10 o 12 más, porque Brasil empezará a perder población en edad de trabajar en 2017 o 2018, y al menos hasta 2030 la seguirá perdiendo. Esto significa que tendrá menos fuerza laboral para impulsar su economía, pero al mismo tiempo el costo por pensiones más alto de Latinoamíérica, por mucho: 10 puntos del PIB, frente a los 3 que tenemos nosotros. Para quienes amenazan con la crisis de pensiones, Brasil puede ser un cliente más adecuado.
Especialmente de 2003 a 2008, los brasileños criticaron mucho a Míéxico, y festejaron su íéxito. La mayoría redujo su arrogancia desde 2009, pero algunos ni cuenta se habían dado del fin del sueño. Ahora se invierten los papeles, y según todo indica, por los próximos 15 años la estrella del continente será Míéxico. Sería excelente que sumáramos a las reformas económicas la transformación en materia de estado de Derecho en que estamos cojos. Aprovechemos.