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Autor Tema: LA ESCRITURA AUTOMíTICA, UNA GOLOSINA INDIGESTA  (Leído 502 veces)

Scientia

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LA ESCRITURA AUTOMíTICA, UNA GOLOSINA INDIGESTA
« en: Diciembre 09, 2015, 11:20:55 pm »
LA ESCRITURA AUTOMíTICA, UNA GOLOSINA INDIGESTA



Por ser un fenómeno muy afí­n a la iluminación, y por ser, al mismo tiempo, otra manera privada de manifestarse los dioses, diremos algo de la “escritura automática”.

Este insidioso fenómeno, tan propenso a hacer fanáticos y que ha tenido y tiene esclavizadas a tantas personas consiste en recibir de un incierto “más allá” mensajes y comunicaciones de muy diverso contenido y de una manera muy especí­fica. (Estos “dioses” inspiradores son muy poco respetuosos con sus pupilos, pues suelen despertarlos a horas intempestivas y, en algunos casos, tienen que escribir hasta que quedan exhaustos).

Los mensajes, a veces, son oí­dos claramente por el humano –que enseguida los pone por escrito— pero, más frecuentemente, no son oí­dos sino que de manera involuntaria es la mano la que se pone en movimiento y escribe de manera automática, sin mediar la mente ni la razón, es decir, sin que la propia persona sepa lo que está escribiendo.

Ante un fenómeno tan extraño, lo más normal es que el sujeto que lo experimenta crea que ha sido “escogido”, y se brinde voluntaria y alegremente a hacer el papel de receptor y de mediador. Pero la triste verdad es que está siendo ví­ctima de un abuso y de una indebida intromisión en sus procesos mentales. Muy probablemente, cuando en el futuro quiera rebelarse contra el papel de “receptor” o de “mediador”, ya le será completamente imposible y, contra su voluntad, tendrá que escribir horas y horas “mensajes” que lo mismo pueden ser de las más bellas concepciones filosóficas, mí­sticas o poíéticas, que estar llenos de necedades, cosas sin sentido e incluso groserí­as. La casuí­stica es este campo es abundante y de todo tipo. Tambiíén puede suceder que al principio de la experiencia los mensajes sean positivos, y que a medida que pasa el tiempo se vayan haciendo vulgares.

Lo malo de todo ello es que mucha gente pasa automáticamente de la innegable realidad objetiva del fenómeno, a atribuirle una positividad y una utilidad que distan mucho de tener. Una de los temas que más aprisiona la mente de los que practican la escritura automática son las “profecí­as” que mediante ella reciben. Al ver que algunas –en general, intrascendentes y sin importancia— se cumplen tal como habí­an sido predichas, caen en la trampa de creer que las más importantes tambiíén se van a cumplir, cosa que repetidamente se ha comprobado no ser verdad. Estas “profecí­as” importantes suelen referirse casi sin excepción a grandes catástrofes. Sin embargo, la manipulación es tal que, pese a su reiterado incumplimiento, los receptores de estas videncias profíéticas suelen seguir impertíérritos recibiendo mensajes en los que se les explica por quíé no se cumplió la anunciada “profecí­a” y para cuándo se ha pospuesto el cataclismo.

Un ejemplo perfecto de lo que estamos diciendo lo tenemos en el autor francíés Maurice Chatelain. En su libro “El fin del mundo” podemos ver cómo un cientí­fico de primera categorí­a como íél –trabajó muy activamente en la NASA en el proyecto Apolo— cae en la trampa de la escritura automática y nos dice los increí­bles disparates que podemos leer en su libro. Junto a su innegable erudición, de la que hace gala en los interesantí­simos datos cientí­ficos que nos aporta, tenemos “profecí­as” como que el año 1982, si no ocurrí­a el fin del mundo, habrí­a grandes cataclismos. Y en aquel año no hubo ningún cataclismo extraordinario, lo mismo que no los habrá en 1999 ni en el año 2000 ni en ninguna de las fechas que Chatelain decí­a.

Emmanuel Swedenborg, otro cientí­fico de primera lí­nea en su tiempo (siglo XVIII), que fue tambiíén ví­ctima involuntaria del fenómeno de la escritura automática, fue más cauto y más crí­tico en sus apreciaciones y nos dejó este inestimable consejo:

“Cuando los espí­ritus le comienzan a hablar a un hombre, este debe guardarse muy bien de creerles nada de lo que le digan. Porque casi todo lo que dicen son mentiras inventadas por ellos. Cuando hablan de cómo son las cosas de los cielos y de cómo es el universo, dicen tantas mentiras que uno se queda asombrado”.

Las palabras de Swedenborg no pueden reflejar mejor la realidad. Desafortunadamente, es muy difí­cil resistirse a la tentación de sentirse un elegido a quien seres extraordinarios le desvelan los secretos del cosmos, de la vida e incluso de la muerte y los diferentes niveles del más allá.

Modernamente, el libro de Urantia o el Oahspe –por citar dos muy conocidos—, así­ como muchos de corte espiritista o esotíérico, tienen como origen esta ví­a de la “iluminación”, sea de manera mental directa o automáticamente a travíés de la mano. (Del libro “Defendámonos de los dioses, Ed. Algar, Madrid, 1984).