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Autor Tema: Critica de la autocrí­tica...  (Leído 117 veces)

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Critica de la autocrí­tica...
« en: Diciembre 13, 2015, 02:23:44 pm »
Por...  Fernando Buen Abad Domí­nguez



De poco sirve una autocrí­tica puramente confesional si lo que se requiere es corregir, toda o en parte, una acción fallida. O muchas. Se necesita un míétodo correcto que comprenda lo objetivo tanto como lo subjetivo en sus proporciones relativas y en sus relaciones dialíécticas. Se requieren conciencia, ciencia y programa. No está de más sentirse compungido cuando “se mete la pata” lo que están mal, por inútiles, son la inmovilidad, el conformismo o la auto-conmiseración. Tampoco alcanzan los “golpes de pecho”.
 
El vicio más frecuente en las “autocrí­ticas” suele ser el subjetivismo. Muchas de las consideraciones, predominantemente subjetivas, con que se emprende la “autocrí­tica”, tienen el error de origen de basarse en el ánimo abstracto que producen los errores y el defecto de impedir ascender, desde ahí­, hacia lo concreto en la superación de cada problema o error. No basta con “sentirse mal” y encontrar “excusas”, una autocrí­tica socialmente útil exige acción inmediata y rectificación concreta y nada de eso se consigue sin un programa antecedente y un programa de soluciones. Un programa cientí­fico. Cada error tiene su historia y es necesario identificar las raí­ces de un paso equivocado que pueden alcanzar, incluso, al origen mismo de la metodologí­a de acción y sus marcos filosóficos. La autocrí­tica, por eso, como parte inexcusable del míétodo de acción, debe ser permanente, dinámica y eficaz… exige un entrenamiento riguroso y no admite condescendencias ni auto-complacencias. Nada fácil.
 
La autocrí­tica, con míétodo cientí­fico, comprende diagnósticos, cualitativos y cuantitativos, permanentes, con plasticidad y velocidad de aplicación a prueba de desánimos, desidias e ineficiencias. La autocrí­tica debe, incluso, formar parte de las tareas de planeación y debe desarrollarse, siempre, un paso por delante de la acción. Si la autocrí­tica se rezaga, deben encenderse alarmas autocrí­ticas de emergencia. No pocos proyectos, y experiencias cotidianas requieren un equipo especializado en autocrí­tica, con un programa de monitoreo constante, capaz de ejercer la responsabilidad de corregir errores de manera inmediata. Suele, además, requerirse un programa de valoración crí­tica de los aportes emanados desde otros frentes de crí­tica dirigidos a nuestros proyectos. La crí­tica de la crí­tica.
 
Un programa cientí­fico para la autocrí­tica exige de sus responsables un compromiso consensuado e incuestionable con los fundamentos, los objetivos, los míétodos y los alcances de un proyecto. Toda desviación puede tener consecuencias serias. No se acepta complicidad alguna con la ineficiencia. Semejante programa, con frecuencia olvidado en el desarrollo de proyectos, bien puede ser una herramienta formidable para alcanzar íéxitos fundamentales, pero no es su garantí­a absoluta. Es necesario recordar siempre que los íéxitos no sólo dependen de los programas y que factores como el azar o la moral de lucha, que son indispensables e inevitables, tienen zonas difí­cilmente cuantificables pero no imposibles de medir.
 
Un programa cientí­fico para la autocrí­tica requiere consenso en sus bases y en sus pasos. De poco sirve una autocrí­tica unilateral y solipsista. Requiere definición precisa del “error”, de sus antecedentes, de su desarrollo y de sus consecuencias. Requiere descripción detallada y consensual sobre, y con, los involucrados… valoración exacta de los costos y de los tiempos, explicación precisa del “costo” afectivo o moral y definición meticulosa de plazos y recursos con los que será reparado el “error” y plan concreto para lograr el beneplácito de los involucrados. La acción directa.
 
La autocrí­tica cientí­fica no es una dádiva, ni una concesión, hijas de la “buena fe” o de ciertas culpas funcionales. Se trata de un salto cualitativo de la conciencia en la práctica y se trata de un compromiso profundo con la dialíéctica de los proyectos y su íéxito, colectivo y consensuado. Es una herramienta necesaria para socializar los errores y convertirlos en fortalezas. Es una herramienta poderosa para separar el tratamiento de los errores de cualquier campo abstracto para elevarlos al terreno de lo concreto, a la vista de todos, y con el beneficio de la corresponsabilidad en las soluciones. No es un reducto o emboscada para dar la bienvenida a los errores, es un arma para darles categorí­a de sujetos de conflicto en la dinámica de la transformación social y, a partir de ahí­, saber definir su lugar en la lucha de clases que es su marco referencial permanente. La dialíéctica.
 
Por eso todos necesitamos la autocrí­tica como herramienta para la lucha, para el trabajo y para la vida cotidiana. Como herramienta social para nuestra militancia, para ser mejores luchadores sociales, mejores personas, mejores ejemplos en lo que nos corresponda ser responsables para la transformación del mundo y la emancipación de la humanidad. Para superar al capitalismo sin cometer errores y, si metemos la pata, corregirlos correctamente y de inmediato. En colectivo. Adentro y afuera, de lo macro a lo micro.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...