Por… Iván Alonso
Tuvimos la suerte de escuchar la semana pasada una exposición del economista chileno Tomás Flores, que fue viceministro de Economía en el gobierno del presidente Piñera y parte de un equipo que concibió e implementó una importantísima reforma, cuyo nombre hemos tomado prestado para el título de este artículo. Ahora en Chile se puede, en efecto, crear y registrar una empresa formal en tan solo un día. Sin colas, sin papeles, sin gastos que consuman el capital del empresario.
Antes de la reforma había que ir, como en el Perú, a los registros públicos a verificar que el nombre elegido no estuviera ya inscrito; contratar un abogado para que redacte una minuta; ir donde un notario para legalizar las firmas; y volver con el registrador para sacar la copia literal de la escritura que acredita la existencia de la empresa. Dos o tres semanas, como mínimo, para la constitución; y un gasto que bordeaba el equivalente a 700 dólares.
Hoy en día el trámite es completamente en línea. Puede hacerlo, si usted quiere, un sábado en la noche. De hecho, es el momento de la semana en que más empresas se registran porque hay menos congestión en Internet. Puede hacerlo desde su casa o desde cualquier lugar de Chile o inclusive desde el extranjero.
El sistema está interconectado con lo que vendría a ser entre nosotros el Reniec, de manera que puede constatar inmediatamente la identidad y el estado civil del solicitante. Un menú le pregunta quíé tipo de sociedad quiere constituir: sociedad anónima, sociedad civil de responsabilidad limitada etc. Para cada tipo de sociedad hay una minuta de constitución y un estatuto estandarizados; solo tiene que llenar los datos que le piden. Una vez completado el formulario, usted puede firmar en línea, si es que tiene firma electrónica. Si no la tiene, el sistema genera un código con el que usted va donde cualquier notario –que sí está obligado a tenerla– para que firme por usted. Con ese mismo código pueden entrar sus socios al sistema y firmar.
Toda actualización de la partida registral se puede hacer tambiíén en línea: la salida de un socio o la incorporación de otro; un aumento o disminución del capital social; un cambio en los estatutos. Los bancos ya no necesitan pedirle la escritura pública de constitución ni la copia literal de los poderes porque las pueden ver en sus computadoras.
Con la simplificación administrativa el número de nuevas empresas registradas saltó de 40.000 en el año previo a la reforma a 100.000 en el siguiente. El registro en línea sirvió sobre todo para incorporar a las pequeñas y medianas empresas a la formalidad: las nuevas empresas creadas mediante el registro en línea tienen, en promedio, un capital de 6.500 dólares; mientras que el promedio para las creadas con el sistema antiguo, que todavía se puede usar, está, si la memoria no nos falla, alrededor de 30.000.
Seguramente muchas de las nuevas empresas se habrían creado igual si no existiera el registro en línea. No serían formales, pero estarían produciendo. El problema, creemos, es que una vez que una empresa comienza a operar en la informalidad, es más difícil hacerla pedalear para atrás y formalizarse. La puerta de entrada a la formalidad tiene que estar bien abierta para que nadie se siga de largo.
No hay ninguna razón para que en el Perú no hagamos cuanto antes una reforma similar.
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