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Autor Tema: EL CORDí“N DE PLATA, EL SEXTO CHAKRA Y LA GLíNDULA PINEAL  (Leído 620 veces)

Scientia

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EL CORDí“N DE PLATA, EL SEXTO CHAKRA Y LA GLíNDULA PINEAL


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La tradición hindú lo asocia al sexto chakra, aquel que rige el tiempo, la percepción y la luz. Algunos investigadores sugieren que la glándula pineal es tambiíén el órgano sensorial del magnetismo, un sexto sentido que trasforma las ondas electromagníéticas en estí­mulos neuroquí­micos.


 
“Tení­a una conciencia muy clara de ser únicamente alma, estaba únicamente cubierta de luz, no tení­a forma alguna, solo aquella conciencia absoluta de ser un alma. Estaba, al mismo tiempo, formada por un cuerpo astral, por un cuerpo mental y, entre los dos, el cuerpo causal.

Y vi tambiíén la cuerda de plata y mi cuerpo fí­sico en la cama. Lo que uní­a entre sí­ la cuerda de plata, era el cuerpo fí­sico, inmóvil en la cama, y los otros tres, el el astral, el mental y el causal, pero el alma no estaba unida a los demás por la cuerda de plata. Me encontraba como perpleja, porque tení­a antes la plena seguridad de que en el momento en que dicha cuerda dejaba de unir al alma con el cuerpo o con los cuatro cuerpos de que acabo de hablar, el ser humano se morí­a.

Pero no es así­. Lo que relaciona el alma con sus cuatro cuerpos no es la famosa cuerda de plata, sino algo que yo vi entonces con toda claridad, y son como unos rayos de sol, unos rayos de oro que brotan del alma y luego interpretan los cuatro cuerpos, como el chakra de los hindúes”

Así­ se expresaba Anne-Marie Dinkel, una “sensible” suiza de carácter extraordinario, en una entrevista realizada por los años setenta por el investigador de los fenómenos que comprende la parapsicologí­a _o la parapsí­quica_ Vintila Horia, comentando su experiencia más significativa en el campo de los viajes astrales y el conocimiento í­ntimo del alma humana. Decí­a que la primera vez que tuvo conciencia de sus poderes fue antes de nacer.

Se encontraba en un lugar al que algunos llaman “el jardí­n cósmico”, el sitio donde las almas esperan el momento en que quieran volver a la tierra, encarnarse. Es en este lugar donde uno espera hasta que encuentra a sus padres, en definitiva, todos los componentes propicios para que el alma pueda regresar a un cuerpo material. “El alma tiene que volver a vivir aquí­ para saber más, para aprender, para volver a hacer bien lo que habí­a hecho mal”. “En el jardí­n cósmico no se aprende nada, allí­ se espera sencillamente”.


 
Es en otro plano donde el alma se encuentra con “existencias”, o bien “amigos-guí­a”, que enseñan al alma la realidad de la existencia o el momento idóneo para encarnarse de nuevo. Es en este plano al que tambiíén las almas, en el momento de la muerte fí­sica, se reencuentran con amigos de vidas anteriores, así­ como “guí­as o seres de luz” que ayudan a tomar la decisión que por ellos mismos aún no están en condiciones de aceptar, en el caso de que la misión en la existencia fí­sica todaví­a no se haya completado.

“Vi entonces otras luces moviíéndose entre la niebla. Eran como sombras, a veces sin figura alguna, seres que habí­an perdido su personalidad, que no lograban recordar quiíénes eran y a los que hay que reintegrar a su verdadera personalidad. Y todas aquellas luces que se moví­an en la niebla eran quí­as que vení­an desde la Tierra, como yo, y ayudaban a aquellos seres perdidos, que no sabí­an aún donde se encontraban, o que, debido a la violencia de su muerte repentina, habí­an dejado de tener una conciencia”.

En una operación de cesárea en la que se produjo la muerte clí­nica, una vez convencida de la necesidad de reintegrarse a su cuerpo, comentaba: “Notíé como una fuerza que me empujaba o, mejor dicho, me tiraba hacia abajo.

Y luego oí­ un ruido fuerte, como una ventana que se cerraba o como la tapa de una caja. Mi cuerpo, probablemente, que volví­a a cerrarse en torno a mí­â€. Más adelante, afirma: “Yo he visto mi propia cuerda de plata, una vez me la enseñaron cuando me encontraba fuera de mí­, y la vi como se volví­a azul, luego gris y cada vez más delgada.

Entonces, el guí­a que me acompañaba me empujó hacia abajo, para volver en mí­ y que el contacto no se rompiese. ¿Se da cuenta? En el fondo no hay ningún peligro.

Si la muerte no tiene que suceder, nadie puede cortar el contacto. Los que mueren es porque ha llegado su momento”. “Esta nube _que algunos podemos distinguir_ es lo que se llama el cuerpo etíéreo, lo que lo tiene todo junto, alma y cuerpo, lo que hace posible la existencia psicosomática… es la misma materia que los fí­sicos describen como uniendo entre sí­ los átomos y las molíéculas, lo que antes se llamaba el vací­o.

Tal vací­o no existe, está compensado por algo, por esta eternidad fí­sica y material”. Pero este aura o cuerpo etíéreo no sigue al alma despuíés de su peregrinación, se diluye en el aire, como un gas, y debe desaparecer, puesto que su misión de unir alma y cuerpo ha terminado.

La sensitiva y míédium Concetta Bertoldi comenta a su vez, que los guí­as espirituales son seres que han pasado por numerosas vidas en este mundo. La mayorí­a siguen reencarnándose, aunque algunos han evolucionado más allá del proceso de reencarnación; se han apeado de lo que los hindúes denominan “la rueda de la vida”. Define al Más Allá más bien como un estado o condición, las cosas tienen una calidad completamente diferente, todo allí­ es perdón, amor.

Tiene muchas caracterí­sticas que pueden parecer tangibles, solo que más puras, bellas y vibrantes, incluso más reales que lo que aquí­ conocemos por realidad. Allí­ nos movemos en una mezcla entre flotar, andar y volar a la vez, es como gravitar hacia la luz. Recordamos cada instante de nuestro pasado con todo detalle. Contemplamos y comprendemos todas las consecuencias de las acciones e interacciones con todos aquellos con los que nos hemos encontrado. Y por fin entendemos cuál ha sido nuestro objetivo en esta vida.

Una clave para entender donde radica la capacidad de acercarnos al mundo más allá de lo sensorial, a esa intrigante dimensión en la que se derrumban y pierden sentido las nociones comunes de nuestra existencia material podrí­a ser la glándula pineal.

Según el doctor en biologí­a Saskia Bosman, la pineal es una suerte de módem entre el mundo fí­sico y otras dimensiones, entre el mundo material espacio-tiempo que experimentamos a travíés de nuestros sentidos y ese vací­o infinito que contiene las supradimensiones, las cuales percibimos como el interior llamado “paranormal”, las experiencias extrasensoriales, los sueños, la clarividencia, telepatí­a, etc.

Así­, los indicadores cuantitativos de la mayor o menor cantidad de cristales de hidroaxiapatita en la epí­fisis _glándula pineal_ están directamente relacionados con la capacidad mediúmnica. Quizá, los que nacemos con díéficit en esta somos los que no podemos decodificar cierta información extrasensorial, que clarividentes, telíépatas y míédiums que la poseen en mayor proporción sí­ son capaces de descifrar. Es en este punto donde podemos incidir en que las filosofí­as y doctrinas espirituales y religiosas orientales sostienen que de hecho sí­ se pueden desarrollar las capacidades psí­quicas, abrir el sexto chakra _glándula pineal_, despertar el tercer ojo…

Veamos lo que nos contaba Lobsang Rampa sobre este despertar y la apertura del sexto chakra, y su relación con el cordón de plata, en su conocido libro “El Tercer Ojo”:


 
“Para nosotros el cuerpo no era más que una cáscara o caparazón animado por la autíéntica personalidad de cada cual, el Superser, que toma las riendas cuando uno se duerme o se muere. Durante el sueño regresa el hombre a otro plano de existencia.

El espí­ritu se aparta del cuerpo fí­sico y sale flotando en cuanto llega el sueño. El espí­ritu mantiene su contacto con el cuerpo fisico por medio de un «cordón de plata» que no se rompe hasta el momento de la muerte. Y nuestros ensueños, mientras estamos dormidos, son vivencias que se realizan en el plano espiritual del sueño. Cuando el espí­ritu regresa al cuerpo, el choque del despertar desquicia la memoria oní­rica a no ser que estíé entrenado especialmente”.

“El aura que rodea el cuerpo y que cualquier persona, bajo las adecuadas condiciones, puede aprender a ver, no es más que un reflejo de la Fuerza Vital que arde en íél. Creemos que esta energí­a es elíéctrica lo mismo que el rayo”.

“En el Tí­bet viajamos mucho por medio de la proyección astral —no por levitación—, y se trata de un procedimiento que podemos controlar a voluntad. Hacemos que el yo abandone el cuerpo fí­sico, aunque siga unido a íél por el Cordón de Plata. Podemos viajar por donde queramos con la mayor velocidad concebible.

La mayorí­a de nosotros posee la habilidad de realizar esos viajes, pero muchos, despuíés de haberse lanzado, han sentido un gran choque psí­quico por falta de entrenamiento. Probablemente todos han tenido la sensación de dormirse y luego, sin razón aparente, despertarse violentamente, como por una fuerte sacudida. Esto se debe a una exteriorización del yo excesivamente rápida, una separación demasiado brusca de los cuerpos fisico y astral.

Esta violenta contracción del Cordón de Plata hace que el cuerpo astral vuelva, como si tirase de íél un elástico demasiado distendido, a introducirse de nuevo en su vestidura fí­sica. De todos modos, la sensación es mucho peor cuando se regresa despuíés de un viaje.

El ser astral está flotando a enorme altura sobre el cuerpo como un globo al extremo de una cuerda. Algo, quizá un ruido externo, hace que el astral se reintegre al cuerpo con excesiva rapidez. Entonces, el cuerpo despierta repentinamente y tenemos la horrible sensación de estar cayendo por un precipicio y de habernos detenido en el mismo momento en que í­bamos a estrellarnos”.

“Creemos que estamos en la Tierra para aprender y que en ella es donde sufrimos todas las torturas que se atribuyen al infierno. El Otro Sitio es para nosotros aquíél donde vamos cuando salimos del cuerpo, o sea el sitio en donde encontraremos a otras entidades que tambiíén se han liberado del cuerpo.

Y no es esto lo que se llama espiritualismo, si no una creencia muy concreta en que durante el sueño o despuíés de la muerte podremos movernos con absoluta libertad por los planos astrales. A los más elevados de estos planos los llamamos «La Tierra de la Luz Dorada».

Estamos seguros de que cuando nos encontremos en lo astral _despuíés de la muerte o durante el sueño_ podremos encontrar allí­ a las personas amadas porque estamos en armoní­a con ellas. Y nunca veremos a las personas por quienes sentimos antipatí­a, ya que ese estado de desarmoní­a no puede existir en la Tierra de la Luz Dorada”.

“Somos almas inmortales. Nuestra plegaria: «Om manipad-me Hum!» se suele traducir al pie de la letra de este modo: « ¡la Joya del Loto!» Los que hemos avanzado un poco más en nuestra religión sabemos que su verdadero significado es: « el Super-Ser del hombre!» No existe la muerte.

Como uno se quita la ropa al terminar la jornada, lo mismo se quita el alma del cuerpo cuando íéste se duerme. Así­ como se desecha un traje cuando se ha gastado, tambiíén se desecha el alma al cuerpo cuando está excesivamente usado o se ha roto. Morir no es más que el acto de nacer en otro plano de la existencia.

El Hombre, o el espí­ritu del Hombre, es eterno. El cuerpo es sólo la vestidura temporal que cubre el espí­ritu y es elegido según la tarea que corresponda a cada persona en la tierra. La apariencia externa carece por completo de importancia”.

Sobre el cordón de plata ampliamente difundido por la tradición esotíérica y su relación con el cuerpo astral y el fí­sico, encontramos según se afirma, que es una masa de molíéculas que vibran a una velocidad altí­sima, a pesar del de que el conjunto de partí­culas que lo forman contienen todos los colores existentes, su conjunto desde fuera parece plateado. Este cordón es infinitamente extensible y sin lí­mites, y el ser humano que viaja en el astral, al separarse de su cuerpo flota al extremo del cordón de plata de una forma similar a la de una cometa al final de su cuerda. Cuando el cuerpo fí­sico demanda su parte astral íéste es tirado hacia abajo igual como si tiramos de una cometa.

El Cordón de Plata une la Supraconciencia o Ser Superior con el cuerpo humano. Impresiones, lecciones, órdenes y, de vez en cuando, alimento espiritual, proceden del Ser Superior hacia el cuerpo humano, y cuando íéste muere, el cordón de plata se corta y el cuerpo humano es dejado aparte, como si fuera ropa vieja e inservible que ya terminó su función, mientras el espí­ritu continúa.

Tanto si viajamos en el presente como si nos introducimos en los Archivos Akáshicos, que contienen toda la información sobre la exsitencia humana, el cordón de plata es la cuerda de seguridad y comunicación entre lo que percibimos y el plano fí­sico donde se encuentra el cuerpo. Toda la información nos es transmitida a travíés de íél. Gracias a la capacidad infinita de extenderse que tiene podemos viajar a todos los planos de existencia, siempre que nuestra evolución y color de nuestra aura nos los permitan.

La firme convicción en la existencia de ese cordón de plata es antiquí­sima. Los iniciados en el viaje saben que pueden trasladar el cuerpo astral a grandes distancias mientras el cuerpo fí­sico reposa aparentemente dormido.

La conciencia viaja porque goza del privilegio de no estar condicionada por el espacio ni por el tiempo Durante el estado de vigilia, cuando el ego funciona concientemente en el mundo fí­sico, sus diversos cí­rculos están concíéntricos ocupando el espacio, pero por la noche, cuando el cuerpo duerme, se produce una separación. Al producirse la muerte el cordón de plata se rompe en el átomo simiente del corazón y de ahí­ al exterior siguiendo por el cordón plateado hasta los vehí­culos superiores.

El viaje astral _ligado siempre al cordón de plata_ es algo que no puede ser descrito con palabras, pues es lo más grande que puede conseguir el ser humano. El mundo astral consta así­ de numerosos planos y subplanos que se extienden en serie ascendente desde el más cercano al mundo fí­sico hasta el más cercano al mundo espiritual.

Entre estos dos extremos se puede observar innumerable variedad de fenómenos y fases de existencia. En los subplanos inferiores del mundo astral se manifiestan las actividades psí­quicas llamadas clarividencia, clariaudiencia, telepatí­a, psicometrí­a, etc. Tambiíén se manifiestan en estos subplanos inferiores ciertas formas de ectoplasmas, espectros y otras apariciones de almas desencarnadas, que a veces perciben el hombre y algunos animales.

Asimismo actúan y se mueven en estos subplanos los seres humanos vivientes en el mundo fí­sico que se desprenden temporáneamente de su cuerpo fí­sico durante el sueño o el íéxtasis, o deliberadamente, mediante las tíécnicas apropiadas de meditación.

Los colores astrales son los de las auras que circuyen el cuerpo fí­sico de todo ser humano, y se manifiestan en algunos subplanos del astral. En otros subplanos se manifiestan los fenómenos psiquismo, las formas de pensamiento, las ondas y nubes mentales que influyen en la mente y el ánimo de quienes tienen su misma tónica psí­quica.

El moribundo va desprendiíéndose poco a poco de su cuerpo fí­sico y, al expirar, queda el alma revestida del cuerpo astral, que es exacta contraparte del fí­sico, con el cual coincide durante la vida terrena. Es el cuerpo astral una forma de materia mucho más sutil que la fí­sica, de modo que escapa a todas las pruebas que revelan la materia ordinaria.

En el momento de la muerte, el cuerpo astral queda enlazado con el cadáver por un tenue cordón de materia aíérea, que al fin se rompe, y queda entonces el cuerpo astral libre, como externa envoltura del alma.

Pero este cuerpo astral no es el verdadero ser humano, como tampoco lo era el cuerpo fí­sico, pues ambos no son más que temporáneas envolturas del alma. Al dejar el cuerpo fí­sico se sume el alma en profundo sueño o estado comático, semejante al del feto en el claustro materno, y así­ se predispone a nacer en el mundo astral, pues necesita tiempo para adaptarse a las nuevas condiciones y cobrar la fuerza y vigor requeridos por la nueva fase de existencia.

La Naturaleza abunda en estas analogí­as. El nacimiento en el mundo fí­sico tiene muchos puntos de semejanza con el nacimiento en el astral y ambos están precedidos por un perí­odo comático. Despuíés de la muerte fí­sica permanece el alma dormida en el cuerpo astral que le sirve de protectora envoltura, como la matriz protege al feto.

Al decir que el alma se desprende de su lastre terreno significamos que se dispone a desecharlo, porque el proceso efectivo de desecho o desprendimiento del lastre terreno comienza inmediatamente despuíés del despertar.

Cuando el alma siente el impulso de reanudar la vida, se despereza lenta y lánguidamente, como hace el hombre terrenal al despertar de un largo y profundo sueño. Entonces, a manera de mariposa que surge de su crisálida, se desprende el alma del cuerpo astral y en rápida sucesión desecha los elementos inferiores de su humana naturaleza.

Este proceso es muy corto y se efectúa mientras el alma va recobrando lentamente su conciencia. Cuando despierta del todo, se halla el alma libre del lastre de su personalidad y abre los ojos al escenario de sus nuevas actividades en el mundo astral.

Cada alma está destinada a vivir esta otra vida en el plano congruente con sus mejores cualidades despuíés de sacudida la escoria de la personalidad. Puede así­ el alma progresar notablemente en el mundo astral y durante su vida allí­ purificarse de modo que vaya subiendo de nivel.

Muy admirable y hermosa es la circunstancia de que el alma despierta viva en el plano correspondiente a sus mejores cualidades. Al punto reconocemos que esta circunstancia satisface los anhelos de nuestra alma y las vivas ansias de nuestro corazón mientras estamos en el mundo fí­sico.

El mundo terrestre es una de tantas escuelas que de tiempo en tiempo se instalan en el Cosmos, y muchas de ellas son moradas de grado muy inferior.

El alma humana subsistirá millones de eones despuíés que esta Tierra y millares como ella se hayan desintegrado y restituido su materia a la sustancia originaria de que procedieron. Dar importancia primordial a la vida planetaria de la Tierra en el orden cósmico es contrario a las enseñanzas de los sabios.

Además, no es cierto, como muchos reencarnacionistas se figuran, que en la presente etapa de su evolución sólo pueda progresar el alma encarnada en el mundo terreno. Si bien es verdad que la mayorí­a de los seres humanos han de pasar muchas encarnaciones terrestres antes de alcanzar la liberación, tambiíén es cierto que cuando el alma llega a la etapa de evolución espiritual en que ya no la atan lazos terrenos, entonces es imposible que ni por un momento vuelva obligadamente a la tierra.

Hay actualmente muchas almas que en los planos superiores están desprendiíéndose de las ligaduras terrenales porque han entrado en la etapa final de la humana evolución.

Tambiíén hay ahora en la Tierra muchas almas que están pasando su última encarnación y al morir su cuerpo fí­sico irán a esferas sin relación directa con el mundo fí­sico. Existen asimismo otras almas muy adelantadas en el camino de la liberación, que sólo han de reencarnar una vez más en este mundo, para despuíés alcanzar un excelso estado de espiritualidad y sabidurí­a.

Cuando el funcionamiento de los chakras es normal, cada uno de ellos estará abierto, girando en el sentido de las manecillas del reloj para metabolizar las energí­as particulares que necesita del campo de energí­a universal.

Cuando el chakra gira en sentido contrario a las agujas del reloj, la corriente fluye del centro hacia fuera, con lo que interfiere el metabolismo. Por tanto, se dice que el chakra está cerrado o bloqueado a las energí­as que llegan.La mayorí­a de las personas tienen tres o cuatro chakras que giran en sentido contrario en un momento determinado. Como los chakras no sólo son metabolizadores de la energí­a, sino que tambiíén la detectan, sirven para proporcionarnos información sobre el mundo que nos rodea. Si bloqueamos algún chakra, no dejamos que entre la información. Por tanto, cuando nuestros chakras fluyen en sentido contrario a las agujas del reloj, hacemos salir nuestra energí­a enviándola al mundo, detectamos la energí­a que hemos enviado y decimos que eso es el mundo. Es lo que en psicologí­a se llama proyección.

La realidad imaginaria que proyectamos al mundo guarda relación con la “imagen” que nos hemos formado de aquíél a travíés de nuestras experiencias infantiles, a travíés de la mente del niño que fuimos. Dado que cada chakra está relacionado con una función psicológica especí­fica, lo que proyectamos a travíés de cada uno de ellos estará dentro del área de funcionamiento de dicho chakra y será algo muy personal, ya que la experiencia vital de cada persona es única.

La glándula pineal, que suele asociarse con el sexto chakra, es rica en un derivado de la serotonina, llamado melatonina. Este compuesto se metaboliza fácilmente en una molíécula de tres anillos llamada 10-metoxiharmalano, dotada de propiedades alucinógenas, es decir, que induce visiones interiores. La glándula pineal contiene fotoreceptores y… la luz y las experiencias visionarias desempeñan un papel importante en ese plano de la conciencia.

Los estudios parecen indicar que la melatonina y la glándula pineal en general presentan efectos de inhibición sobre las glándulas femeninas y masculinas de los mamí­feros. Y tambiíén se cumple la recí­proca, es decir que las hormonas sexuales como la testosterona, los estrógenos y la progesterona, inhiben a su vez la secreción de melatonina. De ahí­ cabe deducir que la actividad sexual, por cuanto estimula dichas hormonas, podrí­a afectar negativamente a la apertura de ese chakra del tercer ojo; inversamente, un exceso de actividad de los centros superiores tal vez perjudique al impulso sexual.

Pero… ¿de quíé luz se habla? ¿Puede tambiíén referirse a su vez a la luz espiritual, al aura, al plano astral? De todo lo anterior podemos sacar la conclusión de que la apertura del tercer ojo, en consonancia con el sexto chakra hindú, se puede realizar usando y activando de forma consciente la glándula pineal, que se va atrofiando por diferentes causas a lo largo de la vida, que serí­a como el ojo de la aguja por donde transita el cordón de plata que une todos nuestros cuerpos, o asimismo esos rayos de oro que veí­a Anne-Marí­e Dinkel que nos posibilitan acceder a los planos superiores de conciencia.

Por lo visto anteriormente, estamos en condiciones de afirmar que ese despertar a una supraconciencia no es asunto imposible, puede estar al alcance de todos los seres humanos, no es magia ni espirtitismo, incluso quedarí­a fuera del ámbito de la parapsicologí­a, ya que pasarí­a a ser la restitución de un poder perdido, que quizá en tiempos ancestrales disfrutábamos, y para lo cual poseemos un órgano material que lo hace posible.

Un personaje extraordinario, llamado Gustav Rol, al que se le ha definido como el “sensitivo” más importante del siglo XX, el último y autíéntico Maestro Espiritual, cuyos poderes abarcaban cualquier aspecto psí­quico imaginable, aclaraba cuando se le preguntaba sobre el origen de sus poderes: “Yo soy una persona cualquiera. No tengo nada que ver con los míédiums, los curanderos, los espiritistas que usted entrevista. í‰ste mundo está lejos de mi mentalidad.

Mis modestos experimentos forman parte de la ciencia. Son cosas que en el futuro todos los hombres podrán realizar. Siempre he pensado no ser un sensitivo, un vidente, míédium, taumaturgo ni nada por el estilo. Es todo un mundo, el de la Parapsicologí­a, al que no pertenezco aunque haya conocido personas verdaderamente dignas y animadas con intenciones nobilí­simas.

Se escribe demasiado sobre mí­, y muchos de los que lo han hecho pueden decir que me he quejado por la publicación de una vasta gama de fenómenos y nunca de lo que transmito, en el intento de dar una explicación a estas cosas indagando sobre cómo y por quíé se producen ciertos eventos maravillosos.

Según le revelaba al escritor Leo Talamonti: “No hay causalidad mecánica y tampoco casualidad: es el triunfo de la voluntad sobre lo imprevisible, de la armoní­a creadora sobre la casualidad”. Todo le sobrevino en 1927, mientras estaba observando un arcoiris. Le encantó tanto aquel color verde que permanece en el centro de la inmensa faja irisada, que no pudo apartar los ojos de íél.

Lo sintió vivir en sí­ como pura vibración inmaterial, a la vez que advertí­a que aquella vibración le evocaba otra, correspondiente a la quinta nota musical, la nota sol. Sin tió entonces que lo invadí­a una sensación de calor que se iba irradiando desde la base del cráneo.

Al mismo tiempo se encontró interiormente transfigurado, como si su yo de antes hubiera ceido el puesto a otro yo más grande, más fuerte y capaz de vibrar en la onda creativa del propio Cosmos… Entonces advirtió que podí­a conocer cosas que permanecí­an escondidas a los demás y que, dentro de ciertos lí­mites, imponen su voluntad hasta a las fuerzas de la Naturaleza. Habí­a descubierto el secreto de lo que íél llamaba “consciencia sublime”.

Una vez le confió al periodista Dino Buzzatti: “Es así­ que he esperado que fuera justo la Ciencia la que me ayudara a reconocer y codificar estas sensaciones mí­as que estoy seguro de que cada hombre posee, y será la Ciencia misma quien revelará estas facultades y las promoverá en todos los hombres”.