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Autor Tema: La inteligencia del tonto...  (Leído 2473 veces)

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La inteligencia del tonto...
« en: Junio 08, 2016, 12:20:34 pm »
Por...  MANUEL HIDALGO


Jaroslav Haek, novelista y periodista checo.

Se reeditan las aventuras de su soldado Svejk

Jaroslav Hasek fue un hombre que demostró muy poco fundamento a lo largo de su corta vida. Hacia 1911, sin haber cumplido los 30 años, fingió su propia muerte, se armó una buena y fue enchironado. Cuando, reciíén convertido en el escritor más popular de la entonces Checoeslovaquia, se murió de verdad, en 1923, sus paisanos no se lo creyeron, pensaron que estaba haciendo otra de sus bromitas.

Ya habí­a intentado suicidarse tirándose al rí­o desde un puente de Praga y ya habí­a pasado una temporada en el manicomio, lo que resultó muy provechoso para sus escritos, pero nada útil para su vida de juerguista y borrachuzo.Tengo en la mano la reciente edición de Acantilado de Los destinos del buen soldado Svejk durante la guerra mundial, su desternillante obra magna, que ha dado lugar a pelí­culas, series de televisión, cómics, óperas, musicales, tabernas y decoraciones.

En la Europa central y del este, el soldado Svejk, el más idiota e imbíécil de su regimiento, es un personaje tan cíélebre como nuestro Don Quijote, con quien algunos ven -falta de cordura, lógica ilógica, idealismo a su modo, itinerancia- puntos de conexión. No síé si habrí­a que decir aquí­ que la cultura española tuvo una gran implantación hasta el siglo XVIII en la Bohemia checa que formó parte del Imperio Austro-Húngaro.

Las aventuras de Svejk gozan de muy buena salud en España. Hay ediciones recientes de Destino, La Fuga y, sobre todo, Galaxia Gutenberg. Tienen, según las traducciones, tí­tulos distintos.
Galaxia Gutenberg hizo, en 2008, la primera traducción directa del checo del libro, a cargo de Monika Zgustova, incluyendo las ilustraciones originales e inconfundibles de Josef Lada, que dio al soldado su escasa estatura, su gordura y su cara de panoli.El comienzo del libro es la monda y da perfecta idea de cómo va a seguir el disparate.
La criada de Svejk, que todaví­a no se ha alistado en el ejíército, le dice a su señor que han asesinado a Fernando. Svejk le responde que sólo conoce a dos Fernandos, el dependiente de una droguerí­a y otro que recoge cacas de perro, y ni se le pasa por la cabeza (estamos en 1914) que su asistenta le estíé hablando del atentado contra el archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, espoleta de la Primera Guerra Mundial.En las primeras lí­neas, se nos informa tambiíén de que Svejk se gana la vida vendiendo perros.

Ahí­ empiezan las perturbadoras coincidencias entre el personaje y su creador, que malvivió durante un tiempo vendiendo perros, perdidos o robados, y falsificando sus caracterí­sticas para sacar más pasta. En otro momento, Hasek estuvo escribiendo sobre animales en una revista de temática zoológica, pero le echaron al descubrir que las raras y curiosas especies de las que hablaba con riguroso detalle eran de su completa invención.Hasek, como Svejk, combatió en la Primera Guerra Mundial, y de su experiencia extrajo personajes y detalles que incorporó a su muy satí­rico libro, que se mofa del militarismo y contempla la guerra como un continuo despropósito. Hasek tuvo un prolongado recorrido bíélico y, al final, fue hecho prisionero por los rusos e internado en un par de campos.
Hasek tení­a ideas anarquistas y nacionalistas y ya habí­a escrito en publicaciones de esa tendencia. No sabemos cómo se las arregló, pero acabó siendo nombrado -al tíérmino de la Revolución Soviíética- comisario del Ejíército Rojo y casándose con una rusa.Si lo primero tuvo que ser problemático para íél, lo segundo, no digamos: Hasek ya estaba casado.

En efecto, en 1910, el escritor se habí­a casado con la escritora checa Jarmila Mayerová y habí­a tenido un hijo con ella. El matrimonio fue breve, por la mala cabeza de Hasek, pero la pareja no estaba divorciada, por lo que el novelista, al casarse con la rusa, se convirtió en bí­gamo.
Los padres de Jarmila habí­an hecho lo imposible por la ruptura de la pareja y la protección de su hija, ya que Hasek, además de arrojarse al rí­o, pasar por el psiquiátrico y no salir de los bares, habí­a fundado un partido caricaturesco, que se burlaba de los demás partidos, y se habí­a presentado a las elecciones en 1911 con un resultado calamitoso.

Las lí­neas maestras de su ideario pueden conocerse leyendo su libro Historia del Partido del Progreso Moderado Dentro de los Lí­mites de la Ley, editado en castellano por La Fuga y cuyo tí­tulo, sí­, recoge el nombre exacto de la agrupación fundada por Hasek.No es fácil imaginar que Jaroslav Hasek, que tuvo dos hermanos, fue hijo de un modesto profesor de Matemáticas. O sí­. Tal vez la ordenada y precisa mentalidad del padre influyera, por rechazo, en el desparrame del hijo.

El matemático, no obstante, patinaba lo suyo, agobiado por la precariedad económica y por los constantes cambios de domicilio, y murió, cuando Jaroslav era un crí­o, de una desproporcionada ingesta de licores.Hasek no dio pie con bola en su juventud. No acabó el colegio, afanó un diploma en una escuela comercial, fue torpe mancebo de botica, calentó el culo en un rincón de una oficina bancaria y se entregó al vagabundeo viajero sin oficio ni beneficio.Pero, dotado de un talento sarcástico y singular, surfeó, como se ha dicho, en el periodismo y fue publicando cuentos por centenares con aceptable acogida.
Cuando volvió de la guerra y de Rusia con su segunda esposa se encontró con que su paí­s era otro, la República de Checoeslovaquia, y se puso a escribir con frenesí­ las aventuras de su soldado Svejk, que le dieron fama, dinero y una entrada en la posteridad.Se planteó la obra en seis volúmenes, pero cuando andaba por el cuarto se puso a morir.

Gordo como un trullo y colorado como la cresta de un gallo de tanto empinar el codo, una insuficiencia cardí­aca liquidó su vida, en 1923, a los 39 años. Su amigo Karel Vanek terminó el cuarto volumen, y luego cometió el error de escribir la secuela, el quinto y el sexto. Jaroslav Hasek, un clásico.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...