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Autor Tema: LOS NUEVE DESCONOCIDOS  (Leído 257 veces)

Scientia

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LOS NUEVE DESCONOCIDOS
« en: Julio 16, 2016, 08:32:46 pm »
LOS NUEVE DESCONOCIDOS

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Existe una sociedad secreta muy poco conocida denominada “Los Nueve Desconocidos”, sus orí­genes se remontan al reinado del emperador Azoka, en el tercer siglo antes de Cristo, al parecer, su función inicial era la de almacenar conocimiento secreto e impedir que trascendiese públicamente.

Un texto recogido en el imprescindible “El Retorno de los Brujos”, de Louis Pawles y Jacques Bergier, donde se relata una curiosa historia acerca de una misteriosa sociedad secreta, que voy avisando, sus caminos se entrelazan con el siempre insondable mundo subterráneo. Atended Infieles! “No es pecado creer que, en otras civilizaciones, se haya producido, no una ausencia de ciencia, sino un secreto impuesto a la ciencia. Tal parece ser el origen de la maravillosa leyenda de los Nueve Desconocidos.


a tradición de los Nueve Desconocidos se remonta al emperador Asoka, que reinó en la India a partir del año 273 a.C. Era nieto de Chandragupta, primer unificador de la India. Ambicioso como su antepasado, cuya labor quiso completar, emprendió la conquista del paí­s de Kalinga, que se extendí­a desde la actual Calcuta a Madras. Los kalingueses resistieron y perdieron cien mil hombres en la batalla. La vista de esta multitud sacrificada trastornó a Asoka.

Desde entonces, le tomó horror a la guerra. Renunció a proseguir la integración de los paí­ses insurrectos, declarando que la verdadera conquista consiste en ganar el corazón de los hombres por la ley del deber y la piedad, pues la Majestad Sagrada desea que todos los seres animados disfruten de seguridad, de la libre disposición de sí­ mismos, de la paz y de la felicidad. Convertido al budismo, Asoka, con el ejemplo de sus propias virtudes, propagó esta religión por toda la India y por todo su imperio, que se extendí­a hasta Malasia, Ceilán e Indonesia. Despuíés, el budismo conquistó Nepal, el Tibet, la China y Mongolia. Asoka respetaba, empero, todas las sectas religiosas. Predicó el vegetarianismo y proscribió el alcohol y los sacrifi­cios de animales.

H. G. Wells, en su historia del mundo abreviada, escribe: «Entre las decenas de millares de nombres de monarcas que se apretujan en las columnas de la Historia, el nombre de Asoka brilla casi solo, como una estrella.» Se dice que, conocedor de los horrores de la guerra, el emperador Asoka quiso prohibir para siempre a los hombres el mal uso de la inteligencia. Bajo su reinado, entra en el secreto la ciencia de la Naturaleza, pasada y por venir. Las investigaciones, desde la estructura de la materia a las tíécnicas de la psicologí­a colectiva, se disimularán en adelante, y durante veintidós siglos, detrás del rostro mí­stico de un pueblo al que el mundo considera dedicado sólo al íéxtasis y a lo sobrenatural, Asoka funda la más poderosa sociedad secreta de la Tierra: la de los Nueve Desconocidos.

Se dice aún que los grandes responsables del destino moderno de la India, y sabios como Bose y Ram, creen en la existencia de los Nueve Desconocidos, e incluso reciben de ellos consejos y mensajes. La imaginación entrevíé la fuerza de los secretos que pueden detentar nueve hombres que se lucran directamente de las experiencias, de los trabajos, de los documentos acumulados durante más de diez decenas de siglos. ¿Cuáles son los fines de estos hombres? No dejar que caigan en manos profanas los medios de destrucción. Proseguir las investigaciones beneficiosas para la Humanidad. Estos hombres se supone que se renuevan para guardar los secretos tíécnicos venidos de un remoto pasado.

Las manifestaciones exteriores de los Nueve Desconocidos son raras. Una de ellas tiene relación con el prodigioso destino de uno de los hombres más misteriosos de Occidente: el Papa Silvestre II, conocido tambiíén por el nombre de Gerbert d’Aurillac. Nacido en Auvernia, el año 920, y muerto en 1003, Gerbert fue monje benedictino, profesor de la Universidad de Reims, arzobispo de Rávena por la gracia del emperador Otón III. Se dice que estuvo en España y que un misterioso viaje lo llevó a la India, de donde sacó diversos conocimientos que llenaron de estupefacción a los que le rodeaban.

Así­ fue como poseyó en su palacio una cabeza de bronce que respondí­a «sí­Â» o «no» a las preguntas que le hací­an sobre la polí­tica y la situación general de la cristiandad. Según Silvestre II (volumen CXXXIX de la Patrí­stica latina de Migne), el procedimiento era muy sencillo y correspondí­a al cálculo con dos cifras. Se tratarí­a de un autómata análogo a nuestras modernas máquinas binarias. La cabeza «mágica» fue destruida a la muerte del Papa, y los conocimientos registrados por íésta, cuidadosamente disimulados. Sin duda la biblioteca del Vaticano reservarí­a algunas sorpresas al investigador autorizado.

En el número de octubre de 1954 de Computers and Automation, revista de ciberníética, podemos leer: «Hay que suponerle un hombre de saber extraordinario, de un ingenio y una habilidad mecánica sorprendentes. Esta cabeza parlante debió de ser modelada bajo cierta conjunción de las estrellas que se sitúa exactamente en el momento en que todos los planetas van a comenzar su curso.» No era cuestión de pasado, de presente ni de futuro, pues este invento, aparentemente, superaba con mucho el alcance de su rival: el perverso espejo en la pared de la reina, precursor de nuestros cerebros mecánicos modernos.

Se dijo, naturalmente, que Gilbert fue sólo capaz de producir esta máquina porque estaba en tratos con el diablo y le habí­a jurado eterna fidelidad. ¿Estuvieron otros europeos en relación con la sociedad de los Nueve Desconocidos ? Hay que esperar al siglo XIX para que resurja este misterio, al travíés de los libros del escritor francíés Jacolliot.

Jacolliot fue cónsul de Francia en Calcuta bajo el Segundo Imperio. Escribió una obra de anticipación considerable, comparable, si no superior, a la de Julio Verne. Ha dejado además varios libros consagrados a los grandes secretos de la Humanidad. Esta obra extraordinaria ha sido saqueada por la mayorí­a de los ocultistas, profetas y taumaturgos. Completamente olvidada en Francia, es cíélebre, en cambio, en Rusia.

Jacolliot se muestra positivo: la sociedad de los Nueve Desconocidos es una realidad. Y lo más extraordinario es que cita, a este respecto, tíécnicas que eran del todo inconcebibles en 1860, como, por ejemplo, la liberación de la energí­a, la esterilización por radiaciones y tambiíén la guerra psicológica. Yersin, uno de los más próximos colaboradores de Pasteur y de Roux, pudo haber tenido acceso a secretos biológicos a raí­z de un viaje a Madras, en 1890, y puesto a punto, gracias a las indicaciones que recibieron, el suero contra la peste y el cólera.

La primera vulgarización de la historia de los Nueve Desconocidos se produjo en 1927, con la publicación del libro ‘The Nine Unknown’ de Talbot Mundy que perteneció, durante veinticinco años, a la Policí­a inglesa de la India. El libro está a medio camino entre la novela y la investigación. Según íél, los Nueve Desconocidos emplearí­an un lenguaje sintíético. Cada uno de ellos estarí­a en posesión de un libro constantemente escrito de nuevo y que contendrí­a la exposición detallada de una ciencia.

El primero de estos libros estarí­a consagrado a las tíécnicas de propaganda y de guerra psicológica. «De todas las ciencias —dice Mundy— la más peligrosa serí­a la del control del pensamiento de las multitudes, pues ella permitirí­a gobernar el mundo entero.» Hay que observar que la Semántica general de Korjibski sólo data de 1937, y que hay que esperar la experiencia de la última guerra mundial para que empiecen a cristalizar en Occidente las tíécnicas de psicologí­a del lenguaje, es decir, de propaganda.

El primer colegio de semántica americano no ha sido creado hasta 1950. En Francia, apenas si conocemos más que Le Viol des Foules, de Serge Chokotin, cuya influencia ha sido importante en los medios intelectuales politizantes, aunque no haga más que rozar la cuestión.

El segundo libro estarí­a consagrado a la fisiologí­a. Como cosa más importante, explicarí­a el medio de matar a un hombre con sólo tocarle, produciíéndose la muerte por inversión del influjo nervioso. Se dice que el «judo» pudo nacer de «infiltraciones» de esta obra.

El tercero estudiarí­a la microbiologí­a, y especialmente los coloides de protección.

El cuarto tratarí­a de la transmutación de los metales. Según una leyenda, en tiempos de penuria, los terapí­os y las organizaciones religiosas de caridad reciben, de fuente secreta, grandes cantidades de un oro muy fino.

El quinto comprenderí­a el estudio de todos los medios de comunicación, terrestres y extraterrestres.

El sexto contendrí­a los secretos de la gravitación.

El síéptimo serí­a la más vasta cosmogoní­a concebida por nuestra Humanidad.

El octavo tratarí­a de la luz.

El noveno estarí­a consagrado a la sociologí­a, formularí­a las reglas de la evolución de las sociedades y permitirí­a prever su caí­da.

Con la leyenda de los Nueve Desconocidos, se relaciona el misterio de las aguas del Ganges. Multitudes de peregrinos, portadores de las más espantosas y diversas enfermedades, se bañan sin ningún peligro para los que están sanos. Las aguas sagradas lo purifican todo. Se ha querido atribuir esta extraña propiedad del rí­o a la formación de bacteriófagos. Pero, ¿por quíé no se forman tambiíén en el Brahmaputra, en el Amazonas o en el Sena?

La hipótesis de una esterilización por radiaciones aparece en la obra de Jacolliot, cien años antes de que se sepa que tal fenómeno es posible. Estas radiaciones, según Jacolliot, provendrí­an de un templo secreto excavado bajo el lecho del Ganges. Al margen de las agitaciones religiosas, sociales y polí­ticas, resueltas y perfectamente disimuladas, los Nueve Desconocidos encarnan la imagen de la ciencia serena, de la ciencia con conciencia. Dueña de los destinos de la Humanidad, pero absteniíéndose de emplear su propio poderí­o, esta sociedad secreta constituye el más bello homenaje de la libertad en las alturas.

Vigilantes en el seno de su glorí­a oculta, estos nueve hombres contemplan cómo se hacen, deshacen y rehacen las civilizaciones, menos indiferentes que tolerantes, prestos a ayudar, pero siempre en este orden del silencio que es la medida de la grandeza humana. ¿Mito o realidad? Mito soberbio, en todo caso, surgido de lo más hondo de los tiempos… y resaca del futuro.”.