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Autor Tema: LA CAPACIDAD DE CURAR DE LA ENERGIA  (Leído 496 veces)

Scientia

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LA CAPACIDAD DE CURAR DE LA ENERGIA
« en: Julio 22, 2016, 07:22:33 pm »

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LA CAPACIDAD DE CURAR DE LA ENERGIA



Reclama una nueva medicina, la que tenga en cuenta la capacidad de curar de la energí­a, mucho más eficaz que los medicamentos.
–Usted asegura que la medicina convencional va por muy mal camino. ¿Tan peligrosos son los medicamentos que nos recetan?
–Nos dan medicamentos para la enfermedad, pero esto causa muchos problemas en el cuerpo. Porque esta medicina basada en la farmacologí­a no entiende cómo está interrelacionada toda la bioquí­mica del organismo. Cuando tomo una pastilla quí­mica y la introduzco en mi cuerpo, no solo afecta a aquel lugar donde tengo el problema, sino que afecta a muchas otras cosas a la vez. Son los llamados “efectos secundarios”. Pero, en realidad, no son secundarios sino directos. No entienden que el efecto de las drogas no solo crea un efecto sino múltiples. Según las estadí­sticas en EEUU, ¡los fármacos matan allí­ a más de 300.000 personas cada año! Hay algo que no funciona en la ciencia míédica. Hace algunas cosas bien, como la traumatologí­a, pero está matando a mucha más gente de la que ayuda.

–¿Y quíé ha descubierto sobre las cíélulas pero que no tiene en cuenta la medicina?
–Yo ya trabajaba con ellas en los años 60. Fui un pionero porque en esa íépoca habí­a muy poca gente trabajando en ello. Y un experimento que hice en esa íépoca cambió la idea que tení­a del mundo. Entonces, la pregunta es muy sencilla, ¿quíé controla el destino de las cíélulas? Todas eran idíénticas, lo único que era diferente era el entorno. Cuando cojo cíélulas sanas y las coloco en un entorno nocivo, la cíélulas enferman y mueren.
Si un míédico las mirara, dirí­a: “¿Quíé medicina hay que darles?” ¡Pero no hace falta ninguna medicina! Les cambias el entorno nocivo, las colocas en uno sano y saludable y las cíélulas sanan. Los humanos somos una comunidad de 50 trillones de cíélulas, por tanto, la cíélula es el ser viviente y la persona es una comunidad que necesita energí­a.

–¿Cuál es el entorno de la cíélula que hay que cuidar?
–Dentro de mí­ hay 50 trillones de cíélulas y el entorno celular para nosotros es la sangre, por ello la composición de la sangre cambia el destino de la cíélula. ¿Y quíé controla la sangre? Pues el sistema nervioso, que crea una quí­mica diferente según el sistema exterior. La cíélula y el ser humano son la misma cosa. Por tanto, la medicina culpa a las cíélulas por la enfermedad y trata de cambiar la quí­mica de las cíélulas, pero ese no es el problema, el problema es el entorno. Y si cambias a la persona de entorno, sin medicamentos, el cerebro cambia la quí­mica. El cerebro de la cíélula y el de la persona leen y entienden el entorno.

–En un entorno sano, ¿nos curamos automáticamente? ¿Así­ de fácil?
–No es tan fácil, porque la mente interpreta. Puede suceder que estemos en un entorno muy sano y que la mente lo lea como un entorno negativo o perjudicial. Entonces crea una quí­mica que hará a mi cuerpo enfermar. La diferencia entre la cíélula y el ser humano es que este tiene una mente que hace una interpretación y la cíélula lee el entorno directamente. Si metes un programa con errores en la mente, entonces la quí­mica que genera no está en armoní­a con la vida. Y esto nos sirve para entender cómo funciona un placebo. Cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, tomo una pí­ldora porque creo que esto me va a traer salud, y me mejora y me sana, pero la pí­ldora podrí­a ser de azúcar, en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo.

–¿Está diciendo que el efecto placebo –creer que algo nos sanará– es más curativo que un medicamento? Pero no hay casi investigaciones sobre eso.
–Sí­, tienes razón. ¿Eres consciente de que hay más de una manera de hacer energí­a sin tener que depender del petróleo? Pero seguimos dependiendo del petróleo porque no interesa el cambio a los que controlan la energí­a. Lo mismo pasa con las empresas farmacíéuticas. Venden fármacos y ¿poder sanar sin fármacos es bueno o malo para la industria farmacíéutica? No quieren que sanes sin comprar sus fármacos. ¿Se puede poner energí­a en una cápsula? Si fuera así­, las farmacíéuticas intentarí­an vendíértela. Si puedo sanar sin usar medicamentos, la industria que los produce no gana dinero. El dinero controla la ciencia.

–Explí­quenos cómo funciona ese poder que dice que tiene la mente para la autocuración.
–He hablado de que la mente controla: si piensa de una manera, se va en una dirección y, si piensa de otra, se va en otra. Por ejemplo, cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo. Entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa quí­mica trae salud a las cíélulas. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estríés. Y estas hacen dos cosas. La primera es que frenan el crecimiento del cuerpo. Porque si me está persiguiendo un león, necesito toda la energí­a para poder escaparme, y mi organismo apaga todo lo que no sea imprescindible para correr más rápido, así­ que se paraliza todo lo que tiene que ver con el crecimiento. La gente no lo sabe, pero tienes que crecer todos los dí­as, porque, si no, te mueres. Cada dí­a cientos de billones de cíélulas mueren y tienes que ir produciendo nuevas. Cada tres dí­as, el sistema digestivo renueva sus cíélulas, pero si se interfiere con ese crecimiento, entonces no puedo estar sano porque estoy perdiendo demasiadas cíélulas al dí­a, por eso la quimioterapia hace que se caiga el pelo y crea problemas de digestión, porque mata todas las cíélulas, no solo las del cáncer. La segunda consecuencia de las hormonas del estríés es que se cierra todo aquello que usa energí­a, y el sistema inmunitario usa muchí­sima energí­a: cuando estás enfermo, te sientes muy cansado porque tu energí­a la está usando el sistema inmunitario.

–Explí­quenos quíé es la medicina cuántica o medicina de la energí­a.
–Las hormonas del estríés apagan el sistema inmunitario, incluso la medicina usa este efecto en algunas ocasiones. Por ejemplo, si me trasplantaran un corazón, mi sistema inmunitario lo rechazarí­a. En esos casos, los míédicos dan hormonas del estríés y eso impide que funcione el sistema inmunitario. Es tan claro que suprime el sistema inmunitario que lo usamos como un medicamento. Cuando la persona está bajo estríés, afecta de dos maneras: la primera es que deja de haber crecimiento y la segunda es que se apaga el sistema inmunitario. De esta forma, virus nocivos pueden atacarme fácilmente. Cuando estás bajo mucho estríés, te enfermas. Y debo decir que, si tomamos una muestra de sangre de cada persona, descubrimos que todos tenemos cíélulas cancerí­genas. Las tenemos siempre, pero si está funcionando el sistema inmunitario, no pueden crecer. Una vez que se apaga el sistema inmunitario, proliferan. Es como el catarro: no tienes que coger el virus, ya lo tienes dentro. Son organismos oportunistas. Como decí­a, la primera razón por la que la medicina de hoy es cuestionable es porque los míédicos no saben cómo funcionan las cíélulas. La segunda es que la medicina está basada en la fí­sica de Newton. No reconoce la energí­a, esa parte invisible, las señales electromagníéticas. Pero, a principios del siglo XX, apareció la fí­sica cuántica, que dice que todo es energí­a, lo que podemos ver y tambiíén lo invisible. Si miras dentro del átomo, hay electrones, protones, neutrones. ¿Y quíé hay dentro? Energí­a. La ciencia más reciente indica que el cuerpo responde a la fí­sica cuántica, no a la newtoniania. La medicina dice que quiere cambiar la quí­mica del organismo con drogas y la nueva medicina dice que hay que cambiar la energí­a. Y esta nueva medicina, la cuántica, es mucho más poderosa, porque responde primero el campo energíético que el fí­sico.

–Y eso enlaza con la fí­sica cuántica. Si todo es energí­a, ¿los pensamientos tambiíén? ¿Cómo influyen en nuestra salud?
–La mente es energí­a. Cuando piensas, transmites energí­a, y los pensamientos son más poderosos que la quí­mica. Así­ que esto es peor para las empresas farmacíéuticas porque no lo pueden vender. Por tanto, no les interesa una conexión entre la mente y el cuerpo. Pero es cierto que las propias creencias se convierten en un campo energíético, una transmisión, y esta se transforma en una señal que es capaz de cambiar el organismo. Y así­ es como funcionaba la sanación antes del desarrollo de la medicina. La gente sanaba con los chamanes, con las manos… pero eso no puede vender y por eso la medicina no quiere ir por ese camino. Y es la razón por la que yo cambiíé mi carrera. Estaba enseñando en la universidad que hay que seguir con drogas y sabí­a que eso no era verdad. La medicina lo conoce, pero no habla de ello. Sabe que el pensamiento positivo, el placebo, puede sanar, y tambiíén que el pensamiento negativo puede matar. En realidad, no es que sea positivo o negativo, es la manera de pensar. Si el míédico te dice que tienes cáncer, aunque no tengas cáncer, si lo crees, crearás la quí­mica que generará cáncer. Por tanto, el problema no es tanto el entorno real sino el que tú interpretas. Por eso no funciona la medicina, porque no reconoce la ciencia cuántica. No mira hacia ahí­ porque el dinero está en otro lado.

–Usted ha explicado que, en la mente, quien realmente tiene el poder es el subconsciente, ¿por eso es tan difí­cil cambiar hábitos de pensamiento?
–Es millones de veces más poderoso y más importante que la mente consciente. Utilizamos el subconsciente el 95 por ciento del tiempo.
Pero no lo podemos controlar.
Lo puedes reprogramar. La información del subconsciente se recibe en los primeros seis años de vida. Eso que aprendiste en esos años se convierte en el conocimiento fundamental de tu vida. Por tanto, hay muchos estudios que demuestran que las enfermedades que tenemos de adultos, como el cáncer, tienen que ver con la programación y el entorno que vivimos en los primeros seis años de vida.

–Es decir, los niños absorben tambiíén sus enfermedades o sus actitudes negativas, y así­ se ‘programa’ su subconsciente. ¡Quíé gran responsabilidad para los padres!
–La gente, cuando oye esto, se preocupa, se culpa. Pero no eres culpable si tú no sabes que el subconsciente funciona así­. No lo sabí­an nuestros padres, ni nuestros abuelos ni bisabuelos. Ahora bien, cuando lo entiendes, tienes que cambiar tu manera de vivir, porque entonces sí­ eres responsable. Está demostrado que si un niño adoptado vive en su familia casos de cáncer, en su madurez puede padecer cáncer aunque su geníética sea diferente. Si te enseñaron a maltratar tu cuerpo con mala información, destruirás el vehí­culo de tu cuerpo, cuyo conductor es la mente. El futuro es una mejor educación para los niños, incluso en la etapa prenatal.

–¿Podemos reprogramar el subconsciente para estar más sanos o ser más felices con nuestra vida?
–Los comportamientos que vienen del subconsciente no los percibes y pueden estar haciíéndote daño. Quizás te sientes enfermo y echas la culpa a otra cosa. Al cambiar estos programas erróneos en el subconsciente, puedes recrear toda tu vida. Hay varias maneras de hacerlo. Se piensa que, cuando la mente consciente registra algo, la subconsciente tambiíén filtra esa informacion, pero no es así­. La mente consciente es creativa y la subconsciente trata de todos los hábitos. Si le enseñas al subconsciente algo diferente, se lo enseñas tambiíén a la consciente, pero no al revíés. Por ello, la manera de reprogramar es repetir y repetir hasta que se crea un hábito. Si leo un libro de autoayuda, mi mente consciente dice: “Síé todo lo que hay en el libro y lo aplico”, pero la subconsciente no se entera de nada. Entonces, piensas: “¿Por que síé tanto y todaví­a mi cuerpo no funciona?”. Los pensamientos positivos, el conocimiento… solo funcionan el 5% del tiempo, pero el 95% son los hábitos que tengo desde mi niñez. Y esa es la razón por la que los pensamientos positivos no son suficientes. Ayudan, pero no ves muchos resultados. Todo sigue igual hasta que no cambias el subconsciente.

–Con su investigación, ha aunado ciencia y creencia, un binomio que evita la mayorí­a de los cientí­ficos. ¿Usted cree en la eternidad?
–Absolutamente, sí­. No hay dos personas iguales, y lo digo desde el punto vista biológico. Si cojo mis celulas y las traslado a tu cuerpo, no soy yo, el sistema inmunitario las rechaza. En las cíélulas hay como una especie de antenas en miniatura. Son receptores y algunos son autorreceptores. Tú tienes diferentes autorreceptores a los mí­os. Pero los receptores reciben las señales del entorno. Si corto esos receptores, la cíélula no tiene ninguna identidad, porque no le viene de dentro sino de fuera. Para explicarlo de forma gráfica, dirí­a que el cuerpo es como un televisor: mis antenas captan y reproducen el programa televisivo de Bruce. Esos receptores recogen esa transmisión. Si estoy viendo la tele y se estropea el tubo de la imagen, ha muerto el televisor, pero sigue la transmisión. Si ese ser tiene los mismos receptores que tienes tú, volverás a estar trasmitiendo lo mismo, pero en otro cuerpo. Esto explica la reencarnación y quiere decir que el cuerpo puede ir y venir, pero la transmisión siempre está ahí­.

–¿Eso le hizo creer que tenemos espí­ritu?
–Nunca habí­a creí­do en el espí­ritu, pero cuando comprobíé esto en la cíélula, me cambió la vida entera. La pregunta que me planteíé es: ¿por quíé esa duplicidad?, ¿por quíé tener un espí­ritu y un cuerpo? Y la respuesta vino de mis cíélulas: si solo existiera el espí­ritu, ¿a quíé sabe el chocolate? Solo con la parte espiritual, ¿cómo vivir una puesta de sol? ¿Quíé se siente cuando se está enamorado? Todas esas sensaciones vienen de las cíélulas del cuerpo, que puede oler, sentir, tener experiencias. Recoge todo eso, lo transmite al cerebro. Se convierte en vibraciones y lo transmite a la fuente del ser. Si se muere mi cuerpo, mi fuente de ser y mi espí­ritu tienen la memoria hasta que tenga otro cuerpo. La lección más importante es que estar vivo es un regalo, una alegrí­a por todo lo que podemos sentir. Cuando hagamos eso, todo el mundo estará sano.