Por... Alberto Tovar
Las decisiones y su ejecución son parte esencial de las finanzas personales.
Hay quien dice “ya síé lo que debo hacerâ€, pero de nada sirve si lo posterga en forma indefinida por miedo o costumbre, permitiendo que las circunstancias lo conduzcan a cualquier lugar como barco a la deriva.
El tiempo perdido es irreparable y las grandes crisis no acontecen de la noche a la mañana; se van cocinando lentamente con las actitudes cotidianas y se ve reflejado en atrasos en el pago de recibos; caer en el consumismo; liquidar sólo los mínimos en las tarjetas; olvidar el presupuesto, etcíétera.
El resultado es la falta de ahorro, píérdida del patrimonio o insolvencia en la vejez, entre otras cosas.
En este contexto son valiosas las aportaciones de Chip y Dan Health en su libro “How to make better choices in life and workâ€, donde afirman que muchas de nuestras elecciones son secuestradas por lo que creemos importante en el momento de enfrentarnos a ello; es decir, nos dejamos llevar por una intuición mal sustentada.
Los autores, acadíémicos de prestigiadas universidades de Estados Unidos sugieren tíécnicas sencillas para alentar al cerebro a tomar en cuenta las consecuencias de largo plazo.
En principio, identificar la distancia emocional, imaginando quíé sucederá desde una perspectiva a futuro, porque regularmente uno actúa en función de un beneficio rápido. Eso lo saben bien los vendedores quienes tratan de hacerlo sentir a uno que se puede obtener una satisfacción inmediata, aún cuando cause un desajuste financiero despuíés.
Por tanto, debemos forzarnos a pensar en el futuro. Proponen una metodología llamada 10/10/10 que consiste en preguntarse las consecuencias de la decisión en los próximos 10 minutos, 10 meses y 10 años.
Otra manera es percibir la resolución desde una posición de observador, como si estuviera a distancia, detallando los aspectos trascendentes y cuestionarse ¿quíé le voy a recomendar a mi mejor amigo?
A veces nuestras decisiones no se distraen por las emociones a corto plazo, pero sí por las prioridades de la vida.
Habrán de definirse valores, metas, aspiraciones y cuáles son más relevantes.
Esto es básico, porque los recursos son escasos, tanto en tiempo como en dinero. Respondamos: ¿quíé hago primero?
Tendemos a ser demasiado confiados en nuestros conocimientos y experiencias.
Por eso hay que considerar los peores y los mejores resultados. Los autores apuntan, dejemos de reaccionar sin evaluar y pasemos de “piloto automático†a “manualâ€.