Por... Emma Ashford
Emma Ashford considera que la promesa de campaña de Trump de destruir el acuerdo nuclear con Irán, de ser cumplida, tendría un altísimo costo político y diplomático para EE.UU.
Durante la temporada de las primarias del Partido Republicano, la mayoría de los candidatos se mostraron en contra del acuerdo nuclear con Irán y prometieron deshacerlo. De hecho, Donald Trump, nuestro nuevo presidente-electo, describió el Plan Conjunto e Integral de Acción (el JCPoA por sus siglas en inglíés) como “uno de los peores acuerdos que he vistoâ€. Con el inesperado triunfo de Trump en la elección de esta semana, el futuro del acuerdo de Irán —uno de los íéxitos diplomáticos más importantes de la presidencia de Barack Obama— se ha oscurecido.
A lo largo del último año, la campaña de Trump fue impresionantemente inconsistente sobre la cuestión del acuerdo iraní. Varios partidarios de Trump —incluyendo a Rudy Giuliani en su discurso durante la Convención Nacional del Partido Republicano— sugirió que Trump “destruiría†el acuerdo en su primer día de presidente. Trump mismo ha criticado duramente el acuerdo, prometiendo en un discurso ante la AIPAC en marzo que deshacer el acuerdo sería su prioridad número uno. Aún así, afirmaciones posteriores se enfocaron en cambio en la idea de que el “arreglaría†el acuerdo, volviendo a la mesa de negociación con Teherán, una línea luego adoptada por muchos de sus asesores de campaña.
Desafortunadamente, aunque esto podría indicar de que la postura de Trump era más retórica que realidad, es probable que íél se enfrente a una fuerte presión por parte de un congreso dominado por republicanos para deshacer el acuerdo. La presión es probable que venga desde el interior de su gobierno tambiíén: no solo Mike Pence, seleccionado para ser vicepresidente de Trump, adoptó una posición dura sobre el acuerdo con Irán durante los debates, sino que varios de los potenciales asesores de Trump han argumentado de manera similar que el acuerdo debería ser destruido. Es difícil imaginarse una administración que incluye a Bob Corker, John Bolton o Michael Flynn adoptando una estrategia conciliatoria sobre Irán respecto de cualquier asunto.
De manera que cabe preguntarnos: ¿puede Trump realmente acabar con el acuerdo con Irán? Tal vez más efectivamente de lo que muchos han asumido, aunque sería política y diplomáticamente costoso. Para acabar con el acuerdo, EE.UU. tendría que afirmar ante el Consejo de Seguridad de la ONU que Irán está violando el acuerdo. Aunque dicha violación sería tíécnicamente confirmada por una parte externa como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el hecho es que la provisión de “ríéplica†de alivio de las sanciones que se encuentra en el JCPoA permite que EE.UU. ejerza su poder de veto, obligando a que sean introducidas nuevamente las sanciones de la ONU.
EE.UU. no puede obligar a la Unión Europea a introducir nuevamente todas sus sanciones, que incluyen algunas de las medidas más severas sobre el petróleo iraní y sus sectores bancarios. Tampoco puede aplicar sanciones de manera retroactiva; cualquier acuerdo logrado entre empresas a lo largo de los últimos seis meses —como el acuerdo de petróleo y gas Total— tendría que ser heredado. Pero si quisiera, el Presidente Trump podría emitir órdenes ejecutivas reinstaurando sanciones o creando nuevas sanciones sobre individuos o empresas iraníes. Tambiíén podría ordenarle a la Tesorería aplicar sanciones de forma extraterritorial, previniendo que las empresas europeas o asiáticas que hacen negocios con Teherán puedan acceder al sistema financiero de EE.UU.
Aún así la decisión de acabar con el acuerdo nuclear con Irán sería extremadamente costoso para EE.UU. Aislaría a aliados clave en Europa y otros lugares, desalentando su participación en futuros esfuerzos diplomáticos de EE.UU. Un mejor acuerdo es virtualmente imposible de obtener, así que aumentaríamos considerablemente la probabilidad de que Irán vuelva a desarrollar sus capacidades nucleares, permitiendo que se acerquen más a la bomba atómica, y EE.UU. a un conflicto militar. Esto le acarrearía a EE.UU. una mala reputación, implicando que no se puede confiar en que nosotros respetemos los acuerdos internacionales que negociamos.
Es seguramente posible que el Presidente-electo Trump deshaga el JCPoA. Pero como todas las preguntas acerca de la política exterior de Trump, sigue sin quedar claro si decidirá hacerlo o no. Si decide hacerlo, las repercusiones para la política exterior de EE.UU. serían desagradables. Destruir el acuerdo con Irán podría verse bien ante la base del Partido Republicano, pero es el equivalente diplomático de dispararnos en el pie: no logra objetivo alguno de política exterior, se corre el riesgo de desestabilizar el Medio Oriente todavía más, y perjudica severamente la reputación diplomática de EE.UU.