Son días, semanas, meses, ya más de un año, plagados de miedos y de delaciones en Bolsa. “Fulano lo está pasando mal; Mengano tiene dificultades para pagar la nómina y a Zutano no le llega la camisa al cuello, porque el endeudamiento lo ha ahorcadoâ€. Más de un año con el runrún, ese zumbido sordo, de que alguna gran compañía de las emblemáticas del Ibex va a presentar concurso de acreedores (suspensión de pagos). De ser así, dicen los sabios, la Bolsa española se desmoronaría, caerían los precios aún más, como fichas de dominó preparadas para un concurso de caí¬das al compás. Por eso, ningún valor emblemático va a sucumbir a las iras internas y externas. La propia Bolsa está en juego y en nuestro país no estamos preparados para quiebras o bancarrotas al más puro estilo del Oeste Americano. El miedo a un enorme y fatal terremoto que sacudió la espina dorsal de la banca mediana y de algunas cajas de ahorros está conjurado a nivel nacional e internacional con los Planes de Rescate. Ahora los miedos se centran en las constructoras, porque el nivel de apalancamiento ha hecho historia y, además apenas se ha reducido, sólo un 4%, en tíérminos interanuales. Pero ninguna, al parecer, va a presentar concurso de acreedores.
“A la banca no le interesa que un banco, una inmobiliaria o una gran constructora que cotiza en Bolsa quiebre o presente concurso de acreedores. Eso son palabras mayores, es algo así como mentar a la bicha y sentar las bases para que otras hagan los mismo. Un proceso que conllevaría a que algunos bancos comenzaran a cavarse su propia tumba. Lo que más se escucha en el ambiente es el mal momento de las constructoras, tanto las que cotizan como las que no cotizan en Bolsa o las muchas que viven de las subcontratas. Ahí las cosas son diferentes, porque la onda expansiva es distinta en tíérminos mediáticos. Mi apuesta es que ninguna de las grandes constructoras, de las que tanto y tan mal se viene hablando en los dos últimos años, va a presentar concurso de acreedoresâ€, me cuenta uno de los hombres sabios de la Bolsa española.
“Es más, ya hay suspensiones de pagos o concursos de acreedores, como se dice ahora, encubiertos. Sólo basta con fijarse en las cotizaciones que marcan algunas de ellas en Bolsa. La suma de las participaciones más las suma de la capitalización de las matrices no sirven para tapar los enormes agujeros abiertos con las deudas contraídas. Estamos, por tanto, ante un fenómeno similar al de las inmobiliarias que cotizan en Bolsa. Los bancos han tomado las riendas de la situación y han mantenido a las compañías en Bolsa, pero a precios simbólicosâ€, añade.
“En las constructoras se está produciendo el mismo fenómeno. Los bancos las van a mantener en Bolsa para que sigan pagando sus deudas como puedan. No es lo mismo cotizar en Bolsa, que no cotizar. Pero las cotizaciones van a caer a plomo, como lo están haciendo ya. Aunque son sectores diferentes, pero interconectados, constructoras e inmobiliarias viven la misma situación en tíérminos de endeudamiento y en liquidación apresurada de activos. Ambos capítulos se alimentan entre sí. Para adelgazar el endeudamiento hay que vender y para vender hay que tener ofertas, compradores. La situación de colapso de críédito impide el normal funcionamiento de los procesos de venta. El tiempo se echa encima y los acreedores dicen ¡basta!, porque no pueden decir otra cosaâ€, prosigue.
“Este proceso coincide, además, con las propias dificultades del sector bancario, lo que nos lleva a una Bolsa enredada en sí misma. Pasará mucho tiempo hasta que la normalidad se instale en los mercados de acciones y en el resto de los mercados. Mientras, la volatilidad mantendrá su ritmo alocado como ya hemos visto desde hace varios meses, demasiados mesesâ€, sentencia.
Moisíés Romero
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