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Autor Tema: Vigorexia, bigorexia (sí­, con B) o trastorno dismórfico muscular.  (Leído 940 veces)

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Vigorexia, bigorexia (sí­, con B) o trastorno dismórfico muscular.


por Dr. Sergio Oliveros Calvo, Psiquiatra Madrid (Grupo Doctor Oliveros)



Ernesto es un joven de 26 años de sur del área metropolitana de Madrid. Hace unos años sufrió una anorexia nerviosa pero ahora ha cambiado, todo en íél parece grande: su tórax, el diámetro de sus brazos o su cuello. Dedica 4 horas diarias al gimnasio y ocasionalmente emplea esteroides para incrementar más su masa muscular. Su dieta es muy rica en proteí­nas e hidratos de carbono pero no contiene grasa. Su problema es que, a pesar de doblar el tamaño normal de un hombre de su estatura, sigue viíéndose díébil y alejado de alcanzar las formas masculinas que persigue. Sufre un bigorexia. Esta alteración de la imagen corporal le ha hecho perder su trabajo, su casa, su actividad social y su pareja. Sólo cuando hubo de interrumpir su entrenamiento por una mononucleosis infecciosa y su mente se vio invadida por ideas de suicidio decidió acudir a consulta.
  Ernesto no es un caso aislado. El 1-2% de la población comparte su trastorno. En ciudades como Madrid, donde casi la mitad de los hombres jóvenes acuden regularmente al gimnasio, alrededor de un 6-20% de ellos podrí­an ser bigoríéxicos en diferente grado.  Los estudios estiman que en España podrí­a haber sobre 700.000 sujetos afectos.
  Alcanza su máxima prevalencia en hombres de la franja de 15-40 años pero su incidencia en mujeres es creciente.
  La bigorexia (del inglíés “big”, grande), tambiíén llamada anorexia inversa, trastorno dismórfico muscular, dismorfia muscular  o vigorexia en los paí­ses hipanohablantes, comenzó a ser estudiada de forma sistemática en la díécada de los 90 por el psiquiatra Dr. Harrison G. Pope en el McLean Hospital de la Universidad de Harvard.  Junto con la dismorfofobia (analizada en nuestro último post) y la anorexia nerviosa, forma el conjunto de trastornos mentales fundamentados en una alteración de la imagen corporal. Anorexia y bigorexia estarí­an, por tanto, en extremos opuestos de esta alteración. Al mirarse a un espejo, los pacientes ven su cuerpo de una forma diferente a cómo lo percibimos los demás, con una distorsión que es irreductible a cualquier argumentación lógica. No son conscientes de sufrir un trastorno. En nuestro caso, el bigoríéxico seguirá viíéndose “realmente” díébil y deforme aunque no le quepa un gramo más de masa muscular bajo su piel.
La creencia sobre que un cuerpo bonito facilita un mayor amor propio y mayor íéxito sexual, social e incluso laboral es extendida
  Se ha barajado que la influencia cultural pueda ser determinante. Recordemos el mensaje no verbal recogido en las formas corporales de los muñecos infantiles Barbie y Geyperman (reflejan, curiosamente, tanto el esquema corporal de la anorexia femenina como de la bigorexia masculina) o los modelos publicitarios actuales que transmiten la imagen de un hombre musculoso y triunfador. La creencia sobre que un cuerpo bonito facilita un mayor amor propio y mayor íéxito sexual, social e incluso laboral es extendida. Los mensajes sobre vida sana con cuidado del ejercicio y la alimentación son constantes. Sin embargo, las evidencias sobre anomalí­as geníéticas y cerebrales son crecientes (podrí­a existir una alteración en neuronas que evalúan la masa muscular de quien se tenga delante en la bigorexia y la misma alteración en neuronas que evalúan la cantidad de grasa en la anorexia).
   Es frecuente que estos pacientes muestren antecedentes de:
T. alimentación (sobre todo anorexia, con menos frecuencia bulimia nerviosa).
T. obsesivo compulsivo.
Depresión mayor.
Fobia social.
T. bipolar.
Violencia domíéstica en la infancia.
Relación poco satisfactoria con la madre.
Escaso amor propio desde la adolescencia.
Rasgos especí­ficos de personalidad (obsesivos, narcisistas, histriónicos).
Bullying en los años de escuela.
  Aunque el ejercicio fí­sico compulsivo en la bigorexia cumple la mayorí­a de las caracterí­sticas de las adicciones comportamentales (a caballo entre los trastornos obsesivos y las adicciones quí­micas) cuenta con una caracterí­stica diferencial: la imagen corporal distorsionada. De este modo, el paciente con bigorexia presenta:
Dedicación de muchas horas a incrementar su masa muscular incluso si está enfermo.
Ejercicio compulsivo, no puede evitar realizarlo y si se ve privado presenta intensa ansiedad, irritabilidad, insomnio y malestar por la píérdida de masa muscular temida.
Intensa autoobservación (espejo, selfies, báscula etc).
Preocupación por el tamaño de su pene, su estatura y su eventual caí­da de pelo.
Hipertrofia muscular.
Autoimagen corporal díébil y sin formas masculinas suficientes.
Comparación constante con cuerpos ideales.
Restricción de las grasas de su dieta sobrecargada proteí­nas.
Empleo de anabolizantes (50-100% de los casos) para ganar peso y masa muscular.
Inseguridad, con escaso amor propio y presenta cambios de humor.
Abandono de actividades sociales, afectivas y laborales.
Frecuentes sí­ntomas depresivos, de autodesprecio e ideas de suicidio.
  El ejercicio excesivo y el consumo de anabolizantes suele ocasionar complicaciones frecuentes y serias:
Lesiones osteomusculares y tendinosas por el esfuerzo.
Problemas endocrinos, cardí­acos, hepáticos y renales.
  El tratamiento de estos pacientes requiere una sólida alianza terapíéutica y la creación de un clima de seguridad y aceptación en el encuadre terapíéutico. Es importante no opinar sobre su conformación corporal ni sojuzgarles. Suelen ser muy resistentes al tratamiento y sentirse juzgados les invita inmediatamente a abandonar el tratamiento. Es importante transmitir al paciente que no se persigue la suspensión del ejercicio sino adecuarlo a sus necesidades reales.
  Se promocionará una transición progresiva hacia una dieta más saludable procurando evitar la coerción y la violencia. El tratamiento de elección es la terapia cognitiva-conductual.
  El empleo de psicofármacos dependerá de la rigidez de pensamiento que presente (mejora con ISRS) y la presencia de trastornos comórbidos. Fármacos como la clomipramina, fluoxetina, sertralina o citalopram son empleados con íéxito. El escitalopram y la venlafaxina han mostrado con resultados variables.
   A pesar de todo lo dicho, la bigorexia o dismorfia muscular no está incluida todaví­a en las clasificaciones psiquiátricas internacionales si bien todo indica que se incluirá pronto.