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Autor Tema: El Zorro y la boda de su mejor amigo  (Leído 2310 veces)

Zorro

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El Zorro y la boda de su mejor amigo
« en: Diciembre 05, 2007, 10:10:55 am »
El Zorro y la boda de su mejor amigo

El invierno daba sus últimos coletazos en el Bosque. Los dí­as iban ganando luz, y los seres estáticos estaban a punto de brotar o de florecer. Otra fase de la vida anual estaba a punto de comenzar. Todas las estaciones tienen su encanto en el Bosque, pero la Primavera y el Verano son las más esplíéndidas, exuberantes y bonitas de las cuatro. El Zorro, estaba adaptando su vida a la nueva estación que en breve comenzarí­a, la caza se iba incrementando, y lo peor del ciclo anual se daba por finalizado.

El cánido estaba feliz, la Bolsa le subí­a a chorro, y sus cuentas de la lechera le ocupaban horas y horas:

- Que si gano esto, hago aquello. Que si gano más, tambiíén lo otro. Que mira que si llego a ... ¡va a ser la leche!. Pero tengo que disciplinarme, si, lo más importante la disciplina.

El Zorro, experto bolsita, sabia muy bien que las emociones pueden jugar una mala pasada en la Bolsa. Con los años habí­a aprendido que en la Bolsa todo es emocional, y que ser frí­o, cuando todos loquean, es el mejor sistema para llevarse un buen botí­n. Trazaba sus planes meticulosamente, como si de unas oposiciones se tratara.

En ello estaba, cuando fue interrumpido por el cartero del Bosque,:

- Piiiitttt!, Zorro, tienes carta.
- Ya voy, ya voy, -contestaba con mal genio el raposo por haberle interrumpido sus sueños-. ¿De quiíén es?.
- De un tal Zorrin.
- ¡Gracias!.
- Adios Zorro.
- Vaya, ¡que sorpresa!, carta de mi amigo del alma.

El cánido y Zorrí­n habí­an aprendido a cazar juntos. Y aunque viví­a en otro Bosque, guardaban una gran amistad.

- Haber que cuenta este Zorrin. ¡Quíé...!, -exclamó-, ¡que se casa!. ¿Con quiíén?. Si yo no sabí­a nada!. ¿Cómo es posible?. ¿Quiíén será la novia?. Tengo que saber más.

El Zorro cerró la madriguera, y se puso rumbo al hogar de Zorrin.
Al dí­a siguiente llegó,:

- Zorrin!, Zorrin!,  -llamaba-

Pero nadie contestaba-, comprobó que no estaban en casa, y esperó un buen rato. Por fin, alguien se acercó:

- ¿Quiíén eres?.
- Soy un amigo de la familia, vengo a ver a Zorrin.
- ¡Ah!, pues llegas en mal momento
- ¿Es quíé pasó algo malo?.
- No, yo soy Tio, un pariente de Zorrí­n, han ido a lo de la petición de pata. Llegarán mañana.
- Vaya, ¡quíé contratiempo!.
- Si eres amigo de Zorrí­n puedes quedarte en mi casa esta noche.
- ¡Pues muchas gracias!.

Los dos raposos emprendieron la marcha, y por el camino, el Zorro aprovechó para saber algo más del asunto:

- ¿Cómo conoció a la novia?.
- La conoció por internet, y se prendó de ella en cuestión de dí­as.
- ¡Por internet!, dichoso internet, -decí­a el Zorro-, ahora todo va por ese medio, y los noviazgos no son como antes. Claro, así­ duran lo que duran las relaciones. Que si amor ciberníético, que si sexo a distancia. Al no haber contacto, las cosas son efí­meras, pasajeras, todo va a corto rabioso.
- Son otros tiempos Zorro, ahora todo es así­.
- Si, tienes razón Tí­o, pero ya ves como van las cosas.
- ¡Y que le vamos hacer!, los jóvenes suelen moverse por impulsos.
- Si es verdad Tí­o. ¿Y como se llama?.
- Es de Barcelona y creo que dijo que se llamaba DOGI, o algo así­.

- ¡DOGI!, gritó el Zorro, ¿has dicho DOGI?.
-Si, ¿por quíé?.
- ¡Menuda pelandrusca es!. ¡Así­ que Zorrí­n se ha dejado engatusar por DOGI!. - ¿Por quíé dices eso Zorro?.
- Es que no se que ve en esa pelandrusca. Con lo bonitas que son la SEDA, la AVANZIT, la  NATRACEUTICAL, y la URALITA, va, y se nos enrolla con la más fea.
- Este joven es un reincidente, en otra ocasión estuvo enrollado con la TERRA, y solo nos daba disgustos Zorro, no ganábamos para disgustos. “Dicen que la DOGI es de buena familia.
- Si, los Domíénech de Barcelona, pero vamos, su historial deja mucho que desear. Que si vende los terrenos, que si compra esto, que si se asocia con aquellos. Y total, para seguir perdiendo dinero. Eso si, con la promesa de que lo va a ganar.

- Vaya Zorro, por lo que me cuentas, y despuíés de tanta ampliación, cambio de ubicación de fabricas para aprovechar el boom inmobiliario, ampliaciones, y emisión de bonos, parece un drogadicto que se come todo el dinero, no da nada a cambio,  pero promete dejarlo.
- Yo no lo describirí­a mejor, pero te olvidas de que toda esa historia tiene la coartada de un proyecto empresarial.

- Pues para mi Zorro, y a la espera de otras noticias, me parece que mi sobrino se va a casar con una derrochona.
- De momento así­ lo es, querido Tí­o. Vamos a desearles lo mejor, y pensar que como mucho esa relación durará hasta el verano.
- ¡Hasta el verano!, ¡corto matrimonio será!.
- El tema no da para más Tí­o. La pasión suele durar poco.

Al dí­a siguiente, llegó Zorrí­n con sus padres, los dos jóvenes se abrazaron, se besaron, bromearon. La felicidad estaba en sus caras:

- ¡Así­ que te casas Zorrí­n, pillo!.
- Si amigo Zorro, creo que es el amor de mi vida, mi media naranja. Con quiíén quiero compartir mis penas y mis alegrí­as.
- ¡Y tu dinero!, decí­a el Zorro.
- Mi dinero tambiíén, todo, todo.
- ¿Tíé lo has pensado bien amigo?.
- Si, estoy completamente decidido a dar el paso. Mira, aquí­ tienes una foto suya.
- ¡Vaya!, pues parece una opción interesante. -Mintió el Zorro-
- La mejor, la mejor, para mi la mejor.

El Zorro se mordió la lengua, y no dijo nada. Quizá lo intentarí­a más tarde.

Al dí­a siguiente, y aprovechando un momento en que el paseaba con su amigo del alma por los Bosques cercanos, el Zorro volvió al ataque:

- ¿No crees, que deberí­as esperar hasta Octubre, para conocer un poco más a DOGI?.
- ¿Por quíé lo dices amigo?.
- Creo que lleváis poco tiempo, y si el tema es para toda la vida, mejor dar el paso con seguridad.
- Yo estoy totalmente seguro Zorro. La quiero a morir. ¡Te noto poco feliz con mi boda!.
- No, amigo mí­o, claro que estoy feliz, si tú lo estás, yo tambiíén. Es que temo que no sea tu pareja ideal.
- En estas circunstancias Zorro, todos podemos dudar, pero mi corazón me dice que estoy haciendo lo correcto.
- Eso es lo malo Zorrí­n, que sigas el corazón, y no a la cabeza. Y tampoco entiendo las prisas, ni el interíés por casarse. Hoy en dí­a en que ya no se cree en casi nada y que casi esta mal visto el matrimonio, vas tu, y hala, a casarse con DOGI, ¡tú que no crees ni en el Dios del Bosque!. De verdad que no te entiendo, amigo mí­o, con lo inteligente que eres, y te has dejado engatusar por una cualquiera.

- ¡Una cualquiera Zorro!, -respondí­a en tono enfadado Zorrí­n-,¡ la mejor Zorro!, ¡la mejor!.

El Zorro lo miró, y comenzó a comprender que ante determinados comportamientos emocionales, no valen las razones, ni las comparaciones. Uno se enamora y punto. A la larga se verán los resultados. Aunque aquí­ será a la corta, a la muy corta.

 Mientras, Zorrí­n lo miraba con cara de pocos amigos. El Zorro entendió el significado de la mirada y decidió dejar el tema. El telíéfono móvil de Zorrí­n sonó. Eran noticias de DOGI, el joven poní­a todo tipo caras tontas al hablar, mientras, el Zorro lo observaba con resignación. í‰ste, se estaba convenciendo que contra la pasión, el amor ciego, no se puede luchar, y decidió no intentar más, hacer cambiar de opinión a Zorrí­n. Total, pensaba, ahora existe el divorcio expríés. ¡Ay, el amor!.     

                                               
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Estoy inmerso en la nueva fiebre del oro.