Por... Iván Alonso
Iván Alonso comenta la historia de la ceca de Denver, que nació en 1860 como una empresa privada y que durante mucho tiempo fabricó las monedas para muchos países alrededor del mundo.
No hay mucho que ver en Denver, Colorado, a menos que uno sea aficionado al bíéisbol o al fútbol americano. Pero es una de las dos ciudades —la otra es Filadelfia— donde se puede visitar las instalaciones de la U.S. Mint, una dependencia del Departamento del Tesoro que fabrica las monedas que se usan en ese país. Los billetes los fabrica el Bureau of Engraving and Printing, otra dependencia del Tesoro, que tiene operaciones en Washington, D.C., y en Fort Worth, Texas.
La ceca de Denver nació como una empresa privada en 1860, durante la fiebre del oro de Colorado. Al principio, los mineros tenían que enviar el oro en polvo a la costa este, donde estaban los compradores, un viaje largo y peligroso, como ha quedado graficado con el asalto a la diligencia en infinidad de películas. Para ahorrar costos de transporte y seguros, el banco Clark, Gruber & Co. comenzó a acuñar monedas de 10 dólares de entonces, equivalentes en poder adquisitivo a 800 dólares de hoy. En 1863, el gobierno de Abraham Lincoln estatizó el negocio de acuñación de Clark Gruber, cuyas operaciones bancarias se convirtieron con el tiempo en parte de lo que es actualmente el Wells Fargo Bank.
En Denver se fabrican diariamente 40 millones de “penniesâ€, las monedas de un centavo que salen como hormigas de los bolsillos del turista que regresa a casa. Esta suerte de exportación involuntaria es una de las razones por las cuales se requiere una constante reposición. Otra es la cantidad de “pennies†que salen de circulación para guardarse en alguna alcancía. A veces el flujo se revierte, como en el año 2009, cuando la crisis hizo que muchos americanos sacaran, literalmente, hasta el último centavo. Ese año la producción se redujo drásticamente.
Se supone que la U.S. Mint debe operar comercialmente y entregar utilidades al Tesoro. Pero no olvidemos que se trata de una empresa estatal. El costo de producción de un “penny†es actualmente de un centavo y medio, o sea, 50% más de lo que vale. Peor es el caso del “nickelâ€, la moneda de 5 centavos, cuyo costo de producción es de 10 centavos, o sea, 100% más de lo que vale. Se podría cambiar el contenido metálico de estas monedas para abaratar su producción, pero eso requeriría una ley del Congreso. Sólo en un caso extremo ha ocurrido: cuando en 1943, durante la guerra, el precio del cobre se fue a las nubes, se fabricaron “pennies†de zinc.
Las píérdidas que sufre la U.S. Mint en la fabricación de estas monedas se cubren con las ganancias que dejan los “quarters†y los “dimesâ€. El margen de utilidad de estas dos monedas es del 70%: producir un “dimeâ€, la moneda de 10 centavos, le cuesta solamente 3; y un “quarterâ€, de 25 centavos, le cuesta 8. Pero con lo que realmente hace plata son las colecciones especiales, que han comenzado a multiplicarse como los libros de gerencia —y con similar valor ornamental, se diría—: una serie de “quarters†con los símbolos de cada estado, otra con la flor de cada estado y quiíén sabe quíé más.
Durante muchos años, la ceca de Denver fue tambiíén un importante proveedor de monedas a nivel internacional. Más de 40 países alrededor del mundo, comenzando por Venezuela, mandaron a fabricar las suyas allí. El Perú fue un cliente recurrente entre 1916 y 1977. La producción para el exterior, sin embargo, fue descontinuada en 1990 por razones que desconocemos.