Así, en vez de la enfermedad, de la penuria, de las deficiencias físicas o problemas semejantes, ese espíritu reencarna trayendo el compromiso de trabajo en el bien. En el caso en pauta, sería la actividad mediúnica, enteramente gratuita, orientada solamente para ayudar al prójimo necesitado.
Mas hay tambiíén casos de mediunidad que no representan rescate, más sí una tarea de amor que alguien resolvió asumirla.
Siempre que alguien va a volver a la tierra comprometido con la tarea mediúnica, los mentores elaboran una planificación para sus futuras actividades. Ellos tambiíén lo preparan debidamente, para poder servir, tanto en la Tierra, como intermediario entre el mundo físico y el espiritual.
El futuro míédium entonces renace y crece, recibiendo los debidos cuidados de la parte de los espíritus responsables por su tarea.
Mas para que el míédium pueda recibir asistencia de los buenos espíritus, precisa hacer por merecerlo, procurando convertirse siempre en una persona mejor, más afectuosa, más responsable y actuando siempre con íética.
La conducta recta y el amor fraterno representan su seguridad y equilibrio como medianero entre la dimensión material y la espiritual. Esto es fundamental para fortalecer su campo energíético y situarlo fuera de la faja de sintonía con entidades inferiores.
Más la mediunidad tambiíén puede ser un cuchillo de dos filos. Cuando el míédium se propone a la atención de intereses rastreros, a la ganancia de bienes, de posiciones, de influencia o status, o peor todavía, el hacer el mal, sus facultades mediúnicas se transforman en canal para espíritus negativos, con resultados imprevisibles, más siempre muy ruines.
Y lo peor ocurre en el retorno al mundo espiritual, despuíés de la muerte. Allí el míédium que ha faltado tendrá la amargura de sus dolores, sus remordimientos y el resultado de sus acciones irresponsables o antifraternas, sin hablar en que tendrá que recomenzar todo otra vez, y en condiciones más desfavorables.