Por... Richard Waters
A medida que crece la moda por adquirir monedas alternativas por parte de los usuarios de la banca, a la par también se elevan las estafas.
Un mercado en línea que existe más en concepto que realidad recauda 12.5 millones de dólares en línea en cuestión de minutos, dándole un valor de 300 millones. En un mes, la cifra ha saltado a 2.8 mil millones.
Otro proyecto que se ha creado con la vaga promesa de ayudar a los propietarios de computadoras a comercializar sus espacios de almacenamiento no utilizados está valuado en 350 millones.
Estos esfuerzos de financiamiento colectivo suenan como los cuentos del auge de las puntocom, cuando los inversionistas perseguían hasta extremos ridículos las valoraciones de las compañías con la simple promesa de una idea de negocio. El entusiasmo especulativo por los proyectos — llamados Gnosis, Storj y Golem — ciertamente es el mismo. Pero en realidad son parte de un fenómeno financiero mucho más extraño. Éstas son ofertas iniciales de monedas (ICO, por sus siglas en inglés). En lugar de acuñar acciones mediante una oferta pública inicial, estas compañías están acuñando criptomonedas.
Toda persona que participe en ventas como éstas recibirán fichas, o ‘tokens’, teóricamente utilizables en el futuro en los mercados que se creen. Como en el caso de todas las monedas, cualquier valor provendrá de la voluntad de la gente de tratarlas como medio de intercambio, o de considerarlas una reserva de valor.
Es fácil descartar este fenómeno sin pensarlo dos veces. La burbuja que ha crecido tanto en cuestión de semanas en las llamadas monedas alternativas es el aspecto más espeluznante de un frenesí especulativo en las monedas digitales, incluyendo el bitcóin. Dado que las personas están literalmente acuñando su propio dinero en un mercado totalmente desregulado, las estafas seguramente abundan.
Pero eso sería perder de vista un punto importante. Algunos de los proyectos se ven mejor como experimentos de descentralización radical, con un enfoque particular en el sector financiero. Si los bancos y las compañías de seguros pensaron que podían dominar la cadena de bloques, o “blockchain”, estos son recordatorios de que existe la posibilidad de una devastadora desintermediación.
Las entidades de monedas alternativas son las más simples de las compañías tecnológicas, pues emiten solamente un pequeño fragmento de código. Tienen el propósito de desarrollar formas criptográficamente seguras de habilitar transacciones entre partes que no tienen otro contacto o manera de autenticarse mutuamente en línea. Los usuarios finales pueden lograr acuerdos “inteligentes” que se establecen en códigos: si se cumplen ciertas condiciones, los valores cambian de mano automáticamente. Y si los contratos pueden codificarse y las transacciones verificarse y publicarse en una cadena de bloques pública, ¿quién necesita a todos los intermediarios?
También son experimentos de gobernanza distribuida. Estas entidades, creadas por pequeños equipos de desarrolladores, dependen de que los usuarios confíen en que existe un mecanismo para manejar los problemas, y para permitir el futuro desarrollo de los sistemas.
Por supuesto, todavía hay un enorme abismo entre esta visión de finanzas totalmente habilitadas por la tecnología y la realidad actual. Bitcóin es uno de los mecanismos de pago preferido por los traficantes de drogas y los piratas informáticos, y ha tenido problemas para encontrar una manera de acelerar su infraestructura subyacente como resultado de desacuerdos entre los usuarios.
Ahí es donde entra la actual ola de experimentos. Tezos, una cadena de bloques descentralizada que espera lanzar una oferta inicial de monedas en junio, representa un enfoque hacia la superación de los problemas de gobernabilidad del bitcóin. Integradas en su sistema están las reglas simples para resolver controversias, superando potencialmente la confusión.
Al igual que el auge de las puntocom, la especulación financiera masiva que ha estallado es tanto una bendición como una maldición para los empresarios de las monedas alternativas. La promesa de riqueza instantánea ha atraído a más desarrolladores y ha provocado un auge de la creatividad, aunque también ha atraído a estafadores y corre el riesgo de enterrar todo bajo una avalancha de especulaciones.
Como la burbuja de las puntocom, probablemente tomará una década o dos averiguar cuán disruptiva es esta tecnología.