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Autor Tema: LIBRE COMERCIO: ¿Quién dijo que había algo de justo acerca del comercio?...  (Leído 188 veces)

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Por...  Daniel Pearson


Daniel Pearson explica que medidas que distorsionan el comercio, como subsidios y restricciones a las importaciones, ciertamente son percibidas como injustas por los afectados.
 
Donald Trump ha enfatizado varias veces su preferencia por el “comercio justo” mientras siembra dudas sobre el atractivo del “libre comercio”. En su discurso frente a una sesión conjunta del Congreso el 27 de febrero, el presidente dijo: “Creo firmemente en el libre comercio, pero también tiene que ser justo. Ha pasado mucho tiempo desde que teníamos un comercio justo”.

Esto puede ser novedad para la Casa Blanca, pero el mundo nunca ha experimentado un ambiente de comercio que sea enteramente justo. Es más, un país no necesita preocuparse por lo que otras naciones están haciendo para experimentar con el libre comercio, todo lo que necesita hacer es mantener sus fronteras abiertas a las importaciones.

Primero, la injusticia. Generalmente se acepta que la vida misma es injusta. Por lo tanto, no debería sorprender que el comercio mundial sea injusto. Las industrias manufactureras y los trabajadores que se enfrentan a la competencia con las importaciones no verán la situación como justa. De igual forma sucederá con las empresas exportadoras que están lidiando con las restricciones a las importaciones impuestas por otros países. La justicia y la injusticia son algo que en gran medida está en el ojo de quien mira.

EE.UU. ha lidiado con injusticias comerciales desde su más temprana historia. Los Actos de Navegación, impuestos por el gobierno inglés, requerían que todas las importaciones provinieran de Inglaterra. El te indio o el vino francés podían entrar en las colonias norteamericanas tan solo después de pasar por las aduanas inglesas. No es sorprendente que muchos colonos encontraran esta política tanto costosa como injusta.

Estos últimos años hemos presenciado una abundancia de injusticias en el comercio global. Japón se ha valido de regulaciones para desalentar las importaciones de automóviles. La Unión Europea ha aplicado estándares de seguridad alimenticia, que no están basados en la ciencia, para excluir al maíz genéticamente modificado. China ha utilizado la planificación industrial y los subsidios para alentar el crecimiento de su industria metalúrgica, derivando en exportaciones masivas. EE.UU. ha impuesto 388 medidas de antidumping u obligaciones compensatorias (AD/CVD, por sus siglas en inglés) para restringir las importaciones de productos que el Departamento de Comercio consideró que se habían comerciado de manera injusta. Y las restricciones AD/CVD en sí son percibidas como injustas por aquellos que pagan sus costos.

Si el comercio a veces no es justo, ¿podría todavía ser benéfico? Partiendo de los escritos iniciales de Adam Smith, David Ricardo contestó esa pregunta hace 200 años articulando el concepto de la ventaja comparativa. Ricardo argumentó que no tenía sentido económico el perseguir la auto-suficiencia, porque ninguna nación podía hacerlo todo bien.

En cambio, los países deberían especializarse en actividades en las que tienen las ventajas relativas más sólidas, y luego comerciar para obtener otros bienes y servicios requeridos. El comercio basado en la ventaja comparativa permite que los recursos sean destinados a sus usos de mayor valor, lo cual ayuda a fomentar el crecimiento económico.

Entonces, ¿qué es el libre comercio? No depende de que las políticas de otros países sean buenas o malas, o incluso de que estas sean justas. De hecho, el libre comercio no tiene nada que ver con lo que otros países hacen. En cambio, existe cuando un país permite a sus propios ciudadanos la oportunidad de comprar y vender en el mercado mundial sin restricciones. El estándar de vida de la gente mejora cuando tienen libre acceso a millones de productos, servicios y clientes disponibles en el mercado mundial.

Juzgados con este criterio, los gobiernos más comprometidos con el libre comercio son Singapur y Hong Kong, ciudades con pocos recursos naturales que se han convertidos en dos de los lugares más ricos de la tierra. Los mercados abiertos jugaron un papel clave en la creación de esa riqueza.

Pese a tener una economía generalmente orientada hacia los mercados, el gobierno de EE.UU. no puede llamarse a sí mismo un partidario del libre comercio. Restringe sus importaciones mediante varios aranceles, impuestos, cuotas y otras políticas. Desde la perspectiva de individuos y comercios perjudicados por estas políticas que distorsionan el comercio, no parecen libres ni justas.

Economistas de todo el espectro político están de acuerdo con que eliminar las restricciones sobre las importaciones siempre aumenta el bienestar económico de un país. Las ganancias para los consumidores son mayores que cualquier posible pérdida sufrida por empresas que compiten contra las importaciones. En otras palabras, EE.UU. estaría mejor si eliminara unilateralmente sus aranceles y otras restricciones a las importaciones, como Singapur y Hong Kong han demostrado admirablemente.

Es tiempo de repensar el status quo de la política comercial. En vez de mantener restricciones comerciales para castigar a otro país por vender productos a bajo precio, la estrategia debería ser la de eliminar restricciones sobre las importaciones para aprovecharse del error de ese otro país. Si un país está dispuesto a transferir riqueza a EE.UU. vendiendo productos a precios artificialmente bajos, quizás lo mejor sería comprarlos y decirles: “¡gracias!”

Pero, ¿qué hay de las empresas  y los trabajadores que compiten contra importaciones injustas? ¿No merecen ellos ayuda? Quizás, mientras esa ayuda no implique subsidios o restricciones a las importaciones que distorsionen el comercio. Los gobiernos quizás deseen alentar a algunas empresas a reestructurarse o a adoptar nuevas tecnologías. Los trabajadores que pierdan sus trabajos quizás se beneficien de una combinación de compensación por desempleo, apoyo educativo y asistencia de reasignación. El objetivo debiera ser facilitar la transición a un nuevo empleo.

El presidente Trump y otros escépticos del libre comercio no logran comprender la verdadera belleza de los mercados abiertos y competitivos. Un país que permite que los bienes y servicios fluyan libremente a través sus fronteras crea un clima de oportunidades para sus ciudadanos. El libre comercio es un enfoque de política comercial que un país adopta para su propio beneficio, independientemente de lo que otras naciones hagan. Es algo que podemos y debiéramos hacer para ayudarnos a nosotros mismos.


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...