Por... Gerardo Szalkowicz
El destino de la encrucijada que atraviesa Brasil se juega en las distintas esferas de poder, pero sobre todo en las calles, donde tiene un rol central el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), la organización más grande del país y de América Latina. En esta entrevista, Joaquín Piñero, de la Dirección Nacional del MST, analiza las causas estructurales de la descomposición del sistema político brasileño y plantea las estrategias de los movimientos populares para revertir la ofensiva conservadora.
-Es evidente que Brasil atraviesa una crisis estructural inédita en su historia. ¿Cuáles son los principales aspectos de esa crisis y sus razones de fondo?
-La profunda crisis que vive Brasil es resultado de una combinación de varios factores: es una crisis económica, política, social y ambiental. Y estas crisis tienen una conexión directa con la crisis del propio sistema capitalista mundial. Los países de la región, aun los que tuvieron gobiernos más progresistas, no lograron cambiar su base estructural económica, seguimos siendo países que suministran materias primas a los países centrales. Siete de cada diez productos de exportación brasileña son commodities agrícolas y minerales. Por lo tanto, cuando hay crisis en los países centrales, y disminuye la compra de esos productos, hay un gran impacto en nuestras economías. Así se produjo la crisis económica en Brasil, que luego desencadenó la crisis política y social.
-¿Por dónde encontrar las principales debilidades del sistema democrático brasileño? ¿Cómo se explica que se haya extendido la corrupción a magnitudes tan grandes?
-Es importante entender que Brasil tiene una democracia muy joven. En nuestra historia tuvimos casi 400 años de un régimen monárquico, y desde la conformación de la República pasamos por varios momentos de inestabilidad política y golpes de Estado. Tuvimos poca vida democrática.
Segundo: el sistema político brasileño desde la Constituyente de 1988 permite que las empresas financien las campañas, entonces muchas veces son estas empresas las que eligen a los candidatos. Este es un problema muy serio porque casi un 80 por ciento de los parlamentarios son financiados por las grandes corporaciones. Entonces no hay una democracia real. Y esa es la razón de tanta corrupción, porque las empresas eligen a sus legisladores y luego los sobornan para que aprueben proyectos que las favorezcan. Esa es la causa principal del sistema de corrupción. Y claro, todos los partidos están metidos ahí, porque todos recibieron financiamientos, tanto legales como ilegales. Es algo que está generalizado en la política brasileña.
Con el gobierno de Lula se dio mayor libertad a la Justicia para investigar este entramado. Y así se fueron descubriendo cosas muy graves, ahora está saliendo a la luz esta situación que todos sabíamos pero que no estaba muy claro cómo se daba.
-El PT estuvo 13 años en el gobierno, ¿por qué no pudo modificar esta estructura institucional?
-Hay que entender que cuando Lula gana en 2002 estábamos en un proceso de descenso del movimiento de masas, es decir, Lula ganó las elecciones porque realizó un proceso de concertación o de conciliación de clases, para llegar al gobierno se articuló con partidos de centro e incluso algunos de derecha. Entonces asume con una alianza amplia, no solo con sectores de izquierda. Lula entendía que si no tenía mayoría en el Parlamento no se podía gobernar. Esa alianza, ese conflicto de intereses, impidió que se pudieran hacer las reformas estructurales.
Fue posible hacer una política más social, pero también la banca y los industriales ganaron mucha plata. Ese fue el acuerdo. Entonces, cuando se desató la crisis económica, esa alianza no fue más posible.
-¿Con qué fuerzas cuenta el movimiento popular para revertir esta ofensiva conservadora? ¿Cuáles son los planteamientos estratégicos del MST y el Frente Brasil Popular? ¿Apoyarán la candidatura de Lula?
-Creemos que aún seguimos en un proceso de descenso del movimiento de masas, eso incluso se mantuvo así durante los gobiernos de Lula y Dilma, porque si habríamos tenido más fuerza popular se hubiese podido presionar para profundizar los cambios. No teníamos la fuerza y todavía no la tenemos, pero estamos en eso. Entonces cuando en el último gobierno de Dilma vimos que no se avanzaba, que la crisis se profundizaba, empezamos a construir una articulación de los movimientos para presionar al gobierno a un cambio más hacia la izquierda, para que los trabajadores no perdieran sus conquistas y para evitar el golpe. Y ahí construimos el Frente Brasil Popular.
Pero tenemos la necesidad de una alianza más amplia, con otros sectores de la izquierda, muchos que han sido opositores al gobierno del PT. No es tan fácil la cuestión de la unidad pero lo estamos intentando, ahora también con el Frente Pueblo Sin Miedo, con el que venimos haciendo acuerdos y movilizaciones conjuntas.
Lanzamos también un Programa Popular de Emergencia para los cambios que Brasil necesita, estamos realizando múltiples actos por las “diretas já” (elecciones directas ya), porque tenemos que sacar a Temer pero no basta con eso, hay que presionar para que sea el pueblo el que elija al próximo presidente.
¿Qué decimos sobre Lula? Lula es el principal liderazgo que la clase trabajadora ha construido en los últimos 30 años, y es alguien que habla directamente con el pueblo. Es un candidato muy fuerte, incluso las encuestas indican que está liderando con una gran ventaja, llegando al 45 por ciento de preferencia electoral. Nuestra evaluación es que tenemos que defender la democracia, incluso apoyando a Lula de que tenga el derecho a postularse, sin embargo estamos apostando también a la construcción de un proyecto político para nuestro país, es decir, más importante que el nombre es qué proyecto vamos a presentar a la población en las próximas elecciones. Es importante que Lula dispute las elecciones pero más importante es que tengamos un proyecto para discutir con la sociedad.
Creemos que sólo la movilización y la presión popular van a lograr cambiar la situación del país. Para nosotros, la salida es cambiar el sistema político brasileño, que está podrido, hacer las reformas estructurales, la reforma política, la reforma de los medios de comunicación, la reforma fiscal. Y convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para que el pueblo decida cómo deben ser estas reformas.