Por... Emilio Marín
El presidente norteamericano parece saber poco de estrategia, entre otras carencias. Sólo así se explica que abriera tantos frentes de conflictos simultáneos, que es la manera de dividir fuerzas y perder algunas de esas batallas.
Le pasó a Napoleón, que abrió dos frentes bélicos y, debilitado en Rusia, perdió en Waterloo ante ingleses y prusianos. Le volvió a pasar a Hitler, que -envalentonado por sus rápidos éxitos ante gobiernos capituladores en el frente occidental- embistió en junio de 1941 contra la URSS de José Stalin. El Tercer Reich terminó capitulando en mayo de 1945 ante los aliados y el Ejército Rojo hizo ondear la bandera roja de la hoz y el martillo en los techos del Reichstag o cancillería.
“La guerra es la continuación de la política por otros medios”, afirmó Carl von Clausewitz, un gran militar prusiano del siglo XIX. Aquellas conclusiones sobre no abrir más de un frente a la vez deberían tenerlo en cuenta los generales y también los políticos.
Claro que Donald Trump es más bien un monopolista devenido en político. Quizás en su acumulación capitalista con los negocios de sus torres le fue bien con negocios al mismo tiempo, en países diferentes. Hay que recordarle: “Es la política, estúpido”. Es que desde que asumió en enero está abriendo una serie de conflictos, algunos más económicos, otros más políticos e incluso algunos que tienen forma bélica y pueden generalizarse. Los más tienen por enemigo o adversario a gobiernos extranjeros y otros se libran contra sectores del mismo Estados Unidos.
El cronista tiene un inventario de ocho frentes simultáneos:
Contra Norcorea
El mayor conflicto está planteado contra el gobierno socialista de Kim Jon un en la República Democrática Popular de Corea. No es que Trump haya inaugurado ese frente, que viene desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En la península coreana se libró una guerra entre los patriotas y socialistas del Norte, liderados por Kim il sung, abuelo del actual presidente, y los surcoreanos apoyados militar y directamente por los norteamericanos.
En un empate con sabor a victoria para el Norte, en 1953 se logró un armisticio -sin tratado de paz- entre ambas partes, divididas por el paralelo 38. Al norte el socialismo con capital en Pyongyang y al sur el capitalismo con centro en Seúl.
La parte socialista respetó los límites y nunca incursionó en otros países haciendo la guerra. Los norteamericanos hicieron de todo en el sudeste de Asia, con sólo recordar la guerra de Vietnam (1964-1975) queda en claro su prontuario.
En Corea del Sur los estadounidenses tienen bases militares con 30.000 soldados propios y hacen maniobras militares navales y aéreas todos los años, para perfeccionar su libreto de agresión a Norcorea y por elevación a China. Los planes contra Pyongyang son básicamente contra Beijing y Moscú, en ese orden de importancia.
El gobierno socialista, que es bueno pero no buenudo, tiene su autodefensa cuyo centro es su ejército combativo. También ha experimentado con misiles de corto y mediano alcance, a modo de disuasión, y se dice -no está probado- que podría tener almacenadas algunas armas atómicas.
Washington es el malo de esta película y cuenta con 5.000 ojivas nucleares, ya usadas en Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, quiere hacer aparecer a Kim como un dictador y como el guerrerista número 1 del planeta.
Como parte de su autodefensa, Norcorea experimentó un misil el 4 de julio, día de la independencia norteamericana, y se lo dedicó a “los bastardos” gobernantes de ese país. Según las agencias norcoreanas, el misil superaría los 5.500 kilómetros de recorrido y calificaría como intercontinental (ICBM). Si eso fuera cierto, podría llegar hasta Alaska y el territorio norteamericano.
De allí el ataque de histeria de Trump, quien había jurado que nunca permitiría que Corea del Norte tuviera un ICBM. Ordenó a los militares norteamericanos con asiento en Corea del Sur que junto a sus pares locales experimentaran misiles de precisión, como para decir a Kim que pueden ponerle un misil en sus oficinas. Y por el otro reclamó nuevas sanciones contra Pyongyang. La norteamericana Nikki Haley, representante ante el Consejo de Seguridad, pidió una reunión urgente para tratar esas represalias.
Con China
El presidente norteamericano volvió a pedir a China que ponga las cosas en orden en su histórico aliado. En esto demuestra que no entiende nada, o mejor dicho, que cree que así como actúa él deben hacerlo los demás.
Beijing no puede hablar por Norcorea, y aunque lo hiciera no sería obedecido, porque cada país es soberano. Corea ensaya misiles porque está en peligro y debe defenderse. Nadie que la presione para cesar esas pruebas tendría éxito, a menos que logre antes, o en simultáneo, que Trump y el nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-In, paralicen sus maniobras militares y levanten sanciones. Moon asumió en mayo tras el apartamiento de su antecesora por causas de corrupción y ha manifestado estar dispuesto a viajar a Pyongyang a debatir con su colega del norte. El problema es que en Seúl manda en parte él y en gran medida el general Vincent Brooks, a cargo de los efectivos norteamericanos.
China, empeñada como está en el desarrollo económico y comercial, con su plan de las Rutas terrestres y marítimas de la Seda, quiere un escenario de paz en Asia. No está de acuerdo con la experimentación de misiles como el Hwasong-14 lanzado por Corea del Norte, pero también pidió, sin éxito, que Trump parara los ejercicios con los surcoreanos, donde probaron el misil surcoreano Hyunmoo-2A y el estadounidense ATACMS.
China está en guardia. A fines del junio botó un destructor de fabricación propia de última generación. “Está equipado con nuevos sistemas de lucha antiaérea, antisubmarina y antibuque, así como de defensa contra misiles”, detalló Xinhua. Ya hizo lo propio con dos portaaviones, uno reconstruido a nuevo y el otro cero kilómetro. Es que advierte con preocupación las alas que EE UU da a Japón en el mar del este de China y las maniobras similares para crearle problemas en el mar meridional con Filipinas, Malasia, Brunei y Vietnam.
Con Cuba, Siria e Irán
En junio el magnate declaró nulo lo actuado por Barack Obama en relación a cierta flexibilización del bloqueo contra Cuba. Ahora habrá bloqueo total.
Prosiguiendo con su guerra contra Siria, ordenó en abril un ataque con 59 misiles crucero contra el Aeródromo Shayrat en Homs, matando a una veintena de personas. Se alegó que tres días antes había habido un ataque con armas químicas en Khan Sheikhoun. El Pentágono lo atribuyó al gobierno del Al Assad, que hace años había entregado sus armas químicas a una fuerza internacional para su destrucción. Los que usan ese tipo de armamento en Siria e Irak son los terroristas del ISIS o Daesh, originalmente armados y financiados por EE UU y sus aliados europeos, árabes y turcos.
Los ataques contra Damasco también lo son contra Teherán, toda vez que el presidente Mosen Rohani es un aliado estrecho de Al Assad, política, económica y militarmente, con ayuda del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI). El nuevo jefe de la Casa Blanca es enemigo de los acuerdos firmados por seis países con Irán en 2015 y busca romperlos, en sintonía con Israel.
En junio hubo atentados terroristas en Teherán que causaron varios muertos y heridos. Trump se burló y dijo que quien ayuda al terrorismo luego lo sufre, cuando la república islámica, a diferencia de Washington, siempre estuvo en contra de esos grupos criminales.
Al lidiar con Siria e Irán, el magnate también chocó con Vladimir Putin, quien brindó una ayuda fenomenal, sobre todo aérea, para que Al Assad pudiera derrotar al ISIS en Aleppo y Palmira. Este 7 de julio habrá un diálogo Trump-Putin en Hamburgo, tras la cita del G-20, pero hay muchas diferencias entre ambos países que seguirán candentes.
Con Merkel y Cambio Climático
En el G-20 el multimillonario se verá con Angela Merkel, la canciller alemana. La última vez que estuvieron reunidos, en el G-7 en Bruselas, saltaron chispas por la crítica del norteamericano a su colega por no destinar más fondos al presupuesto de la OTAN. Entre bueyes no hay cornadas, dice el refrán, pero en política a veces sí se producen. Sobre todo cuando poco después de esa polémica se reabrió otra, a raíz de los acuerdos sobre el Cambio Climático que habían firmado 195 países en París, en diciembre de 2015. El empresario venía diciendo que ese era un “cuento chino” para perjudicar la economía estadounidense y se retiró de los acuerdos.
Eso motivó una fuerte crítica de Stephen Hawking. “Estamos cerca de un punto de inflexión donde el cambio climático se vuelve irreversible. Las acciones de Trump podrían convertir a la Tierra en un planeta como Venus con una temperatura de 250 grados y lluvias de ácido sulfúrico”, señaló el famoso físico.
Trump tampoco le hizo asco a una pelea con la CNN, tuiteando un meme donde él golpea a una persona cuyo rostro había sido reemplazado por el logo del canal. La cadena deploró que el presidente promoviera “la violencia contra los periodistas”.
El magnate abre conflictos a nivel mundial y también en el frente interno, con el establishment de CNN y con gente de a pie, inmigrantes, ambientalistas y 22 millones que pueden quedar sin seguro médico.