El Zorro y el novio de su hija, MacZorro
- ¿Has acabado ya?. Venga, ¡apura un poco!. ¡Que vamos a llegar tarde!. ¿Pero quíé estas haciendo ahora?. Venga, ¡vámonos!.
Todo esto, y algo más, que no me atrevo a relatar, se lo decía aquella tarde de Invierno, el Zorro a su esposa Foxy. ¿Quíé estaba pasando?. Pues, ni más ni menos que llegaba el ojito derecho del Zorro, su hija Foxyta, despuíés de pasar un año en Irlanda aprendiendo el inglíés, y gastando el oro de su padre. ¡Por fin Foxy acabó! y salió toda arreglada de la madriguera. El Zorro la escaneó en unos segundos, y dio su aprobación, aunque algo rosmó:
- Para esto tanto tiempo. Como sois las hembras. Bueno vayamos de una vez.
Los dos emprendieron camino a la estación de tren. Foxyta llegaba a las cinco de la tarde, incluido el retraso. Viajaba en RAILBOSQUE, empresa que aún no pertenecía a Florentino. Pero ya contaban, que le tenía bien echado el ojo.
A eso de las cinco y media, el sonido inconfundible del tren anunciaba desde lejos la llegada de Foxyta. La pareja notó ciertas palpitaciones en su interior, se arregló la ropa, y sonriendo miraban en la distancia, aunque nada se divisaba. A los 50 segundos, la máquina, con sus vagones, frenaba en la estación del Bosque. ¡Foxyta había llegado!.
Unos dos minutos de incertidumbre, abrumaron al Zorro y a su pareja. Pero, por fin apareció Foxyta, vestida toda moderna y con un nuevo peinado. El Zorro reparó en que alguien la acompañaba, pero al ver que llevaba los baúles de su hija, decidió que sería un mozo del tren.
- ¡Hola!.
- Hola mamá!, ¡hola papá!.
- ¡Hola hija!.
- Hola Foxyta!.
Se saludaban, mientras se abrazaban por orden estricto. El “mozo†posó los baúles en el suelo, y el Zorro buscó una moneda en sus bolsillos para dársela. Pero Foxyta lo frenó:
Os voy a presentar a mi novio irlandíés, se lama MacZorro, auque podeís llamarle Mac, estudia Derecho, y es un cielo. Espero que os guste.
Tanto la madre, como el padre se quedaron tan sorprendidos como petrificados, ya que Foxyta no les había adelantado nada en todo el año que residió en Dublín. El cánido reaccionó, un poco tarde:
- Hola Mac.....Zorro, bienvenido a los Bosques de España.
- Mucho gusto, -le dijo muy educadamente la futura suegra-.
í‰l, asintió con la cabeza sonriendo. Cargaron con los dos baúles, y cogieron al camino de la madriguera. A la hora llegaron a su destino, y comenzaron instalarse. El Zorro y Foxy, pronto comprobarían que no se habían acabado las sorpresas: al novio se le asignó un rincón de la madriguera, mientras las cosas de Foxyta, se llevaban al sitio de costumbre.
- No papá, no, las cosa de Mac con las mías.
- Pero si aún no estáis casados hijita. “
- Como si lo estuviíésemos, llevamos seis meses viviendo juntos.
La madre se santiguo, y el padre, se contuvo. Hubo un tira y afloja bastante largo. Y finalmente los padres claudicaron. Mac dormiría con su novia.
Al otro día el Zorro se levantó temprano, tenia un invitado con el que no contaba, y había que alimentarlo. Llevaría una hora siguiendo el rastro de una apetitosa liebre, cuando se encontró con su primo, el Lobo:
- Hola primo, ¿como van tus Inbesós?.
- No me hables, Lobo, no me hables. No estoy para la Bolsa.
- ¿Y luego que te pasa Zorro?. ¿Tienes algún problema en casa?.
- ¡Ay primo!, si yo te contara. -Decía el astuto animal, buscando un hombro amigo donde descargar-.
- ¡Quíé Foxyta me ha venido con un novio irlandíés!.
- Vaya!, así que irlandíés.
- Si, y ya son como casados.
- Cielos primo, ¡quíé me cuentas!.
- Ya ves, Lobo, ya ves.
- Bueno, podría ser peor, Foxyta es una cría inteligente y seguro que es un buen partido.
- ¿Tú crees?.
- Claro que si primo, piensa en positivo. ¿A quíé se dedica tu futuro yerno?.
- Estudia para picapleitos.
- Ya ves, eso siempre tiene futuro y tal como va el mundo más todavía.
El Zorro comenzó a aceptar la nueva realidad familiar.
- Quiíén sabe, -para si decía-, puede ser el hijo de un importante Zorro irlandíés.
¡Y lo vio todo de otro color!.
Los primos se unieron para cazar a la liebre. Lograron su objetivo, y repartieron el botín. Se despidieron, y el Zorro, ya más alegre, cargó con su parte rumbo a su madriguera. Durante el buen trecho que separaba los dos puntos, el cánido pensaba, y pensaba:
- A veces la Bolsa, el trabajo, y la sociedad, nos hacen olvidar cuales son nuestros deberes con el Universo: vivir es lo importante, y disfrutar nuestra obligación. Tratamos de huir de nuestros deberes celestiales, y nos escondemos detrás de un ordenador, para demostrar lo que sabemos, cuando lo que necesitamos es un poco de cariño, un poco de reconocimiento de los demás. Y todos sabemos que a cambio de esto, daríamos un trocito de nuestro corazón. Pero existe tanta ignorancia, que nos volvemos huraños y pesimistas, alejándonos del Latido Universal. Y esto, lo solemos pagar con la infelicidad. Tengo que abrirme más, el Universo está deseando darme todo lo que deseo, ¡y yo!, ¡lamentándome por tonterías!.
Las lluvias habían llegado al Bosque, y las aguas del arroyo corrían, y corrían, llevándose todo a su paso: ramas, hojas, alguna piedra... El Zorro bebió un poco, y notó el liquido muy frío, pero aún así le gustó. Contempló el juego de luces que hacía el Sol de media tarde entre las ramas de los árboles, y sintió que una energía especial le recorría el cuerpo. Aquello era lo que necesitaba, la aprobación de su amado Bosque!. Estaba llegando a su casa, cuando se dio cuenta de que ese día no había mirado la Bolsa.. ¡Y quíé!, total, ya me dijeron, Pat la adivina de Madison Avenue y el Oso de Wall Street, todo lo que necesito saber hasta final de año. En la puerta le estaban esperando sus dos seres más amados, y MacZorro, ¡su nuevo hijo! .
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