Por... David Biller, Gabriel Shinohara y Raymond Colitt
La economía brasileña pasó de un crecimiento de 7.5 por ciento en 2010 a reducirse en prácticamente la misma cantidad en los últimos dos años.
El aumento de limosneros y la infraestructura en decadencia son los síntomas más obvios del colapso económico y político de Brasil. Pero serán los efectos secundarios menos visibles, como la cancelación de desayunos escolares y los recortes a la investigación médica, los que dejarán un legado más devastador.
Años de apretarse el cinturón, luego del boom de las materias primas, han drenado los fondos del gobierno para la educación, salud, investigación y el patrullaje. Un menor número de policías ha generado más crimen y deforestación del Amazonas.
Los efectos secundarios de la austeridad agravan el desprecio casi universal a la élite política del país, luego de tres años de escándalo y, en un fenómeno que refleja una creciente tendencia mundial, podría hacer que el poder cambie de manos en las elecciones federales del año que entra.
“En el mejor de los casos, recuperar el desarrollo perdido consumirá al menos todo el mandato del próximo presidente”, dijo Carlos Langoni, exgobernador del Banco Central y ahora director del Centro de la Economía Mundial en la Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro. “Nuestra gran frustración como economistas y brasileños es que el país ya podría estar a otro nivel de desarrollo y bienestar social, y perdemos tiempo”.
La economía brasileña pasó de un crecimiento de 7.5 por ciento en 2010 a reducirse en prácticamente la misma cantidad en los últimos dos años. El desempleo está cerca de un récord, el PIB per cápita cayó a niveles de 2009 y el déficit presupuestario ronda el 10 por ciento del PIB. No hay señales de que el gigante latinoamericano recupere su grado de inversión en un futuro próximo.
Los reveses han desvanecido la esperanza de los brasileños, alimentada durante los 2000, cuando el creciente precio de la soya, el café y el azúcar ayudaran a triplicar sus exportaciones y llenaran las arcas del gobierno. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva recibió elogios por comenzar a retirar algunos símbolos del retraso en Brasil, desde la desnutrición hasta la destrucción de grandes franjas del Amazonas.
Millones de brasileños salieron de la pobreza bajo Lula y comenzaron a disfrutar los frutos de la vida clasemediera. Hoy, la escalera del ascenso socioeconómico es inaccesible para casi todos.
BECAS CANCELADAS
Los expertos coinciden en que estudiar con un estómago vacío socava la capacidad de estudio y potencialmente disminuye el desempeño en el mercado laboral. En el estado nororiental de Bahía, los funcionarios culpan la falta de almuerzos escolares a un menor presupuesto del gobierno federal.
“Este año la situación empeoró”, dijo Rui Oliveira, jefe de la sucursal de Bahía de la asociación de maestros en licencia. “En el interior del estado, en donde la situación es más intensa, es la única fuente alimenticia para los niños”.
Saullo Rosa, de 26 años e hijo de padres analfabetas en una ciudad llena de crimen cerca de Río de Janeiro, iba a ser el primer miembro de su familia en graduarse de la universidad, hasta que el Estado se quedó sin recursos para pagarles a los maestros y la escuela suspendió temporalmente sus operaciones.
En la capital, David Moyses esperaba ir a la Universidad de California en Los Ángeles para concluir sus estudios de ingeniería con ayuda de una beca federal. Luego de hacer los exámenes necesarios, se eliminó el programa junto a sus sueños.
“Veo a otros que van al extranjero y consiguen trabajos en las mejores compañías, mientras a mí me dejan las sobras”, dijo Moyses, becario en la constructora estatal Terracap, en donde gana menos de 300 dólares al mes.
Es particularmente sombrío el mercado laboral para los brasileños entre 14 y 24 años, con más de uno de cada cuatro desempleados, según Ipea, un think tank dirigido por el Estado.
HEPATITIS Y DEFORESTACIÓN
Para ser claros, sin recortes presupuestales las cuentas públicas de Brasil estarían en peor estado y retrasarían la recuperación del estatus de grado de inversión. Pero la austeridad comienza a golpear a algunas de las industrias más prometedoras del país, como el desarrollo de vacunas.
En el laboratorio Fiocruz, la gerencia dijo a sus investigadores que no hay suficientes fondos federales para sostener al equipo de 20 miembros que estudian la hepatitis, enfermedad que afecta a dos millones de personas en Brasil, según la Sociedad Brasileña de Enfermedades Infecciosas.
“Un retraso de dos o tres meses en los pagos a los equipos y la investigación, podrían retrasar un año el estudio”, dijo Manoel Barral Netto, vicepresidente de educación en Fiocruz.
En otros lados ha habido recortes similares. El presupuesto federal para investigación científica se redujo a un cuarto de lo que era en 2010 y parte de lo que permanece ha sido congelado, según Ildeu de Castro Moreira, jefe de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia. “Otros países continúan invirtiendo en épocas de crisis”, dijo. “Aquí nos retiramos”.
El consejo nacional que apoya la ciencia y tecnología lucha para adaptarse a la nueva realidad financiera. José Ricardo de Santana, jefe de cooperación institucional, dijo que el consejo ya no “lanza nuevos, grandes programas”.
Miembros de la World Wildlife Foundation han atestiguado el aumento de invasiones de campesinos y especuladores en áreas protegidas en el estado de Amazonas. La deforestación del bosque aumentó 20 por ciento el año pasado, según cálculos oficiales. “Uno de los principales motivos es la reducción del gasto del Ministerio de Medio Ambiente, sobre todo el presupuesto para supervisión”, dijo Mauricio Voivodic, director de WWF Brasil.
El impactante retroceso en la riqueza del país sin duda dominará la votación del 2018 para reemplazar al presidente Michel Temer. Aunque pocos políticos estarán dispuestos a criticar Bolsa Familia, el programa popular de transferencia de efectivo creado por Lula, muchos lo culparán a él y a su sucesora y discípula, Dilma Rousseff, de llevar los fondos públicos a niveles insostenibles.
“Brasil debe cambiar, Brasil debe modernizarse, Brasil debe comprender que si el sector privado tiene las condiciones adecuadas, crecerá y creará empleos”, dijo Rodrigo Maia, presidente de la cámara baja. “Uno no debe pensar que Bolsa Familia solucionará el problema de Brasil”.