Amilcar Salazar e Iván Sánchez
Por años, los estados del Golfo de México apostaron todo al petróleo como motor del crecimiento. Ahora se arrepienten de ello.
Había un grupo de clientes en el restaurante de la señora Trinidad que a veces pasaban todo el día en el lugar comiendo, tomando un trago y las cuentas por mesa alcanzaban hasta los 5 mil pesos. Todos eran petroleros, pero hace tiempo que nadie los ha vuelto a ver.
“Tardó un poquito en reflejarse, pero a mediados del año pasado se empezó a resentir y a partir de febrero de este año, la situación ha empeorado bastante”, lamenta la dueña del lugar. “No nos hemos visto en la necesidad de despedir personal pero no lo descartamos”.
La caída desde los precios récord del crudo que comenzó en 2014 vino a parar a esta esquina de Villahermosa, a un costado del Parque Juárez, en el centro de la ciudad.
La decisión en Pemex de reducir la inversión en perforación a partir de ese año completó el cuadro. En septiembre de 2012, poco antes de que iniciara la administración sexenal actual de Pemex, había 130 equipos de perforación trabajando en la petrolera. En septiembre de 2017 solo 25 estaban en operación.
El cambio de ruta detuvo en seco a Veracruz, Tabasco y Campeche, los estados más petroleros. Juntos suman un PIB superior a los 100 mil millones de dólares anuales, el doble de una economía como la de Uruguay.
Ahora, la actividad de esos tres estados mexicanos cae sin parar. En solo 12 meses contados hasta junio, se desplomó uno por ciento; 7.2 y 5.9 por ciento, respectivamente.
Lo de Campeche es un desastre que no se detiene desde 2006, cuando el valor de la producción de sus habitantes llegó a ser aproximadamente del doble del actual y su PIB es ya casi la mitad de aquellos días. El desplome refleja el del yacimiento histórico que albergaron sus aguas, Cantarell, que hoy prácticamente se ha agotado.
La ola de la caída petrolera golpea ahora a miles de negocios que atendían paralelamente a quienes laboraban en la industria en la región del Golfo de México.
Los dólares de Pemex pavimentaron las calles de Villahermosa, instalaron lujosos hoteles y decoraron los restaurantes que hoy… lucen completamente vacíos.
El panorama es oscuro y Tabasco se encuentra en una de las crisis económicas más grandes de su historia y se ubica ya como el epicentro del desempleo en la región. Desde el primer trimestre de 2016, su actividad cae a una velocidad de la que no hay precedentes registrados y hoy sus habitantes deben lidiar con una economía del tamaño de la que tenían en 2009, de acuerdo con datos del INEGI.
Con 72 mil personas sin trabajo, Tabasco se ubica como la entidad con mayor tasa de desempleo en México, de las cuales, 30 mil pertenecen al sector energético. “Es el resultado de 40 años de borrachera petrolera”, asegura el Secretario de Desarrollo Económico de Tabasco, Wilver Méndez. “Durante 40 años la distribución de la riqueza generada no favoreció a la mayoría de la población, y hoy, estamos en la cruda”.
Negocios tienen que cerrar.
Manuel Antonio Quirarte Flores, presidente de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción de Tabasco, reconoce una situación muy adversa. “Crear empresa, crear industria, no es tan fácil, se necesita un periodo de maduración”, menciona. “Si hoy cierras un negocio, volverlo a abrir te va a costar más trabajo que si abrieras uno nuevo otra vez”.
Según INEGI, el 62 por ciento de la población económicamente activa labora en el sector informal. Es decir, 6 de cada 10 tabasqueños trabaja sin seguridad social, prestaciones y no paga impuestos. Además, hasta el segundo trimestre de este año, un 46.4 por ciento de la población no podía adquirir la canasta alimentaria básica con su salario.
Méndez reconoce que hubo un descuido total durante 30 años de la economía de la entidad. Por ejemplo, el porcentaje del destino del presupuesto estatal hacia el sector comercio y el campo no pasó de 2 por ciento por años.
La actividad económica tabasqueña se compone de 2 por ciento de actividades como la agricultura; un 54 por ciento de la extracción de petróleo, y 44 por ciento de sectores terciarios, como el comercio. “Con la llegada de Pemex, fundamentalmente, mucha de esa mano de obra que estaba dedicada a las labores agrícolas pasó a incorporarse a la industria petrolera por una simple y sencilla razón: son sueldos mucho mayores, más atractivos, y con mejores prestaciones”, explica Raymundo Vázquez, profesor de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
Los tabasqueños vivieron años de gloria. Pemex catapultó al estado y lo hizo uno de los lugares más atractivos económicamente, aunque ahora está en franco declive. “Pemex ya no es un atractivo como empleador, Pemex como tal está despidiendo trabajadores”, señala Quirarte.
Según Vázquez, “las administraciones gubernamentales decidieron apostarle todo a la industria petrolera, y por decirlo de alguna forma, durmieron un dulce sueño de aproximadamente 50 años y ahora están despertando y resulta que la industria petrolera está en crisis”.
La muestra más dura de la descomposición en la entidad, derivada de la pérdida de oportunidades en el sector petrolero, es el incremento de la inseguridad del estado.
Con 300 secuestros en los primeros seis meses del año, Tabasco pasó del segundo al primer lugar nacional en este delito, con una tasa de 1.19 por cada 100 mil habitantes. En el robo con violencia, la entidad ocupó el primer lugar nacional, con más 2 mil 640 casos en los primeros meses del año; y lo mismo sucedió con el robo a transeúntes, con mil 966 casos. El incremento en los homicidios es alarmante. Con 637 casos y una tasa de 3.50 asesinatos por cada 100 mil habitantes, el estado se ubicó en el número 20 a nivel nacional.
Cuando llegas a El Barrio, un pequeño poblado en Tierra Blanca, Veracruz, la boca sabe a tierra; es normal con la cantidad de polvo que se levanta de los caminos de terracería.
Por las casas de madera con techo de lámina nadie adivinaría que bajo de esos pisos de tierra, a más de siete mil metros, habría un tesoro millonario en forma de combustible líquido prehistórico.
Antes de que el presidente Enrique Peña Nieto anunciara el descubrimiento del yacimiento, ellos ya presentían que el pozo significaba algo importante, en el pueblo es normal ver a hombres con overoles caqui con logotipos de Pemex o rojos de la empresa estadounidense Halliburton.
Ahora que se sabe que en el yacimiento podrían haber más de mil 500 millones de barriles de crudo, los pobladores esperan que el llamado oro negro traiga consigo importantes beneficios para la región.
Entre broma y molestia los habitantes recalcan que el titular del ejecutivo federal erró en la geografía del Ixachi-1, el mayor yacimiento terrestre descubierto por Pemex en los últimos 15 años, con reservas totales de más de mil 500 millones de barriles de petróleo crudo equivalente, uno a uno aclaran que el pozo no se encuentra en Cosamaloapan, como dijo Peña, sino en Tierra Blanca, un municipio con 53.8 por ciento de población en situación de pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Sofía es una mujer mayor que vive en una pequeña choza de palos en El Barrio, la silla de ruedas en la que se mueve se atasca constantemente con las piedras y la arena de las calles, y le es imposible llegar a cualquier lugar sin la ayuda de sus hermanos o de su madre.
Aun cuando constantemente necesita ir al médico, en la comunidad no hay una clínica a la cual acudir, ella y sus acompañantes tienen que viajar más de una hora hacia las cabeceras municipales de Tierra Blanca o Cosamaloapan para recibir atención.
No es la única, por las calles del pueblo se observan personas con deformidades óseas, ancianos con problemas para caminar o mujeres mayores con malestares, lo cuales solo pueden acudir a un jacal acondicionado como “casa de salud”.
Cuando en el poblado preguntas cuál es la principal necesidad, las palabras se repiten en la boca de todos: un hospital.
Sonia Muñoz Mora, consejera de vigilancia del ejido El Barrio, señala que ésta es la mayor urgencia de su comunidad, pues incluso han muerto personas del pueblo por la falta de atención médica.
Relata que ella estuvo cerca de perder la vida desangrada y tuvo que viajar hasta un poblado cercano para poder ser atendida y que una herida le fuera suturada.
“Aquí en la comunidad de El Barrio necesitamos, para comenzar, un hospital, porque tenemos la clínica a 45 kilómetros; y la ciudad de Tierra Blanca y la de Cosamaloapan, a una hora, y es ahí en donde podemos tener atención médica, (…) una urgencia básica se da hasta llegar al lugar mencionado, no tenemos otra alternativa, solo que nos ayude dios a llegar a ese lugar”.
Otra de las principales necesidades, como en tantos lugares de Veracruz, es el trabajo. Los jóvenes que viven en la comunidad tienen prácticamente dos opciones, el trabajo del campo, que pocos frutos deja en la región, o viajar rumbo a Estados Unidos con la esperanza de encontrar un empleo medianamente bien remunerado.
Actualmente hay aproximadamente 12 personas del pueblo trabajando en el Ixachi-1, la mayoría como personal de seguridad o limpieza, sin embargo muchos esperan que una vez que empiece la explotación, el número de empleados locales se incremente de manera importante.
Y tiene que ser así, de lo contrario el destino de la comunidad y el resto de la entidad es aún más sombrío. Luego de años de negligencia económica por parte del gobierno estatal, el crecimiento económico veracruzano rara vez sobrepasa el 2 por ciento. La última cifra del INEGI, del segundo trimestre, arroja una caída de 1.1 por ciento de la actividad económica local. Al igual que en Tabasco y Campeche, en Veracruz 6 de cada 10 habitantes laboran en la informalidad y el crimen se ha desbocado. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2016 se registraron 16 mil 902 robos en la entidad. Los homicidios en Veracruz alcanzaron la cifra de mil 875 el año pasado. Y esos solo son los reportados a la autoridad.
Por ello, las esperanzas del pueblo están puestas en el pozo, pues les han contado que en otros lugares a donde Pemex ha llegado la construcción de caminos y la instalación de servicios básicos son pagados por la empresa productiva del estado.
“Ojalá y salgamos adelante con lo que estamos pidiendo, (…) carreteras, caminos vecinales, comunicaciones (...), también la gente se ha ido por falta de trabajo”.
Pero en El Barrio eso no se cuenta, por lo menos no ante las cámaras, pero una vez que las grabaciones terminan algunos de ellos reconocen que “la cosa está muy fea” e incluso cuentan que en las cercanías han ocurrido algunos asesinatos.
Son cerca de la una de la tarde y las mujeres se apresuran a recoger los niños de la escuela y algunos hombres regresan del campo; es la vida cotidiana en otro pueblo que espera el milagro petrolero.