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Autor Tema: En física cuántica hay una teoría que podría explicar por qué estamos conectados cósmicamente con otros.  (Leído 727 veces)

Scientia

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En física cuántica hay una teoría que podría explicar por qué estamos conectados cósmicamente con otros.



El amor se compone de una sola alma que habita dos cuerpos.
Aristóteles

Todos hemos sentido la influencia de otra persona aun estando separados de ella. Una especie de unión cósmica trascendental: un mecanismo secreto detrás de la sincronía de nuestros sueños, o de los pensamientos al vuelo que luego resultan haber sido idénticos a los del ser lejano (como una especie de telepatía).

La física cuántica explica estos vínculos con el entanglement o “enredo” cuántico, que a su vez proviene de un principio descubierto hace más de 4 décadas: la no-localidad cuántica. Se trata de la conexión entre partículas subátomicas que no comparten el mismo espacio, pero que han estado en contacto en algún momento. Es lo que Einstein llamó despectivamente spooky action at a distance.

Esto, básicamente, rompe las reglas de la física clásica; por eso Einstein no estaba muy de acuerdo con la teoría del “enredo” cuántico y la no-localidad. Pero, ¿acaso esa extraña conexión con el otro no rompe también las reglas de lo establecido? ¿Cómo es que lo sentimos tan cerca, estando tan lejos? Eso quizá pueda ser explicado por la no-localidad y la posibilidad que nos ofrece de pensar un mundo interconectado más allá del espacio-tiempo.

En este tenor, la no-localidad podría explicar incluso los vínculos con personas que no conocemos físicamente.

 

¿Enamorarnos de alguien que no conocemos y que está lejos?
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Arte: Mariano Peccinetti

En un estudio reciente, publicado en Science Daily, se comprobó que había otra forma de no-localidad además de las ya conocidas.

La nueva teoría postuló la conexión entre partículas que jamás han interactuado entre sí y que quizá ni siquiera se conocen, pero que comparten una especie de fundamental conexión que los investigadores han explicado a través de la metáfora de las emociones y los vínculos en el amor.

Se trata de algo así como la conexión que pudimos sentir de niños con un amigo imaginario, del amor platónico de juventud por algún rockstar o de ese enamoramiento por alguien que no conocemos físicamente, pero que quizá conocemos por cartas o Facebook.

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Como sucede en el amor o la amistad, en la física cuántica las partículas subatómicas son capaces de realizar un vínculo más allá de un espacio compartido, e incluso más allá de si han interactuado o no.

Por supuesto, esto es algo que no se puede comprobar empíricamente, ni puede ser visto; tal como nuestros vínculos con otros, cuya fuerza trasciende muchas veces toda distancia y, aunque inexplicables e invisibles, son completamente reales.

Hasta aquí parece obvio por qué el físico Niels Bohr comparó el lenguaje de los átomos con la poesía, diciendo:

Cuando se trata de átomos, el lenguaje puede ser usado sólo como poesía. El poeta no está tan preocupado en describir los hechos como en crear imágenes y establecer conexiones mentales.

No obstante, hay algo más. Esta conectividad subátomica sólo puede explicarse reinventando el tiempo mismo.

 

Amor subátomico más allá del tiempo
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El vínculo entre partículas subátomicas puede ser atemporal. Esto explica la conexión entre lo que podríamos llamar las “partículas-amantes” en la teoría de la no-localidad.

Según los investigadores del estudio mencionado, realizado en la Universidad Chapman, existe cierta “indeterminación” creada por el tiempo en el mundo cuántico. El presente no sólo es afectado por el pasado, sino también por el futuro. Las partículas en el mundo cuántico ligan el futuro con el pasado en sutiles y significativas formas, trascendiéndolos de maneras que nos hacen pensar en la posibilidad de viajes espaciales o teletransportación cuántica.

Así, estas partículas pueden vincularse e influenciarse más allá del tiempo, sin importar lo que el futuro les depare. Lo mismo que hace Louise, la brillante lingüista de la película Arrival (2017), quien decide amar en el presente pese a saber las trágicas consecuencias de dicho acto en el futuro.

¿Nos atreveríamos, como las partículas o como Louise, a hacer lo que hacemos por amor si supiésemos lo que nos espera? ¿Amaríamos, aunque un universo se interpusiera entre nosotros y el otro? Quizá sí. Después de todo, el amor y la mecánica de las partículas subátomicas parecen ser las fuerzas que moldean el cosmos en su totalidad. Ambas son inexplicables y azarosas, pero irrenunciables.