CASIMIRO GARCíA-ABADILLO
MADRID.- El 27 de noviembre (Día de Acción de Gracias), Rodrigo Echenique, miembro de la comisión ejecutiva del Santander y responsable de Riesgos, llegó a Nueva York, encabezando una reducida delegación, para entrevistarse con Bernard Madoff en sus oficinas del edificio Lipstick en Manhattan. El motivo era comprobar la solvencia del imperio Madoff, en el que la gestora propiedad del Santander con sede en Ginebra, Optimal, tenía más de 2.300 millones de euros de sus clientes individuales e institucionales a travíés del hedge fund Optimal Strategic US Equity.
Los rumores sobre los posibles problemas de la firma de gestión de hedge funds aparentemente más segura del mundo llevaban varios meses circulando por un reducido número de despachos del Santander: los que estaban al tanto de las operaciones de dicho fondo.
Hace tres meses, el máximo responsable de la gestión de Optimal, Manuel Echeverría (el autíéntico arquitecto del fondo y un financiero reputado) dejó la firma para integrarse en la gestora suiza Notz Stucki, que maneja el dinero de algunas de las mayores fortunas europeas. Según las fuentes consultadas, la salida de Echevarría de Optimal no tuvo nada que ver con el estallido del escándalo, sino con su deseo de mejorar sus condiciones profesionales. Aún así, su marcha alimentó las sospechas de que algo andaba mal.
Echenique y su equipo tuvieron acceso a determinada información sobre la sociedad Bernard L. Madoff Investment Securities, evidentemente falsa. Volvieron de Nueva York con un completo informe que, teóricamente, despejaba cualquier duda sobre la solidez del imperio Madoff.
Sin embargo, dos semanas despuíés de su viaje, Madoff era detenido por el FBI acusado de uno de los mayores fraudes de la historia de EEUU: 50.000 millones de dólares se habían esfumado en una trama piramidal que consistía en pagar a unos clientes con el dinero de otros