Discutir de manera frecuente absorbe nuestras energías
http://www.hoyaprendi.co/2018/08/28/discutir-de-manera-frecuente-absorbe-nuestras-energias/Quiero que sepas que discutir de manera frecuente absorbe nuestras energías, nos deja sin fuerzas, sin ganas y sin ilusión. Los enfados nos ahogan hasta tal punto que acaban por cobrarse la vida de nuestro bienestar afectivo
Tener peleas habituales y no salir de la espiral en la que nos hemos metido, sufrimos. Y mucho. Es por eso, hay momentos en los que necesitamos, literalmente, huir. Puede que queramos mucho a las personas que nos rodean, pero cuando las discusiones se convierten en un estilo de vida, nos convertimos en una especie de “ogro emocional”y solo sabemos refunfuñar y desquiciarnos.
La importancia de discutir en medida. No se trata de no discutir nunca, sino de saber elegir las razones por las que vale la pena hacerlo y las razones por las que no. En este sentido, discutir tiene que servir para comprendernos, validarnos y respetarnos; nunca para atormentarnos de manera constante. Lo que ocurre es que cuando estamos tan dominados por la irritabilidad, no conseguimos responder a la lógica. Por eso, es importante que aprendamos a tolerar la frustración de que alguien no piense lo mismo que nosotros y, por lo tanto, de que se genere un conflicto.
Así, hay que saber por lo que debemos discutir y por lo que no. O sea, evitar hacerlo no es nunca signo de inferioridad, de rendición o de cobardía. Saber discutir e incluso enfadarnos en su justa medida es saber manejar nuestras emociones, es decir, poseer inteligencia emocional.
Cuando las discusiones frecuentes llevan a enfados, acabamos por enfadarnos con nosotros mismos. Nos frustramos por la impotencia de nunca estar de acuerdo y no podernos entender, nos enfadamos por no conseguir disfrutar del otro.
Poco a poco dejamos de sentirnos bien y cada vez nos sentimos más confundidos ante nuestra falta de ganas por reconciliarnos o, incluso, de hablar. Esto es natural, pues al fin y al cabo nos hemos enemistado con la posibilidad de manifestar nuestras opiniones y sentimientos.
De alguna manera, cada enfado que sumamos supone un nuevo castigo a nuestra identidad y nuestra aprobación interna. Por eso, tenemos que buscar la manera de romper con la costumbre de discutir por sinsentidos, romper con todo y empezar a preocuparnos por lo que de verdad importa: vivir y apreciar lo bueno de los que tenemos a nuestro alrededor.