El dragón asiático tiene hambre: pone sus ojos en la banca occidental
F. Tadeo - El Economista
China se prepara para las Olimpiadas que se celebrarán este verano en la ciudad de Pekín. El acontecimiento supondrá, según esperan los expertos políticos, en espaldarazo sin precedentes al proceso de aperturismo social, cultural y económico
Las barreras del comunismo se resquebrajaron hace tiempo en el país asiático, pero el Estado mantiene a día de hoy fíérreas restricciones en todos los campos de la vida.
Las continuas reformas han permitido al capitalismo derribar paulatinamente la Gran Muralla y penetrar en el mayor mercado mundial. China, el gran dragón asiático, cuenta con una población superior a los 1.300 millones de personas.
En este contexto favorable, el sector financiero ha irrumpido con fuerza y son casi un centenar de bancos extranjeros los que tienen presencia activa, de los que más de la mitad tienen participaciones en entidades locales.
El interíés de adquirir capital se acrecentó a partir de 2003, cuando las autoridades chinas alentaron las inversiones limitadas con el objetivo de mejorar la gestión de las financieras de dudosa solvencia.
Compra de acciones por agentes extranjeros
La compra de acciones por agentes extranjeros sobrepasa con creces los 20.000 millones de dólares en este periodo. Según explica el profesor de la Universidad Complutense, Daniel García Santabárbara, en el informe "El proceso de apertura del sector bancario chino y el papel de la banca extranjera", el precio pagado por el conjunto de los títulos "ha sido bastante elevado en tíérminos absolutos, si se tiene en cuenta la debilidad financiera de las entidades adquiridas".
En dirección contraria
En 2007, una treintena de entidades locales incorporaron inversores foráneos, pero el interíés de íéstos ha mermado, hasta su práctica parálisis, como consecuencia de la crisis subprime. Es más, los bancos chinos y su gobierno están aprovechando la coyuntura para salir al exterior y "salvar" al mundo financiero europeo y estadounidense.
El brazo inversor del Estado, el CIC, ha desembolsado en menos de seis meses más de 8.000 millones de dólares en la toma de control de un 10% del fondo de capital Blackstone y una participación relevante en Morgan Stanley.
Varias inversiones de envergadura
El flujo de la inversión, que ahora corre en dirección contraria, no ha quedado en esta operación. En la oleada hay que sumar al China Development.
Este banco público tomó el 3,1% del Barclays por 2.600 millones de dólares, tras la petición del grupo británico, que necesitaba ayuda financiera para costear la oferta fallida sobre ABN Amro.
Un proyecto de menor envergadura desarrolló en octubre el primer banco privado de China. Minsheng se comprometió a hacerse con el 20% de la firma crediticia de California UCBH por 317 millones.
Un mes más tarde la aseguradora Ping An Iussurance desembarcó, previo pago de 1.800 millones de dólares, en Fortis. El importe le otorgó el control de una participación minoritaria (un 4%).
Fortis y Ping An declararon entonces su intención de explorar cauces de cooperación en la actividad comercial. Algo más intensa es la relación de Citic y la hipotecaria estadounidense Bear Stearns. En otoño sellaron una alianza inusual hasta el momento, que consiste en el intercambio accionarial.
El banco chino invertirá 1.000 millones en títulos de la entidad occidental, lo que representa al 6% de su capital, mientras que Bear Stearns tomará el 2% del asiático por el mismo importe. Así, se convertirá en socio del español BBVA, que adquirió el 5% de Citic a finales de 2006.
Auge del precio de materias primas
Los bancos chinos han amasado en los últimos años abundante dinero en efectivo gracias al auge en el precio de las materias primas y a la mejora de la renta de sus ciudadanos.
Efectivo al que hay que dar salida, como hacen el resto de las principales entidades del continente asiático, que tambiíén están "devorando" los mayores complejos financieros del mundo.