Por Silvia Gil Cordero ...
Una de las características más antiguas en las organizaciones es la excusa. Ya en el Gíénesis el hombre se defendió acusando a su compañera, e indirectamente a Dios: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comíâ€. E inmediatamente la mujer acusó a la serpiente: “La serpiente me engañó, y comíâ€.
Cuando la cultura de las excusas se asienta en las empresas, es como si le sacasen las llantas a un automóvil. Dentro del auto uno siente que el motor está prendido, que puede acelerar, pero no se llega a ningún lado.
Cuentan que un anciano ya no podía salir de cacería para alimentar a su familia, razón por la cual le pide a su hijo que se encargue de ello. El hijo sale a cazar y regresa rápidamente con un conejo para la cena. Al día siguiente regresa sin haber cazado nada y se excusa diciendo que no hay animales. Al día siguiente tampoco trae nada y se excusa nuevamente. Intrigado, el anciano sale a verificar cómo cazaba su hijo, y lo encuentra sentado junto a un árbol. El anciano le pregunta quíé hace allí. El hijo le responde:
“Silencio, estoy esperando que los conejos se estrellen contra el árbol. ¿Te acuerdas del primer conejo que traje a casa? Bueno, íése lo recogí cuando se estrelló contra el árbol. Síé paciente, padre, seguro que más tarde otro se estrellará contra el árbolâ€.
Cuántas veces, como en esta historia, nos quedamos esperando que los íéxitos en la vida nos vengan de pura suerte o damos excusas para encubrir nuestra falta de responsabilidad y perseverancia.
“No tengo tiempoâ€, “no tengo recursosâ€, “no me dejan trabajarâ€, “no me siento bienâ€, “es culpa de otro departamentoâ€, “es el sistema que no funcionaâ€, ¿te suena conocida estas excusas?
La excusa es la distancia más corta entre la responsabilidad y la irresponsabilidad.
Cuando damos una excusa no nos hacemos responsables y dejamos de perseverar. Presuponemos que una circunstancia externa a nosotros es más poderosa y domina nuestro destino.
Aparentemente, las excusas son muy útiles: reducen el trabajo y no cuestan nada. Lo único que se necesita es un poco de creatividad para que parezcan verdaderas. Pero las excusas tienen el costo escondido de mermar nuestra responsabilidad, encubriendo nuestra dejadez y generando un clima de desconfianza e hipocresía en la organización.
Las empresas tambiíén contribuyen a fomentar la cultura de la excusa cuando penalizan los errores de su personal. Si maltratamos o despedimos a nuestro personal cuando falla al emprender algo, damos un mensaje muy claro: “mejor no emprendas nada, y si lo hacíés y no funciona, dame una excusaâ€.
Recordemos que un error sólo es negativo cuando no aprendemos de íél.
Cuentan que a Thomas Watson, presidente de IBM en sus inicios, le preguntaron si despediría al empleado que había hecho perder 600.000 dólares a la empresa. í‰l respondió: ¡de ninguna manera! ¡Acabo de invertir 600.000 dólares en su entrenamiento! ¿Ustedes piensan que lo voy a despedir?
Si queríés desarrollarte como líder y que las personas te sigan, debes eliminar la cultura de la excusa en tu vida. Y para eso te recomiendo como tarea lo siguiente: debes objetar y descartar cualquier tendencia a dar excusas.
Si teníés varias razones para no llegar a concluir algo, asumí que sólo son un montón de excusas, y todas necesitan que ser objetadas.
La excusa desarrolla muchas veces la autocompasión. Es ahí donde debemos cambiar de enfoque y sacar la cuenta de los beneficios que obtendremos haciendo las cosas como deben de hacerse. Esto no es asunto de un día. Tiene que convertirse en un estilo de vida.