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Autor Tema: La convertibilidad, uno de los mayores disparates de la economía argentina...  (Leído 148 veces)

OCIN

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Por... Fernando Del Corro
 

El 27 de marzo de 1991, en uno de los múltiples intentos de frenar la inflación en la Argentina, el Congreso de la Nación sancionó la Ley 23.928 que estableció la posterior convertibilidad del “peso convertible” con el dólar estadounidense, vulgarmente conocida como el “uno a uno” que se mantuvo vigente hasta su derogación por el mismo Congreso el 6 de enero de 2002, mediante la Ley 25.561, que puso fin a uno de los mayores disparates en la historia económica argentina que desembocara en la nefasta crisis de 2001.
 
La convertibilidad comenzó transformando la entonces moneda nacional, el austral por el “peso convertible” en relación 10.000 a 1. El austral había sido creado en 1985 durante el gobierno del presidente Raúl Ricardo Alfonsín en otro de los intentos antiinflacionarios, mucho más sensato en su planificación pero luego mal ejecutado. Hasta el primero de enero de 1992 siguió funcionando el austral con la paridad 10.000 a 1, y a partir de ese día rigió el 1 a 1 con el “peso convertible”.
 
La convertibilidad, al cabo de casi once años tras su puesta en marcha por el ministro Domingo Felipe Cavallo siendo presidente Carlos Saúl Menem, provocó la estrepitosa fuga en helicóptero del posterior presidente radical Fernando De la Rúa quién como culminación del disparate convocara al propio Cavallo para conducir la cartera económica.
 
Menem había heredado la presidencia tras la ida anticipada de Alfonsín en un marco hiperinflacionario. Apeló a varias intentonas pasando por el inicial Plan Bunge y Born y luego por el Plan Erman, del ministro Antonio Erman González, pero tampoco se pudo resolver el problema de fondo más allá de alguna que otra merma transitoria por lo que su gobierno se iba desacreditando. Eduardo Luis Curia, siendo viceministro de González ya había propuesto la dolarización lisa y llana, algo aún más grave.
 
Desde 1990 el gobierno de Menem había adoptado algunas medidas a semejanza de las implementadas durante el Proceso Cívico-Militar a partir de 1976 por el entonces ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz y anticipatorias de lo que sucede actualmente en materia de apertura generalizada del comercio exterior, de movimiento de capitales, de reducción del estado, de desregulación económica y demás. La inflación en ese 1990 llegó al 2314 por ciento.
 
De hecho el Banco Central de la República Argentina dejó de ser eso para convertirse en una Caja de Conversión cuya única razón de ser era respaldar la moneda local de manera que la misma pudiese ser cambiada por la estadounidense. Por lo tanto estaba incapacitado para emitir dinero lo que limitó la circulación en perjuicio de los sectores productivos y del empleo provocando severos problemas para las industrias; para las del calzado, metalúrgica y textil, fundamentalmente.
 
Durante la década 1991-2000 se produjo un déficit fiscal promedio del 4,1% del Producto Interno Bruto, con un acumulado de u$s 108.634 millones. Para hacerle frente se apeló a la privatización de las empresas públicas y al endeudamiento externo que se incrementó en u$s 100.000 millones al pasar de u$s 45.000, al recibir Menem la presidencia, a u$s 145.000 millones en 2000 de los cuales u$s 106.000 millones correspondían a la deuda pública y el resto al sector privado.
 
Al implementarse la convertibilidad el gasto público ascendía a u$s 46.351 millones y al fin de la misma había llegado a u$s 82.842 millones, mientras la pobreza en la capital y su conurbano había pasado el 28,9% al 35,4%, algo significativo como para que en las elecciones presidenciales de 1999 triunfase la fórmula opositora integrada por el citado Fernando De la Rúa y Carlos Alberto “Chacho” Álvarez.
 
El primer tembladeral de la convertibilidad se produjo cuando en 1994 entró en crisis la economía mexicana, crisis conocida como “efecto tequila”. Eso hizo que desde fines de ese año a marzo de 1995 el BCRA haya sufrido una caída en sus reservas de u$s 17.930 millones a u$s 12.496 millones. En simultáneo hubo una merma muy fuerte en la actividad productiva que impulsó el desempleo que llegó al 18,3%, para bajar luego y hacer que el promedio para la década fuese del 11,8%, hasta estallar en 2002 con el 22,64%.
 
A pesar de todo ello, en agosto de 1993, el secretario del Tesoro (ministro de Economía estadounidense), Nicholas Brady, anticipándose a similares comentarios, aunque con menos argumentos, de otros funcionarios de ese país un cuarto de siglo más tarde, dijera: “En ninguna parte el progreso ha sido tan drástico como en la Argentina, donde el resultado de las reformas económicas ha excedido las previsiones más optimistas. En efecto, los déficits fiscales se convirtieron en excedentes, la inflación cayó de cuatro dígitos a uno, la inversión aumentó y miles de millones de dólares de capital privado llegaron al país”, para agregar: “El panorama económico de este país ha sido transformado y un futuro próspero ilumina el horizonte”.
 
Mientras se derrumbaba el 15% de las empresas industriales y se generaba desempleo al tiempo que crecía la deuda externa al 8,6% anual, la salida de capitales argentinos lo hacía al 9,6% anual, por lo que hacia el final de la convertibilidad los fondos fugados llegaban a u$s 139.000 millones, apenas por debajo de los u$s 145.000 de endeudamiento total y muy por encima de los u$s 106.000 de la deuda pública.
 
Tras el “efecto tequila” se produjeron nuevos problemas como la devaluación del real en el Brasil que complicó el comercio bilateral a partir de 1995, pero todo fue más grave cuando se produjera en 1997 la “crisis en el sureste asiático”, cuyo traslado al resto del mundo fue acompañado en 1998 con la devaluación del rublo en Rusia en 1998 y la nueva en el Brasil en 1999, mientras la Argentina carecía de herramientas para manejar su moneda. Su única alternativa fue apostar a la suba de las tasas de interés, algo también conocido.
 
Ello generó un proceso recesivo que estalló en 2001, ya bajo la presidencia de la Rúa cuando el PIB se redujo en un 64%. Ya Menem, en enero de 1999, cuando le quedaba poco para irse, retomó la propuesta de Curia y amenazó con la total dolarización, lo que no se concretó.
 
Lo insólito es que durante la campaña electoral tanto el candidato opositor De la Rúa como el oficialista Eduardo Alberto Duhalde defendiesen la convertibilidad y se comprometiesen a mantenerla, lo que hizo el vencedor De la Rúa quién en noviembre de 2000 apeló al Fondo Monetario Internacional para obtener u$s 40.000 millones para el llamado “blindaje financiero”, a desembolsarse en dos años. También dicho “blindaje” incluía al Banco Interamericano de Desarrollo, al Banco Mundial, al gobierno de España y a bancos privados internacionales.
 
Como no resulta casual, el FMI estableció condicionamientos que incluyeron el congelamiento del gasto público nacional y provincial por cinco años, la reducción del déficit y la reforma del sistema previsional. Obviamente con el monitoreo del propio FMI. Los fondos del “blindaje” debían tener como único destino el pago de deudas. Todo muy conocido.
López Murphy
 
Los problemas se fueron agudizando y las tasas de interés en divisas llegaron al 14% anual. La recesión se profundizó al igual que el desempleo mientras crecía el descontento lo cual a comienzos de 2001 provocó la renuncia del ministro de Economía, José Luis Machinea. Este fue reemplazado por Ricardo Hipólito López Murphy quién presentó un drástico plan de ajustes. Un plan que desató una enorme protesta social que lo llevara a renunciar a solamente 15 días de haber asumido.
 
De la Rúa convocó entonces a Cavallo tras perder las elecciones legislativas en octubre de 2001. Poco después, en noviembre, la agencia Standard and Poor’s dio a la Argentina la peor calificación mundial en riesgo crediticio. Cavallo anunció una serie de medidas de ajuste como una rebaja del 13% en los salarios de los empleados públicos y de los haberes de los haberes previsionales que castigó a 533.401 jubilados. Todo fue para peor, más recesión, más déficit fiscal y más desempleo.
 
Cavallo, acompañado por De la Rúa, concurrió al Congreso. Allí se anunció el fin del “uno a uno”. El dólar estadounidense iba a ser reemplazado por una canasta de monedas que debía incluir al euro, por entonces con una cotización menor a la de aquella otra moneda. Algo que no pudo concretarse. El gobierno fue corrido por las multitudes y el presidente optó por el helicóptero tras la inutilidad de su declaración del estado de sitio para frenar las manifestaciones.
 
Su sucesor por una semana, Adolfo Rodríguez Saá, anunció el default de la deuda, y posteriormente, con Duhalde como presidente y Jorge Luis Remes Lenicov como ministro de Economía, se derogó la “convertibilidad”. A partir de entonces, refinanciación de la deuda mediante, devaluación y medidas destinadas al crecimiento, se debió superar la mayor crisis económica y financiera de la historia argentina.


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