Bloomberg
El acercamiento entre los gobiernos autoritarios de Putin y Xi es una amenaza para las democracias en todo el mundo.
En la comedia clásica de la década de los ochenta “Los Cazafantasmas”, los héroes de la película tienen una regla muy seria al momento de usar sus poderosas armas anti-fantasmas, que emiten largos rayos de electrones que matan a los espectros: “No crucen las corrientes”. Mientras Estados Unidos y sus aliados observan el acercamiento entre Rusia y China, harían bien en prestar atención a ese consejo de la cinta: cada rival es peligroso, pero a medida que convergen se convierten en una verdadera amenaza global.
Una indicación concreta de este riesgo creciente es la mucha mayor audacia de la Armada rusa, que se ha enfrentado a los buques de guerra estadounidenses en los mares de casi todo el mundo. El ejemplo más reciente de estos choques en el mar, cuyo peligro fue realmente significativo, fue la casi colisión del crucero de guerra “Chancellorsville” de Estados Unidos y un destructor ruso que hizo un acercamiento temerario a menos de 30 metros de distancia en las aguas del Pacífico occidental, una zona marítima que los chinos está considerando cada vez más como una de sus regiones de influencia militar.
Durante la mayor parte de la Guerra Fría, China y la Unión Soviética mantuvieron una distancia más o menos prudente entre sí. Sin embargo, durante los últimos años, bajo los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin, se están acercando cada vez más. Esta unión, que posiblemente resulte en un bloque unificado que termine por dominar el continente euroasiático, puede ser la tendencia geopolítica más importante del siglo XXI y una con las consecuencias más duraderas en las siguientes décadas.
El otoño pasado, Vostok 2018, el nombre del mayor ejercicio militar que el mundo haya visto desde el final de la Guerra Fría, se llevó a cabo en la frontera de Siberia entre Rusia y China. Cientos de miles de tropas rusas se unieron a los soldados chinos; las fotos muestran a oficiales de ambos países abrazándose al término de las prácticas.
Los ejercicios navales conjuntos ruso-chinos se producen también con mayor frecuencia, no solo en el Pacífico, que es el área de interés geopolítico de China, sino también en el Mar Báltico y el Océano Ártico, en donde Rusia ha tenido una presencia histórica para detrimento y malestar de los vecinos de la región. Hace apenas unas semanas, Xi y Putin pasaron unos días juntos en Rusia, proclamándose “mejores amigos”. Los alineamientos económicos y diplomáticos entre ambos países son un reflejo adicional del matrimonio militar que se desarrolla ante los ojos de todo el planeta.
La pareja tiene una cierta lógica. China está creciendo rápidamente como una potencia global y tiene una gran población, sin embargo, carece de muchos recursos naturales vitales. Por el contrario, Rusia está fallando económicamente y tiene una población decreciente, pero está sumamente cargada de madera, agua, minerales de todo tipo, oro, petróleo y gas natural. Ambos, además, comparten una larga frontera y son estados decididamente autoritarios con un gobierno de partido único y de una sola persona. No obstante, y por encima de todo, comparten una clara antipatía por Occidente en general, con sus molestos esfuerzos por difundir la democracia y apoyar los derechos humanos en todo el mundo, y el desdén por Estados Unidos en particular. Esos factores en común son ya más que suficientes para generar un mayor nivel de cooperación entre ambos, si bien no (aún) una alianza militar formal.
Rusia, sin embargo, debe tener mucho cuidado con lo que desea. Los líderes chinos miran con anhelo los tramos perceptiblemente ilimitados, despoblados y ricos en recursos de Siberia, de la misma forma en que un perro mira un jugoso filete desde afuera de una carnicería. Putin, quien es un pensador táctico y cuenta con un gran talento, puede estar cometiendo un error estratégico al cerrar un acuerdo demasiado comprometedor si se mueve hacia una alianza oficial con los chinos.
Con el tiempo, y dadas las perspectivas de mediano y largo plazo de ambos, el socio dominante va a ser Beijing, no Moscú. Pero por el momento, los lazos más estrechos con China brindarán a Rusia nuevos mercados, un apoyo político necesario en la escena global y, sobre todo, un fuerte contrapeso a Estados Unidos.
A medida que Europa sigue siendo separada por varias fuerzas desde distintos puntos: Brexit al norte, el descontento italiano con la Unión Europea en el sur, un aumento del autoritarismo en Polonia y Hungría hacia el este, la debilidad en el liderazgo político en Francia y el inminente retiro de Angela Merkel como fuerza de unión en el corazón de la región, la capacidad del continente para asociarse cohesivamente con Estados Unidos va disminuyendo de manera significativa.
Tal debilidad incrementa entonces el valor de la asociación chino-rusa a los ojos de los dos participantes. Y el atractivo que la iniciativa “One Belt, One Road” de China ofrece a los países menos desarrollados alrededor de la periferia de Europa y Asia se incrementa si esta incluye la posibilidad de acercarse a Rusia por esa vía.
Un inmenso cambio geopolítico de esta naturaleza fue previsto hace ya más de un siglo por el geógrafo y analista internacional británico Halford MacKinder. En un notable documento entregado a la Royal Geographic Society en 1904, presentó la llamada “Teoría del corazón”; cualquier nación (o naciones) que pudiera dominar la “isla del mundo” (Eurasia y África) finalmente conquistaría el planeta. Casi al mismo tiempo, el oficial naval estadounidense y estratega geopolítico Alfred Thayer Mahan planteó una hipótesis compensatoria, sosteniendo que las potencias marítimas (Estados Unidos, Reino Unido, Australia y sus aliados) podrían competir con esa potencia dominante de Eurasia. Si bien ninguna de las teorías describe de forma clara o completa el mundo actual, ese patrón básico será el motor de los cambios geopolíticos del siglo XXI.
Por ahora, esto significa que EU y sus aliados deben prestar atención a la cooperación entre Rusia y China; enfocar la recopilación de inteligencia en comprender cuán lejos es probable que llegue esa asociación; hacer todo lo posible para fomentar una Europa unificada; y fortalecer la red de alianzas, asociaciones y amistades en la periferia de Asia.