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Autor Tema: Séneca y su secreto contra la ansiedad  (Leído 1004 veces)

Scientia

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Séneca y su secreto contra la ansiedad
« en: Agosto 14, 2019, 08:14:54 pm »
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Séneca y su secreto contra la ansiedad


Aunque no lo creas, desde los tiempos de Séneca, en los albores de la era cristiana, ya se hablaba de ansiedad. No se le daba ese nombre ni existía una ciencia psicológica como tal. Sin embargo, los filósofos de aquel entonces se ocupaban también de reflexionar acerca de las conductas de los seres humanos y por eso lograron trazar unas líneas imprescindibles sobre la mejor manera de vivir.

A Séneca le tocó un tiempo muy difícil. Fue senador de la República durante una etapa de intrigas y decadencia en el Imperio romano. Presenció los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. De hecho fue tutor y consejero de este último, que es, sin duda, uno de los de más ingrato recuerdo.

Además, Séneca fue uno de los principales representantes de la escuela filosófica de los estoicos. Los miembros de esa corriente estaban especialmente interesados en reflexionar en torno a la moral y las costumbres. Era apenas lógico que lo hicieran, ya que aquellos tiempos se caracterizaron por una enorme degradación ética que, finalmente, llevó a la destrucción del Imperio.

El estoicismo nació en Grecia, de la mano del filósofo Zenón de Citio. Esta corriente alcanzó gran popularidad y es claro que muchos de sus principios impactaron al cristianismo naciente. Los estoicos propugnaban, sobre todo, por una forma de vida marcada por la moderación. “Nada es suficiente para quienes demasiado es poco”, decían.

Se ocuparon de infinidad de temas, pero captaron el interés de sus contemporáneos principalmente por sus apreciaciones éticas. Promovieron la idea de que se puede alcanzar la paz interior cuando se vive al margen del exceso de comodidades materiales. Sostenían que una vida razonable y virtuosa era una vida feliz.

Los estoicos rechazaban la idea de que el hombre se dejara llevar por las pasiones. Las consideraban una fuente de degradación y sufrimiento. Propugnaban por el autocontrol, pues consideraban que el ser humano puede vivir en función de la razón. También decían que no hay nada bueno o malo en sí, sino que todo se vuelve nocivo cuando cae en el exceso.

Lo que Séneca dice de la ansiedad
Séneca, como buen estoico, buscó vivir una vida virtuosa. Fue un hombre sumamente inteligente, que siempre fue reconocido como una mente privilegiada por sus contemporáneos. Su principal obra fue Cartas a Lucilio. La escribió cuando se había apartado de Nerón y había comenzado a ser perseguido por este.

Este gran filósofo vio como muchas personas vivían inmersas en la preocupación. Es lo que hoy llamamos “ansiedad”. Frente a esto, dijo: “Lo que aconsejo es que no seas infeliz antes de la crisis; ya que puede ser que los peligros ante los que palideces […] nunca te alcanzarán; ciertamente aún no han llegado”.

De este modo, Séneca plantea lo que algunas corrientes de la psicología certificaron después: la ansiedad es ese sentimiento de esperar lo peor, sin que ello haya ocurrido. En otras palabras, se trata de un percepción subjetiva que nos lleva a esperar el mal. A vivir en función de algo malo, que todavía no ha sucedido.

Es curioso observar cómo diferentes pensadores, desde diferentes ideologías llegan a las mismas conclusiones. Tanto Séneca, como el budismo, afirman que no debemos preocuparnos por aquello que aún no ha llegado. De este modo, tanto el filósofo como el budismo, defienden que no sirve de nada preocuparse en exceso por un evento todavía no ha tenido lugar. Así pues, destacan el papel fundamental de los pensamientos en la generación de la ansiedad.

Lo que podemos aprender de Séneca
A la reflexión anterior, Séneca agregó: “Tenemos el hábito de exagerar, o de imaginar, o de anticipar el dolor”. En otras palabras, comenzamos a sufrir antes de que haya motivos para hacerlo. El solo hecho de anticipar un dolor, ya nos sumerge en su desagradable compañía, pese a que todavía se haya presentado o no se vaya a presentar. Si atendemos a las palabras del filósofo, podemos aprenden que es nuestra la que nos pasa malas jugadas y no los acontecimientos de por sí.

Así es la ansiedad. Un estado de anticipación que espera, sufriendo, a que se consume el sufrimiento. Dicen que es una manera de “estar enfermo de futuro”. Se mira hacia adelante como quien ve lo peor por suceder. El ansioso teme ser robado, aunque nadie esté intentado hacerlo. Piensa que un terremoto derrumbará en cualquier momento su casa. O que el ser amado, más temprano que tarde, lo abandonará.

Sabemos que, con frecuencia, logramos hacer realidad lo que ya habita en nuestra mente (profecía autocumplida). No tenía por qué suceder así, pero con nuestra conducta y bloqueos terminamos dándole esa dirección a los acontecimientos. Cuando eso sucede, pensamos que es una confirmación de lo que creíamos desde un comienzo y no la consecuencia de nuestro enfoque.

Imaginemos, por ejemplo, que tenemos referencias de una persona y estas son poco positivas. Si nos lo presentan, no sería raro que no fuésemos ni demasiado cercanos ni demasiado amables. Así, al verse tratada de esta amanera es probable que el otro nos termine tratando de la misma manera. Así, confirmaremos nuestras sospechas, cuando somos nosotros precisamente los que hemos propiciado que se confirmen.

Reflexión final
Tal vez, como Séneca propone, deberíamos vivir simplemente en lugar de estar todo el tiempo preparándonos para vivir. Dejar ser las cosas. Dejar fluir los acontecimientos. Estar en el presente y no vivir en función de lo que pase después. De esta forma, si centramos nuestra atención en el presente, dejaremos de adelantarnos a un futuro que todavía no ha llegado. Un futuro que pintamos tan negro que en tantas y tantas ocasiones nos ha paralizado.

Ser conscientes de que no somos nuestros pensamientos ni nuestras emociones nos liberará de esta gran ansiedad. De la misma forma que hemos aprendido a adelantar el futuro, podemos aprender a centrarnos en el presente. Séneca, defensor del famoso «aquí y ahora», se adelantó unos miles de años a la corriente actual de atención plena. ¿Casualidad?