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Autor Tema: Somos constructores de nuestra propia destrucción  (Leído 213 veces)

OCIN

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Somos constructores de nuestra propia destrucción
« en: Abril 12, 2020, 12:36:27 pm »
Por... Adalid Contreras Baspineiro

 
Imaginarnos el mundo después del coronavirus, nos concede la posibilidad del derecho a soñar con otro mundo que para vivirlo necesitamos existir en comuniones solidarias sin las fragilidades de nuestros individualismos. No será producto de un milagro, sino la realización de un cambio radical en nuestros modos de vida. En realidad, el milagro, más que seguir con vida superando la pandemia, será el haber aprendido a encarar un cambio civilizatorio.
 
Otro mundo emergerá de los escombros que deja la pandemia. Tenemos que trabajar para que sea un mundo no solamente otro, sino un mundo donde quepamos todos, sin exclusiones, con dignidad, sin injusticias, con igualdad, sin opresores, con libertad, sin egoísmos, con convivencia en comunidad, sin una voz única, con coros plurilingües de esperanzadora utopía. Está en nuestros corazones concebirlo y en nuestras manos diseñarlo, construirlo y habitarlo.
 
Incluso un desconocido forastero como el Covid19, que una noche lúgubre invadió nuestro mundo sin pedir permiso para arrasar en tiempo real y sin compasión ni fronteras a los humanos que habitamos depredando el planeta que nos da vida, demuestra que no nace de la nada, sino que, como todo proceso, se gesta en las entrañas de la sociedad que vivimos y que transita hacia algún lado, quién sabe dónde.
 
El hambre es un mal creciente en diversas regiones del planeta. Miles de hectáreas de tierras destinadas a la producción de alimentos han sido reemplazadas por productos que sirven para engordar los agrocombustibles. La violencia étnica y política deriva en desplazados que o mueren en el camino o en el intento por vivir, al menos vivir, porque su condición de humanos ya parece un imaginario inalcanzable. Uno de nuestros países tuvo que especificar en un decreto la sanción a la violencia doméstica, porque la crisis llevada de la mano de la rutina de un sistema que deshumaniza, incrementó los niveles en lugar de conducir solidaridades. La economía de mercado ha lanzado más rostros y manos a las calles. Las ciudades y países, como en el medioevo, han cerrado sus murallas al ingreso de los forasteros, aunque éstos sean sus connacionales. La depredación nos advierte que la naturaleza que se quema, o se seca, o se ensucia, ya no soporta la ambición del capitalismo salvaje. El consumismo nos convierte en sociedades gregarias e individualistas. Los hombres construimos así nuestros caminos de prosperidad, pero a título de progreso también somos constructores de nuestra propia destrucción.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...