J. Gordon Melton, director del Instituto para el Estudio de Religiones Americanas en Santa Bárbara, California, apuntó que en 1989 existían tres sectas principales en los Estados Unidos: La Iglesia de Satán en San Francisco, California; el Templo de Set, encabezado por el ex-militar Michael Aquino, y la Iglesia de Liberación Satánica en New Haven, Connecticut, bajo la dirección de Paul Douglas Valentine. Melton considera que un total de 3.000 personas constituye la matrícula total de las tres sectas y que representan los verdaderos satanistas. Los demás, sugiere el estudioso, no pasaban de ser adolescentes enajenados unidos por las drogas y la violencia, valiíéndose de ilustraciones diabólicas en sus fechorías.
El antropólogo Rafael Martínez, asesor de la oficina del cirujano forense de Miami, suma su voz al coro de los expertos que desmienten la existencia del satanismo organizado. En una entrevista con Susan Kovachs, autora del libro Hidden Files (en inglíés, “Expedientes Ocultosâ€) (1998), Martínez señala que si bien no existe una gran anticruzada satánica con miras a adueñarse del país, los casos individuales son verídicos y muy comunes, pasando a citar el caso de tres adolescentes que secuestraron y sacrificaron a una niña de corta edad en San Luis Obispo, California, como parte de una misa negra.
Ellis y Melton, como buenos profesores, aspiran a una postura más racional y menos sensacionalista que la que ofrecen los medios. Sin embargo, no puede negarse la existencia de evidencias que apuntan hacia grupos altamente organizados e interesados en adorar las fuerzas ocultas, y no siempre se trata de adolescentes de pelo largo con camisetas negras de AC/DC, sino “personas de sociedadâ€, como suele decirse, con enormes recursos monetarios, posición social y a menudo poder político. Pero eso lo veremos a continuación.