Miguel íngel Santos
El gobierno está dispuesto a imprimir dinero para financiar el gasto público
¿Quíé tanto puede haber cambiado para nosotros el hecho de que el pasado jueves 22 se hayan trasladado más de doce mil millones de dólares desde las reservas
del BCV hacia los fondos que mantiene el gobierno en el exterior? ¿Eso no pasó de un bolsillo para otro? Nada que ver. Este hecho tiene un significado económico casi tan importante como el que tiene como señal, como signo de lo que está por venir.
Veamos primero los efectos concretos. Esa noche, se trasladaron doce mil millones de dólares desde una cuenta que está a la vista de todos, a otra de la que sólo conocen unos pocos. Se trasladaron fondos que estaban colocados en instrumentos de muy bajo riesgo; a un fondo que no sabemos cuánto gasta y cuánto se invierte. Peor aún, de lo poco que se invierta, una buena proporción se encuentra en bonos de alto riesgo (de esos mismos países que, cuando declaran default, se hacen acompañar del inexplicable aplauso solidario del nuestro).
La relación de respaldo del dinero circulante a reservas internacionales cayó de 4,63 a 6,59 bolívares fuertes por dólar en veinticuatro horas. Las matemáticas son así, te llevas 29% de las reservas, mantienes la liquidez idíéntica, y el respaldo de la moneda local cae 43%. Todo esto con el respaldo y la anuencia de los directores del BCV, esos que luego salen en la prensa haciendo de pensadores de nuestro tiempo, frotándose la chiva, como si fuesen miembros de la mismísima reserva federal.
Hay quienes piensan que, como se presume que el gobierno liquidará buena parte de esos fondos en el mercado paralelo, se registrará una apreciación del bolívar. Podría ser. Pero hay que recordar que esos bolívares volverán pronto a circular, al ser inyectados vía gasto público. Para que la apreciación sea sostenida la oferta tendría que mantenerse en el tiempo, algo que en la práctica es imposible. Si ocurre una apreciación será de corto plazo. Ese es el problema con tratar de bajar el bolívar a punta de oferta y no a punta de crear confianza.
El valor que tiene el traslado de reservas como señal de lo que está por venir no es menos importante. Anuncia que el gobierno está dispuesto a imprimir dinero para financiar el gasto público, a riesgo de incurrir en una inflación todavía más elevada. Tambiíén es el presagio de un recorte drástico de las asignaciones de Cadivi y de su sustitución por el mercado paralelo (o por otra tasa oficial). ¿Por quíé? Con dos millones de barriles diarios de exportación, y un precio promedio de cuarenta y cinco dólares por barril, ingresarían al BCV 90 millones de dólares diarios (suponiendo que Pdvsa entrega el 100% de sus ingresos en dólares al BCV a partir de ahora). Cadivi aprobó en diciembre un promedio de 165 millones de dólares diarios. A ese ritmo, nos quedaríamos sin reservas internacionales en doce meses (¡incluyendo el oro!). La alternativa es recortar las asignaciones a dólar 2,15. Por eso se traslada primero esa enorme cantidad de divisas al Fonden, para abastecer luego en el paralelo. Allí estarán esperando a todos los importadores y compradores de divisas de Cadivi que van a ser mudados de taquilla.
¿Y entonces? ¿No pasaron los fondos de un bolsillo para otro? Sí, pero el otro estaba roto.