Por Edward Chancellor
Durante los últimos 250 años, el uso abundante de carbón, y más tarde de petróleo y gas natural, ha estimulado la industrialización, mejorado los niveles de vida y aumentado el tamaño de la población mundial.
La conferencia COP26 de la semana pasada en Glasgow se centró en la contribución de los combustibles fósiles al calentamiento global. Incluso si el cambio climático no fuera una preocupación urgente, el mundo aún tendría que adaptarse a quedarse sin petróleo y gas baratos.
La transición a la energía alternativa puede ser inevitable, pero seguramente será disruptiva. Una cosa es cierta: el riesgo de transición no se está tasando adecuadamente en los mercados.