Por... EDUARDO CAMÍN
El desvarío del capitalismo y el mito del libre comercio
El centro del problema es analizar el espejismo del capitalismo depredador subsumido en una profunda crisis, acrecentado además por los desequilibrios y el patético rol del líder de la principal potencia mundial, que en su guerra comercial ha llevado al planeta al escenario de un conflicto bélico en suelo europeo. Es muy claro que el comercio mundial está cada vez más determinado a los desvaríos más asombrosos determinados por los comportamientos monopólicos que dominan el mercado mundial.
Basta decir que la mayor parte del comercio Internacional desde hace muchos años se realiza al interior de las corporaciones o empresas multinacionales, transnacionales o globales. Por ello el libre comercio es un mito, una falacia, y lo que en realidad predomina desde hace decenios es la noción de un desigual comercio. O dicho de otra manera, el libre comercio se consolida en el comercio desigual.
Los estados nacionales más poderosos que ahora están confrontados en sus batallas comerciales asumen la tarea de organizar y administrar el comercio mundial no en la perspectiva real de un libre mercado sino para asegurar la hegemonía de sus empresas sobre los mercados nacionales y locales de las naciones emergentes claramente menos poderosas.
En realidad, se trata de impedir que estas naciones dispongan mecanismos de defensa de sus mercados. El dominio de los mercados nacionales o locales también dependen en gran medida del control de los medios de información y comunicación que logran a través de la publicidad y el resto de los mecanismos más sofisticados de gran influencia cultural, que determinan conductas y comportamientos que se traducen en un consumismo solvente, cuyo núcleo central es el mercado.
La Organización Mundial del Comercio no es un instrumento de la libertad de éste, sino del ordenamiento del comercio mundial a favor de un núcleo central de países bajo la égida de un capitalismo puro y duro en una guerra permanente por su prevalencia en tanto que sistema.
Incluso, podemos analizar la realidad política y económica de los países en vías de desarrollo, que se guían por los preceptos de la libre movilidad de capitales , la apertura comercial irrestricta , las privatizaciones de servicios públicos estratégicos y la desregulación a través de reformas de flexibilidad del mercado laboral, todo esto bajo un contexto de un mayor control del excedente por el capital financiero, a través de los fondos de inversión , los fondos provisionales y la propia inversión directa.
Por todo ello es que tanto el neoliberalismo como el progresismo abrazaron los modelos de crecimiento económico, cuyo énfasis está en los equilibrios macroeconómicos.
Durante las últimas décadas se aceleró un proceso de grandes transformaciones mundiales que cambiaron radicalmente las bases sobre las cuales se asentaban las relaciones internacionales y que han tenido una profunda repercusión en la vida interna de todas las naciones.
En ese contexto, los países industrializados favorecidos por los organismos internacionales han utilizado y utilizan su poderío y las ventajas económicas y políticas derivados de la actual correlación mundial de fuerzas para continuar a imponer su “nuevo orden mundial”, el neoliberalismo, que hace a los países del tercer mundo más subordinados y dependientes de los países industrializados.
Inmersos en sus guerras comerciales, por los mercados y las materias primas es la contradicción que sigue sustentado el capitalismo.
Este análisis dado a conocer por la OMC va en la misma dirección que todos los organismos internacionales que empeoran sus previsiones, pero tratan de evitar por activa y por pasiva la palabra recesión: solo un susurro se permite, no vaya a ser que Wall Street se engripe. Pero todos saben, por experiencia, que cualquier señal de debilidad alienta los temores de una recesión.
La precariedad del capitalismo sin rumbo, en su fase actual especulativa, alienta una recaída a todos los niveles de la economía mundial que puede traducirse en una recesión sin precedentes u otros impactos económicos y financieros de alcance global. Parafraseando a Mario Benedetti, diremos que “en las fronteras del futuro hay un control estricto … solo son admitidos los sobrevivientes”.