Por... Karen Petrou
“Nuestra economía es literalmente la envidia del mundo”, declaró el presidente Biden en su reciente discurso sobre el Estado de la Unión. Hay algo de verdad en esta charla sobre el excepcionalismo.
Sin embargo, la economía estadounidense parece estar yendo mejor que otras economías avanzadas gracias también a datos muy distorsionados por la desigualdad económica estadounidense.
Aquí también somos excepcionales, sólo que en el mal sentido de ser menos iguales que todas las demás democracias avanzadas.
Las cifras generales muestran que la economía estadounidense supera a gran parte del resto del mundo. El producto interno bruto creció un 2,5% en 2023, en comparación con el 1,9% en Japón, el 0,5% en el Reino Unido y el -0,3% (una recesión leve) en Alemania. Las cifras de desempleo son similares.
Sin embargo, lo que estas comparaciones aparentemente favorables pasan por alto es cómo el gasto y la inversión de los pocos estadounidenses que poseen gran parte de la riqueza estadounidense y reciben gran parte de sus ingresos impulsan una economía que deja a casi todos los demás cada vez más atrás.
Las economías desiguales también son excesivamente vulnerables a las recesiones y crisis financieras. La aparente fortaleza de la economía estadounidense es una frágil plataforma para el crecimiento o, como espera la Casa Blanca, para el apoyo político.