El G-20 pactó ayer en Londres una ambiciosa reforma de los mercados financieros y una inyección de más de un billón de dólares para socorrer a los países con más dificultades y recuperar la fortaleza de los flujos comerciales. Los mercados bursátiles reaccionaron con euforia tras conocerse el acuerdo.
Habrá sido el efecto Obama. O los escalofríos que provoca ver al mundo aproximarse al precipicio económico. O la ira creciente de una población que sin haber provocado la crisis soporta sus más dolorosas consecuencias. Pero lo cierto es que en menos de 24 horas los líderes de 21 países, entre ellos España, que representan el 88% del PIB mundial, lograron ayer cerrar en Londres un acuerdo que, según los propios firmantes, endurecerá drásticamente las reglas del sistema financiero internacional; pondrá 750.000 millones de dólares a disposición de los países en dificultades, y apoyará el comercio mundial con 250.000 millones de dólares.
Para el anfitrión, el primer ministro británico, Gordon Brown, la cita de Londres incluso pone fin a la estructura financiera que ha imperado en las últimas dos díécadas. 'El consenso de Washington se ha terminado', señaló Brown en referencia a las recetas neoliberales que, según muchos observadores, han llevado a la crisis actual. 'Hoy tenemos un nuevo consenso', proclamó el líder británico. El presidente de EE UU y estrella mediática de la reunión, Barack Obama, tambiíén calificó de 'histórico' el evento.
'Hace 30 o 40 años una conferencia internacional de este tipo hubiera tardado años en ponerse de acuerdo en estos resultados', señaló el presidente del Gobierno, Josíé Luis Rodríguez Zapatero, al tíérmino de la cumbre.
Las negociaciones parecieron agriarse en la primera jornada londinense, cuando el miíércoles la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francíés, Nicolas Sarkozy, dejaron claro que no se conformarían con una mera declaración de intenciones. La postura del eje franco-alemán se interpretó mayoritariamente como un desafío al supuesto frente anglosajón, en el que Brown y el presidente de EE UU, Barack Obama, pugnarían por dejar intacta la regulación de los mercados financieros y concentrar la actuación el G-20 en un nuevo paquete de estímulo fiscal del crecimiento.
'Las supuestas divisiones entre nosotros no se han producido', aseguró Brown. Rodríguez Zapatero tambiíén indicó que 'en toda la cumbre no he presenciado en ningún momento un debate franco-alemán con EE UU. Lo he visto en la prensa, pero no en la cumbre'.
Tal vez. Pero Europa acabó aceptando triplicar los recursos del Fondo Monetario Internacional hasta 750.000 millones de dólares. Y que el FMI emita nuevos derechos especiales de giro por valor de otros 250.000 millones de dólares para atender las necesidades de los países con riesgo de quiebra de la balanza de pagos. La aportación de España ascenderá a 4.000 millones de euros, según Zapatero.
Los miembros del G-20 tambiíén acordaron poner hasta 250.000 millones de dólares para insuflar energía al alicaído comercio mundial. Esa partida, en la que cada país gestionará los fondos que considere oportunos, intentará facilitar a las empresas las líneas de críédito a la exportación de garantías de cobre que ahora no les ofrece el sector financiero.
Los más pobres
La Declaración de Londres tambiíén recordó a los países más pobres del planeta, donde la crisis está teniendo efectos menos visibles pero mucho más dramáticos. 'La historia nos juzgará por nuestra actitud hacia los más pobres durante esta crisis', señaló Zapatero.
El acuerdo suscrito supondrá, según la Declaración, una inyección de 50.000 millones de dólares para la protección social, el impulso del comercio y el desarrollo de los países con menos ingresos