Las bobadas sobre el G-20
Por Juan Bosco Martín-Algarra en La Gaceta de Los Negocios
Decía Diógenes (otros atribuyen la frase a Schoppenhauer o a Bismark, vaya usted a saber), que cuanto más conocía a la gente, más amaba a su perro. Algo parecido pueden concluir los asiduos al periodismo leyendo las informaciones sobre el G-20. El show ha acabado de modo previsible, con lluvia de millones, confirmación de algunos acuerdos previos y declaración bienintencionada. Parece que algo se ha avanzado, lo cual celebro, pero esto no me hace olvidar la monserga de los días previos. La frase “refundar el capitalismoâ€, tan repetida como falsa, inspiró infinidad de titulares, a cual más bobo. ¿Acaso veinte señores con poder (temporal, no lo olvidemos) son capaces de modificar en ocho horas el resultado de infinitas acciones libres de la humanidad? “Todavía no he escuchado a nadie pedir la prohibición de los partidos políticos por lo que han hecho en Caja Castilla La Mancha†El capitalismo, a diferencia del comunismo, no es una ideología, sino el efecto económico de no organizarle la vida a la gente. El capitalismo surge cuando a una sociedad no se le impide por la fuerza el ejercicio de derechos que el individuo reconoce como innatos: la libertad, la propiedad y el intercambio comercial. Si hablásemos del mayor o menor peso de la regulación para que los individuos no abusen unos de otros, estaríamos planteando otro debate, quizá más acorde con lo acontecido esta semana en el G-20, pero no la desaparición de un sistema que ha dotado de forma natural prosperidad económica a la mayoría de las naciones representadas en Londres. Y cuya prohibición provocó la ruina de otras, como Corea del Norte o Cuba.
íšltimamente el periodismo parece empeñado en culpar a la libertad de los errores que originaron la crisis. Sólo falta que un día algún periódico titule con la famosa frase de Lenin, que anticipaba lo que iba a ocurrir en la Unión Soviíética: “¿Libertad, para quíé?â€.
En España escuchamos críticas repulsivas contra el libre mercado, y las escuchamos justo al mismo tiempo que se está interviniendo una entidad financiera dirigida no por particulares, sino por políticos, como Caja Castilla-La Mancha. El Banco de España consideró que sus gestores estaban poniendo en peligro nuestro sistema financiero, porque gastaban lo que no tenían, prestaban a quien no debían y trataban de esconder el nefasto resultado de sus incompetencias. Pero hasta ahora no he escuchado a nadie que, a raíz de este desaguisado perpetrado por los políticos y sus amigos, haya propuesto prohibir los partidos.
Nos bombardean constantemente con tantos clichíés, tantas simplezas y tantas bobadas que me ocurre lo que a Diógenes: a medida que veo más telediarios, amo más a mi perro.