Hay muchos que ven en la paulatina constitución de un orden global planetario (el Nuevo Orden Mundial), una conspiración de los dirigentes del “gobierno ocultoâ€. Los políticos serían poco más que locutores o empleados de segunda fila. La independencia de las naciones, un obstáculo a superar, ya sea mediante guerras puntuales (la invasión de Irak) o crisis económicas diseñadas (Sudeste Asiático, Latinoamíérica), como a travíés de una retórica mundialista camuflada de todo tipo de patrañas pseudo humanitarias o ecológicas (derechos humanos, crecimiento sostenido, etc.). La caja de resonancia suelen ser las Naciones Unidas, un foro de burocracias estatales que se considera el máximo órgano de legitimación soberana de las políticas, de cara al populacho narcotizado por la televisión. En esta trama, el socialismo habría sido simplemente un instrumento destinado a consolidar una concentración de poder inigualable en manos de determinadas elites, debilitando y aniquilando a las clases medias y auspiciando el control policial y mental del rebaño futuro. La Comisión Trilateral (David Rockefeller…), el Club Bilderberg (Rockefeller, Kissinger…), o el Council of Foreign Relations (Kissinger, Brzezinski…), constituyen ejemplos de instituciones, algunas de ellas transnacionales, que operan como foros de encuentro y reclutamiento de las nuevas elites que preparan la etapa faraónica de sumisión planetaria en el siglo XXI.
A juzgar por los acontecimientos actuales, la construcción del Estado Mundial (parte visible del “gobierno ocultoâ€), New World Order (o Nuevo Orden Mundial) parece un proceso imparable.
En su reciente trabajo “Impacto de la globalización en los países en desarrolloâ€, Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatic, despuíés de hablar de los “nuevos amos del mundoâ€, matiza: “por cierto, no constituyen, como algunos imaginan, una especia de estado mayor clandestino que conspira en las sombras para controlar el mundo; se trata más bien de fuerzas que se mueven a su antojo gracias a la globalizaciónâ€. Asimismo, Susan George, en una entrevista concedida con motivo de la presentación en Barcelona de su novela “Informe Luganoâ€, a la pregunta de si lo que describe en ella no es acaso una conspiración planetaria, contesta: “No, no creo en las conspiraciones, sino en los intereses. He descrito que los amos del universo hacen lo que deben hacer dado quienes son, lo cual no es una conspiración.
Además de que no se aprecia ninguna incompatibilidad entre “conspiración†e “intereses†(¿se le ocurriría a alguien conspirar contra sus intereses?), de ambas declaraciones se desprende que los nuevos “amos del mundo†no serían seres cínicos y sin escrúpulos, sino más bien “instrumentos del determinismo ciego de las fuerzas del mercadoâ€. Actúan así porque no pueden actuar de otra manera; y dado que ellos, pese a estar en su cúpula, no inventaron el mercado, la historia debería juzgarlos más como víctimas que como verdugos (quizás los millones de víctimas reales y diarias de su conducta deberían de tenerlos en cuenta en sus oraciones).
Pero, vieja o nueva, con calificativos o sin ellos, la conspiración existe, y no podemos permitirnos la ingenuidad de pensar que lo que está ocurriendo en el mundo no obedece a ninguna planificación, sino que es una simple “explosión del desorden†y no parte sustancial del Nuevo Orden Mundial.
Para Ramonet y George el “senado virtual que gobierna el mundo†(sistemáticamente denunciado por Noam Chomsky) es tan sólo “una secuela del mercadoâ€, Según ellos no hay conspiración: “le monde va lui míªmeâ€.