Caracteres generales.— Predominio de la materia sobre el espíritu, propensión al mal, ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de íél derivan.
Tienen intuición de Dios, pero no lo comprenden.
Todos no son esencialmente malos, y en algunas abundan más la ligereza, la inconsecuencia y la malicia que la verdadera perversidad. Unos no hacen bien ni mal; pero por lo mismo que no practican el bien, demuestran su inferioridad. Otros, por lo contrario, se complacen en el mal, y están satisfechos cuando hallan ocasión de hacerlo.
Pueden reunir la inteligencia a la perversidad y a la malicia; pero, cualquiera que sea su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.
Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siíéndoles este espectáculo un tormento incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los celos.
Puede dividirse en cinco clases principales.
1 clase. ESPíRITUS IMPUROS.— Son propensos al mal y lo hacen objeto de sus maquinaciones. Como espíritus dan consejos píérfidos, promueven la discordia y la desconfianza, y, para engañar mejor, toman todas las apariencias. Se apoderan de los caracteres bastante díébiles para seguir sus excitaciones, a fin de arrastrarlos a su perdición y están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciíéndoles sucumbir en las pruebas que sufren.
Ciertos pueblos los han considerado como divinidades malíéficas, y otros los designan con los nombres de demonios, genios malos y espíritus del mal.
Los seres vivientes a quienes animan durante la encarnación, son dados a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la crueldad, la bellaquería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi siempre sus victimas entre las personas honradas. Cualquiera que sea el rango social que ocupen, son azote de la humanidad, y el barniz de la civilización no los libra del oprobio y de la ignominia.
Delincuentes natos.