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Autor Tema: El Mary Celeste: Un Buque Fantasma  (Leído 1380 veces)

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El Mary Celeste: Un Buque Fantasma
« en: Junio 11, 2009, 08:32:54 pm »

a súbita desaparición de la tripulación completa del Mary Celeste ha creado que sea uno de los misterios más fascinantes de la historia de la navegación.

El 5 de diciembre de 1872, el vigí­a de la nave británica Dei Gratia avistó un barco que parecí­a tener problemas. Tres tripulantes bajaron la chalupa del Dei Gratia y remaron hasta el barco en peligro para ofrecerle ayuda. Treparon por la barandilla y llegaron a la cubierta; salvo por el sonido del viento en las velas y el inquietante crujido del maderamen, no se oí­a nada. Los marineros registraron el barco desde los mástiles hasta la bodega y lo encontraron en excelentes condiciones, pero no habí­a ni un alma a bordo. La tripulación habí­a desaparecido sin dejar rastro. El barco se llamaba Mary Celeste.

La desaparición de la tripulación de este barco es el elemento central de la larga historia de desgracias del Mary Celeste. Atraí­a la mala suerte como el imán atrae las limaduras de hierro. Los supersticiosos dirí­an que era gafe, y casi habrí­a que darles la razón.

El Mary Celeste fue construido en 1860, en los astilleros de Joshua Dewis, situados en Spencer's Island, Nueva Escocia; fue el primer barco de un consorcio de constructores navales. Originalmente se llamó Amazon, y fue botado en 1861, el año en que comenzó la guerra civil norteamericana. Las tragedias empezaron poco despuíés, cuando su primer capitán, un escocíés llamado Robert McLellan, cayó enfermo y murió. Entonces asumió el mando un tal John Nutting Parker, quien capitaneó el primer viaje del Amazon, pero el barco tropezó con una encañizada de pesca cerca de Maine, sufrió daños en el casco y tuvo que volver a los astilleros para ser reparado. Mientras estaba allí­ se produjo un incendio, que costó el puesto al capitán Parker..

El Amazon cruzó por primera vez el Atlántico sin problemas, hasta que llegó al estrecho de Dover y chocó con un bergantí­n. El bergantí­n se hundió, el Amazon tuvo que ser reparado de nuevo y su tercer capitán marchó en busca de otro puesto.


 
James H. Winchester, uno de los propietarios del Mary Celeste.
 
Despuíés de las reparaciones y del nombramiento de otro capitán, el Amazon volvió a Amíérica y, acto seguido encalló cerca de Cow Bay, en la isla de Cape Breton, Nueva Escocia.

A partir de ahí­, la historia del Amazon se vuelve algo confusa. Fue sacado de las rocas y reparado, pero parece que fue vendido varias veces. Varios de sus propietarios quebraron y ninguno de ellos obtuvo beneficios de su contacto con el barco. Finalmente llegó a las manos de J. H. Winchester & Co., consorcio de armadores de Nueva York. A esas alturas, el Amazon ya no se parecí­a en nada al barco que salió del astillero de Joshua Dewis. Habí­a sido agrandado, llevaba los colores norteamericanos y se llamaba Mary Celeste.

En algún momento de septiembre o a principios de octubre de 1872, el Mary Celeste atracó en el muelle 44 del East River de Nueva York, preparándose para recibir un nuevo cargamento y una nueva tripulación.



 
« Última modificación: Junio 11, 2009, 08:34:00 pm por Scientia »



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Re: El Mary Celeste: Un Buque Fantasma
« Respuesta #1 en: Junio 11, 2009, 08:36:54 pm »
Benjamin Spooner Briggs

El nuevo capitán del Mary Celeste era un severo puritano de Nueva Inglaterra llamado Benjamin Spooner Briggs. Habí­a nacido en Wareham, Massachusetts, el 24 de abril de 1835, y era el segundo de los cincos hijos del capitán Nathan Briggs y de su esposa Sophia. Era una familia de navegantes; además de su padre, sus cuatro hermanos tambiíén se hicieron marinos. Dos de ellos llegaron a ser patronos muy jóvenes; uno era Benjamin, quien ya habí­a sido capitán de la goleta Forest King, la bricbarca Arthur y el bergantí­n Sea Foam. En años posteriores, muchos autores lo describieron como díébil a ineficaz, un hombre cuyas creencias religiosas se habí­an transformado en una especie de perversión o maní­a, que habí­a convertido su estricta abstinencia del alcohol -no lo admití­a en su barco sino como carga- en algo parecido a una moral fanática. De hecho, Briggs era un hombre de creencias estrictas y sólidas convicciones religiosas, y, aunque no bebí­a, no era ningún monomaní­aco. Quienes le conocieron le describí­an como poseedor de «un carácter cristiano» y como un capitán «inteligente y activo». Tambiíén era accionista del Mary Celeste.

El primer oficial era Albert G. Richardson, que habí­a participado como soldado en la guerra civil. Estaba casado con una sobrina de James H. Winchester y ya habí­a servido con el capitan Briggs. Al parecer, era competente y digno de confianza, y se le estimaba mucho. El segundo oficial era Andrew Gilling. Habí­a nacido en Nueva York, pero seguramente era de origen daníés. De nuevo, no hay razones para sospechar que no fuera una persona recta y honesta. El cocinero y camarero, Edward William Head, procedí­a de Brooklyn (Nueva York) donde, según se dice, era respetado por todos. El resto de la tripulación estaba compuesto por cuatro marineros de origen alemán de los que poco se sabe, salvo que dos -ambos llamados Lorenzen- habí­an perdido todas sus posesiones en un naufragio anterior. Ninguno de estos alemanes parece haber sido mala persona.

Tambiíén se embarcaron hacia lo desconocido la mujer del capitán Briggs, Sarah Elizabeth, hija del predicador de la iglesia Congregacionalista de Marion, Massachusetts, y su hija Sophia Matilda, de dos años. Su hijo mayor, Arthur Stanley, fue el único miembro de la familia que se quedó en casa.

A última hora del sábado 2 de noviembre de 1872 la tripulación subió a bordo y aseguró la carga. El barco transportaba 1.701 barriles de alcohol desnaturalizado, que eran enviados por Meissner Ackerman & Co., comerciantes de Nueva York, a H. Mascerenhas & Co. de Gíénova, Italia.

A primera hora del 5 de noviembre el barco piloto de Sandy Hook remolcó al Mary Celeste desde el muelle 44 hasta la bahí­a de Staten Island, Nueva York. El Atlántico estaba muy tormentoso para la íépoca, y Briggs tuvo que echar el ancla durante dos dí­as antes de aventurarse en alta mar, el 7 de noviembre. Pero aunque el Mary Celeste realizarí­a aún muchos viajes, esa fue la última vez que alguien vio a aquella tripulación.

 




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Re: El Mary Celeste: Un Buque Fantasma
« Respuesta #2 en: Junio 11, 2009, 08:41:06 pm »
Encuentro Inesperado

El 15 de noviembre de 1872, ocho dí­as despuíés de que el Mary Celeste zarpara de Nueva York, el Dei Gratia salió con una carga de kerosene rumbo a Gibraltar. Su capitán, oriundo de Nueva Escocia, se llamaba David Reed Morehouse, y el primer oficial era Oliver Deveau. Ambos hombres, así­ como el resto de la tripulación, eran buenos marinos -como demostrarí­an los hechos subsiguientes- y sólo los sensacionalistas y los malintencionados han hablado mal de ellos.

El 5 de diciembre, poco antes de la 1 del mediodí­a, un miembro de la tripulación del Dei Gratia, John Johnson, que estaba al timón, avistó un barco a unos 8 km a estribor. A causa del mal estado de las velas y de su ligero «bostezo» (escora), llamó al segundo oficial, John Wright, y juntos fueron a buscar al capitán Morehouse. Despuíés de observarlo con su largavista, Morehouse dio orden de ofrecerle ayuda.

A las tres de la tarde, cuando se hallaban a menos de 400 m del barco misterioso, el capitán Morehouse llamó varias veces pero, al no obtener respuesta, decidió enviar algunos hombres a investigar.

Oliver Deveau, acompañado de Wright y Johnson, remó hasta el barco en peligro, y vio que se trataba del Mary Celeste. Johnson se quedó en el bote mientras los otros dos trepaban hasta la cubierta. El Mary Celeste estaba desierto.


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Re: El Mary Celeste: Un Buque Fantasma
« Respuesta #3 en: Junio 11, 2009, 08:43:47 pm »
Durante la hora siguiente, Deveau y Wright revisaron el Mary Celeste de proa a popa. La vela de estay fue hallada en la zona de proa, pero el trinquete y el trinquete superior habí­an volado de las vergas y se habí­an perdido. El foque, la vela de estay del palo mayor y la gavia inferior estaban izadas. El resto de las velas estaban plegadas. Algunas jarcias estaban enmarañadas; otras habí­an sido arrancadas por el viento y colgaban destrozadas. La driza superior -una soga rí­gida de unos 90 m de longitud, usada para izar la vela cangreja- se habí­a roto, y faltaba la mayor parte. El timón giraba libremente y la bitácora habí­a sido golpeada y estaba rota. La escotilla principal estaba cubierta por un encerado y sujeta, pero algunos de los encerados habí­an sido retirados y fueron hallados cerca de las escotillas. En el suelo de la cocina el agua alcanzaba una altura inferior a los 30 cm, y las provisiones para seis meses apenas se habí­an estropeado. Habí­a abundante agua dulce.

Para abreviar: el Mary Celeste estaba en mejores condiciones que muchos de los barcos que cruzaban regularmente el Atlántico. Y, aparte de algunos signos que indicaban que el barco habí­a soportado recientemente una tormenta, resultaba inexplicable que su tripulación lo hubiese abandonado.

En la mesa del camarote del capitán Briggs, Oliver Deveau encontró el diario provisional de a bordo. Decí­a: «Lunes 25. A las 5 llegamos a la isla de St Mary, en dirección ESE. A las 8, la punta este estaba al SSO, a 3 km de distancia.»

En el camarote del primer oficial, Deveau encontró un mapa que mostraba el rumbo del barco hasta el 24 de noviembre.

En el barco no se encontraron el cronómetro, el sextante, el libro de navegación y una pequeña yola o bote que habí­a estado amarrada a la escotilla principal. Un trozo de barandilla habí­a sido arrancado para lanzar el bote al agua. Esto, por lo menos, aclaraba la forma en que habí­a desaparecido la tripulación: habí­a abandonado el barco. Pero, ¿por quíé? ¿Quíé razones pudo tener un marino experimentado como Benjamin Spooner Briggs para abandonar un barco en perfectas condiciones metiendo a su mujer y a su hijita, con los siete miembros de la tripulación, en un bote pequeño y poco estable? Abandonar un barco es una medida desesperada, algo que sólo se hace cuando no hay otra alternativa; sin embargo, como declaró despuíés uno de los tripulantes del Dei Gratia, el Mary Celeste estaba en condiciones de dar la vuelta al mundo. Entonces, ¿por quíé fue abandonado?

Según las leyes marí­timas internacionales, quien salva un barco abandonado tiene derecho a un porcentaje del valor del barco y su cargamento. Generalmente, esos barcos se han hundido, pero el Mary Celeste, que estaba a flote, y su carga valí­an una suma importante, y sus salvadores podí­an esperar unos 80.000 dólares. Al capitán Morehouse no le consumí­a la avaricia, como han sugerido testimonios posteriores, y de hecho se resistí­a a reclamar la recompensa por el Mary Celeste. No le sobraban los hombres, y el formar una nueva tripulación para el Mary Celeste implicaba que ambos barcos quedarí­an desprovistos en caso de emergencia. Pero Deveau terminó por convencerle.

Deveau y a dos marineros, Augustus Anderson y Charles Lund, sólo les llevó dos dí­as poner en orden al Mary Celeste, y despuíés los dos barcos pusieron rumbo a Gibraltar. El Dei Gratia llegó el 12 de diciembre y el Mary Celeste a la mañana siguiente. Dos horas despuíés de echar el ancla, el Mary Celeste fue arrestado por Thomas J. Vecchio, de la Corte del Vice-Almirantazgo.




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Re: El Mary Celeste: Un Buque Fantasma
« Respuesta #4 en: Junio 11, 2009, 08:45:03 pm »
El fiscal general de Gibraltar y abogado general de la Reina en su oficina de Almirantazgo era un burócrata excitable, arrogante y pomposo, llamado Frederick Solly Flood; consideró que el abandono del Mary Celeste sólo podí­a explicarse como resultado de asesinato y piraterí­a. Sin la intervención de Solly Flood, el misterio del Mary Celeste seguramente se habrí­a desvanecido en el olvido, pero sus acusaciones en las audiencias de la corte del Vice-Almirantazgo atrajeron la atención del mundo.

Primero, Flood acusó a la tripulación -ausente- del Mary Celeste de haber obtenido acceso al cargamento de alcohol y haber matado al capitán Briggs, a su mujer, a su hijita y al primer oficial Richardson en una furia alcohólica. Es una teorí­a que fue propuesta muchas veces desde entonces, una vez por William A. Richard, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, en una carta abierta publicada en la primera página del New York Times en 1873. Pero la carga era de alcohol desnaturalizado que, de ser bebido, hubiera provocado dolores agudos a los bebedores mucho antes de que pudieran emborracharse. Flood tuvo que abandonar su teorí­a.

Despuíés sugirió que Briggs y Morehouse eran cómplices. Briggs, dijo Flood, mató a su tripulación, se deshizo de los cuerpos y despuíés se dirigió en el bote a un destino prefijado con el capitán Morehouse que, mientras tanto, encontrarí­a al Mary Celeste abandonado, lo llevarí­a a Gibraltar y reclamarí­a el dinero del rescate. Los dos se encontrarí­an despuíés y dividirí­an sus ilí­citas ganancias. La teorí­a podrí­a ser plausible, pero no hubo ni hay pruebas de que Briggs y Morehouse fueran delincuentes. Además, Briggs era propietario de una parte del Mary Celeste y su parte del dinero del rescate equivalí­a al que tení­a invertido en el barco. Flood acabó por desechar tambiíén esta idea.


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Re: El Mary Celeste: Un Buque Fantasma
« Respuesta #5 en: Junio 11, 2009, 08:46:33 pm »
Culpable Hasta Que Se Demuestre Lo Contrario

Su tercera sugerencia fue que el capitán Morehouse y la tripulación del Dei Gratia habí­an abordado al Mary Celeste y asesinado a todos los que estaban a bordo. Flood se esforzó por que el tribunal aceptara esto, pero lo único que logró fue crear una atmósfera de desconfianza en la que Morehouse y su tripulación eran considerados culpables hasta que pudieran demostrar su inocencia. Afortunadamente, la corte del Vice-Almirantazgo denunció un abuso tan flagrante de la ley y limpió a Morehouse y a sus hombres de toda sospecha. Les concedieron una recompensa por el rescate que ascendió a 1.700 libras. Mucha gente opinó que debiera haber sido dos o tres veces mayor.

El Mary Celeste fue devuelto a James H. Winchester, y bajo el mando del capitán George W. Blatchford continuó su viaje hasta Gíénova, donde finalmente entregó su carga. Entonces, Winchester lo vendió -se dijo que con una considerable píérdida- y a lo largo de los 12 años siguientes el barco cambió de manos no menos de 17 veces. Ninguno de sus propietarios dijo nunca una buena palabra de íél. Anduvo dando bandazos por la costa de los Estados Unidos, perdiendo cargamentos, velas y marineros, encallando e incendiándose con increí­ble regularidad. Parecí­a que el Mary Celeste era ví­ctima, desde que fue botado, de una especie de maldición.