Por: Nelly Luna Amancio
Meses antes de que la bancarrota de General Motors fuera anunciada como una condena por su actual presidente Fritz Henderson, los analistas sumaban dólares. Dicen que el anterior mandamás de 56 años, Rick Wagoner, recibió en todos sus años de ejecutivo —desde 1992— la bicoca de US$62 millones. Sin embargo, el desmoronamiento de uno de los íconos económicos más importantes de EE.UU. contrajo en dos tercios las ganancias con las que Wagoner esperaba retirarse: ya no recibiría los US$22 millones establecidos en su contrato, la quiebra lo obligó a irse con solo US$16 milloncitos.
Pero esta crisis no es la responsable del derrumbe de General Motors, ni todos los ejecutivos de las empresas quebradas corren la misma suerte que Rick Wagoner. La depresión acorrala a muchos empresarios, aunque no todos tienen lo mismo que perder. A inicios de este año, Steven Good, presidente de Seldon Gook & Co. (la inmobiliaria que había heredado de su padre), se disparó en la cabeza al interior de su lujoso Jaguar. El motivo, según la policía, fue la terrible situación por la que atravesaba su empresa como resultado de la crisis inmobiliaria.
Seldon Gook tampoco es como General Motors. En el caso de GM la crisis solo aceleró la debacle. Su retroceso comenzó, en realidad, hace varios años, con el desarrollo del mercado asiático, que ofrecía autos más baratos, livianos y eficientes, frente al despropósito que significaba, por ejemplo, el lanzamiento de la enorme, intimidante y tragona Hummer (hoy en manos chinas). El buen reflejo marketero de los asiáticos fue la daga sobre el gigante estadounidense.
General Motors era una de esas empresas tradicionales que alimentaba el orgullo estadounidense. Como industria, el impacto del automóvil fue el más importante en EE.UU., dice Javier Portocarrero, director del Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES). La explosión del mercado automotor a mediados del siglo pasado determinó un modelo de ciudad, impulsó la construcción de carreteras e incentivó la migración.
EL ASCENSO DEL TIGRE
Para entender el impacto del derrumbe de GM, comparemos: en EE.UU. hay un vehículo por cada dos personas; en el Perú, uno por cada 20. La influencia de GM en el estilo de vida estadounidense fue trascendental. En 1953 los ejecutivos decían: “Lo que era bueno para GM era bueno para EE.UU.â€, y viceversa. Por eso, la marca Hummer resume el drama de esta empresa que abandonó Wall Street con US$75 centavos por acción: es un modelo inspirado en tiempos de guerra demasiado fastuoso para tiempos de tan poca liquidez.
“Las estrategias que en un momento ayudaron a crecer a la empresa fueron ahora un lastre para su sobrevivenciaâ€, declaró Gerald Meyers, ex ejecutivo de GM a “The Wall Street Journal Amíéricasâ€. Ya el 2005 GM había perdido US$10.600 millones.
Desde que William C. Durant formara General Motors en 1906, la estrategia consistió en ofrecer a los consumidores un estilo de auto para cada estilo de vida. Con los años la firma compró varias marcas hasta llegar a concentrar el 50% del mercado de automóviles en el gigante del norte. GM se hizo invencible y necesario: superó la crisis del 29, ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial (en sus plantas se fabricaron armas), alcanzó la cima mundial. Pero en la última díécada sus números se pusieron en rojo: su desactualizada tíécnica de ventas no funcionó contra Asia.
Para Cíésar Peñaranda, economista de la Cámara de Comercio de Lima, GM no entendió bien la competencia asiática. “No es que hayan pasado de azul a rojo en un solo añoâ€, precisa.
Desde aquel 15 de setiembre del 2008, cuando los mercados se estremecieron con la quiebra de Lehman Brothers, los efectos de la crisis se han intensificado. A estas bancarrotas se suman las del Washington Mutual, Thornburg Mortgage, Tribune Co. y la agonía de Ford y Chrysler. Es, sin embargo, con la bancarrota de GM que—según Javier Portocarrero— se marca un antes y un despuíés en la historia económica y simbólica de Estados Unidos.
EJECUTIVOS BUSCAN CHAMBA
La semana del derrumbe de Lehman Brothers, Richard S. Fuld tambiíén recordaba cifras: tenía 63 años, a los 19 había ingresado a trabajar en esa empresa, hacía 14 que estaba al frente de ella y dos años antes había recibido US$290 millones como parte de un bono navideño.
El hombre que subestimó la crisis responsabilizó días despuíés a los medios por la caída de la empresa de 158 años. Con la caída de Lehman Brothers cientos de ejecutivos en el mundo se quedaron sin empleo, menos íél. Fuld tuvo su millonaria jubilación. ¿A dónde irán los otros?
“Ellos van a tener que acomodarse en empresas más medianas porque muchas comenzarán a surgir luego de la crisisâ€, sostiene Cíésar Peñaranda. Como si fuera poco, el economista Elmer Cuba, de Macroconsult, adelanta que el mercado de automóviles (uno de los que más empleos garantiza en EE.UU.) seguirá cayendo en ese país y creciendo en Asia.
Los economistas reconocen que hay una galopante preocupación por la quiebra de estas empresas, pues la mayoría ha marcado un reconocido liderazgo en su sector durante muchos años. “Las quiebras impactan —dice Peñaranda— en todos los que creemos en el libre mercadoâ€.
Pero esta crisis es sustancialmente menos severa que la del “crack†de 1929. Los inversionistas hoy en día —debido en parte a esa experiencia— tienden a diversificar más sus carteras y evitar así el desplome global de sus acciones en la bolsa.
EL TALí“N DEL SISTEMA
En un sistema que se funda en la confianza, la falta de esta desencadena un ataque de pánico en los mercados. No es arbitrario que críédito provenga de creer.
Llama la atención, por eso, la irracional confianza otorgada a las financieras y la posterior sorpresa de las mismas cuando la crisis aterrizó. Hace varios años algunos analistas advertían lo peor. “La deuda del sector privado representa en la actualidad el 165% de la renta privada disponibleâ€, escribió el 2001 Niall Ferguson en su libro “Poder y dineroâ€.
Pero parecía que los inversionistas no sacaban cuentas. Hoy, por eso, esta crisis va dejando una tasa de desempleo del 10%.
EN PUNTOS
En Estados Unidos no ha existido una regulación en la industria de automóviles, a diferencia de Japón o Europa. “ La industria estadounidense no supo hacer carros más eficientes†,dice Javier Portocarrero, del CIES.
“Las crisis financieras se dan cuando se produce una acumulación de demandas de dinero a cambio de otros activosâ€, escribió Charles P. Kindleberger en 1993 en “Problemas históricos e interpretaciones económicasâ€.
En el mismo libro tambiíén señala: “Si las instituciones saben que se verán salvadas aun cuando sus dificultades se deban a su negligencia, tenderán a descuidarse másâ€.